EPÍLOGO

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GIANNA.

Madre mía me siento agotada. Hoy es primero de enero, el cumpleaños número treinta de Leo y no he dejado de dar vueltas por todos lados poniendo las decoraciones y dejando todo listo para el momento en que él vuelva a casa. Todo esto lo he hecho en cuestión de horas, aprovechando que ha salido por Ellie, y estoy que no puedo más. Los pies me duelen, y mi panza de nueve meses ya es difícil de soportar, tanto que tengo que detenerme a cada nada a tomar aire para continuar.

Los globos ya están colgados, y el pequeño pastel tres leches que he realizado está en el refrigerador. He decidido organizar todo adentro de la casa ya que el clima está un poco frio, y no quiero que nos vayamos a resfriar. Al terminar con los preparativos tomo lápiz y papel para escribirle unas palabras a mi maravilloso esposo, el hombre que me conquistó, se apoderó de cada célula de mi ser,  y se convirtió en la familia que siempre quise tener.

Cada palabra que plasmo en la carta sale desde lo más profundo de mí ser. Tengo los sentimientos a flor de piel, así que me resulta inevitable llorar por la intensidad de cada acontecimiento que nos ha hecho llegar hasta acá y la belleza del presente que hemos creado con tanto sacrificio y dificultad, pero aferrados al nosotros, porque no hemos tenido convicción más fuerte que esa; el amor del uno hacia al otro. Somos nosotros y nuestro matrimonio en lo que creemos, lo que adoramos y protegemos más que a nada en cualquier circunstancia.

Limpio las lágrimas que brotan por mis mejillas, y casi un minuto después de terminar de escribir la carta para Leo, escucho el sonido de la camioneta estacionarse haciéndome sobresaltar.  Sintiéndome muy nerviosa camino lo más rápido que puedo para sacar el pastel del refrigerador y colocarlo en la mesita de la sala de estar. Segundos después la voz de Ellie resuena en la casa y mi corazón se agranda de felicidad al verla correr hacia mí con prisa. No sé si es por el instinto maternal que ha surgido en mí, o por la maravillosa conexión que he formado con ella los últimos meses, pero me tiene completamente fascinada con su cabello dorado, y ojos tan hermosos como los de mi marido. Esta niña es tan bella que parece una muñeca creada en un laboratorio. Y a pesar de todo lo desafortunado, ahora agradezco que esté en nuestras vidas porque sé que sin ella, la vida de Leo no sería igual.

De pronto, escucho la voz de mi esposo resonar a las afueras de la puerta, y mi corazón comienza a latir fuerte como cada vez que vuelve a casa y lo oigo llegar, creo que este efecto de adolescente enamorada nunca se disipará tratándose de él. Afortunadamente, en ese preciso instante recuerdo el regalo que dejé envuelto en la cocina. Coloco a Ellie en el sofá, y con prisa voy por el obsequio que le he envuelto. No es nada cara u ostentoso lo que se encuentra dentro del papel, sino más bien algo que resulta significativo para mí, y creo que para él también lo será.

—Amor —lo escucho finalmente llamarme y al dirigirme hacia la sala y verlo apreciando toda la decoración mi corazón da un vuelco.

Él se encuentra de espaldas a mí, y no puedo divisar su rostro. Me concentro en cada detalle de su ser como lo son sus brazos llenos de tatuajes que hacen contraste con su piel blanquecina y resaltan con la camiseta negra que lleva puesta. Parece que mira todo atentamente, y soy yo quien tiene que llamarlo para captar su atención.

—Feliz cumpleaños, mi amor —manifiesto con voz suave, y una sonrisa se forma en mis labios cuando puedo ver la expresión de sorpresa que tiene al voltearse.

—¿En qué momento hiciste todo esto? —suelta casi inexpresivo.

—No soy la única que puede hacer planes sorpresa —replico alzando los hombros.

—¡Feliz cumple, papito! —exclama Ellie aferrándose a las piernas de su padre, para seguidamente ser cargada por él recibiendo un abrazo.

Es tan lindo verlo así que hasta me dan ganas de llorar otra vez, y mis hormonas de embarazada no ayudan en lo absoluto. Dios mío, porqué es tan perfecto.

MÁS MÍA QUE SUYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora