CAPÍTULO XVIII

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GIANNA.

¿Cuál es la mejor manera de empezar tu primer día de trabajo en la que podría ser la oportunidad de tu vida? Por supuesto que con resaca. No debí haber aceptado salir con Keyla. Después de irnos del primer club al que fuimos ayer, hizo que fuéramos a otro y nos termináramos pasando de copas, a excepción de Adam, que fue quien nos sacó casi a rastras. Llegamos al departamento cerca de las dos de la madrugada, después de pasarla dejando. Hoy en la mañana tuve que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para salir de la cama a tiempo, y poder llegar puntual a la empresa.

Por fortuna lo he conseguido, y ahora cinco minutos antes para tener que irnos, ya estoy completamente lista para empezar el día. Me he vestido con un pantalón de tela ajustado de color negro, y una camisa manga larga del mismo tono. Además, me he puesto los zapatos de tacón color beige que eran los que usaba cuando hice mi pasantía antes de graduarme de la universidad. Tendré que con urgencia ir de compras, porque técnicamente no tengo nada de ropa formal. Mi cabello lo he dejado completamente suelto y únicamente le he hecho algunas ondas en las puntas. Me gusta como se ve, aunque creo que tendré que cortarlo un poco, porque está muy largo.

—Gianna ya es hora de irnos —suelta Adam desde el pasillo.

—Ahora voy —replico tomando mi bolso, para salir de la recámara.

—¡Santa madre de los pecadores! —exclama Ady al verme frente a él, con una expresión de perplejidad, que lo único que causa es que una incontrolable risa brote de mí. —Estos son los momentos de mi vida en los que te vez tan bien que agradezco ser gay porque seguramente sería otro que andaría detrás de ti.

—Adam —digo sin dejar de reírme.

—Luces fantástica, muñeca —expresa. —Creo que tendré que cuidarte de todos los hombres de la oficina.

—No tendrás que cuidarme de nadie, exagerado —replico. —Ya vámonos.

Casi de inmediato salimos del departamento de mi amigo, y después de montarnos a su auto, salimos rumbo hacia la empresa. Tengo que decir que vivir con Ady, e irme al trabajo con él, es increíble al mismo tiempo que surreal. Recuerdo cuando antes de graduarnos de la universidad siempre decíamos que viviríamos en el mismo departamento, y ahora después de tanto, aunque en circunstancias que nunca esperé, esto se está haciendo realidad.

—¿Te sientes nerviosa? —pregunta Ady después de un tiempo, cuando ya estamos próximos a llegar.

—Un poco —contesto. —No es cierto, estoy que me orino de los nervios —admito luego de unos segundos.

Y no miento, entre más nos acercamos, más siento mi cuerpo temblar y mi interior hacerse un revoltijo. Tengo miedo, muchísimo miedo. No sé cómo me vayan a recibir y mucho menos cómo será mi nuevo jefe. Adam me dijo que es un hombre educado, pero que también tiene carácter, y además es muy exigente. ¿Y sí cree que no soy lo suficientemente buena para el puesto? Puede que me despida tan sólo al poner un pie dentro de su oficina. Joder, hace unos días estaba tan segura y ahora parece que me voy a morir.

—¿Ady y si no le agrado a tu jefe? —suelto de pronto volcando mi visión hacia él, quien va concentrado en el volante.

—Gia, le agradarás, tranquila.

—Pero ¿y sí no? —cuestiono con nerviosismo.

—No hay razón para que le desagrades —contesta. —Como te había dicho a primera instancia él puede parecer muy serio, pero... es gentil.

—Espero y aplique esa gentileza conmigo —digo y Adam me voltea a ver brevemente alzando ambas cejas. —¿Qué?

—No dije nada —replica emitiendo una ligera sonrisa regresando su vista al frente.

MÁS MÍA QUE SUYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora