15. Kinn

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Kinn detuvo la camioneta, sus hombres no tardaron en percatarse de su llegada e ir a recibirlo. No lo negaría, estaba realmente nervioso y aquello le era confuso. Vivió en esa casa toda su vida, pero ahora sus ojos la apreciaban con extrañeza. Y sus manos se tentaban a tomar nuevamente el volante, a manejar de regreso a la casa de Porsche.

Estaba aterrado de volver a su vida.

A su mundo.

Porque no volvía solo, tenía a Porsche a su lado y también a su hijo. La realidad lo golpeó de repente, Kinn apenas pudo respirar. Los tres estaban volviendo al mundo que los juntó, al mismo mundo en el que sus enemigos no perdían oportunidad para intentar matarlo. Su instinto protector empezaba a reaccionar, a entender que ahora pondría en peligro a su omega e hijo con esta llegada. Fue un tonto por desearla, por olvidar el riesgo al que los exponía, por tomarse como una persona simple cuando no lo era. Él no podía simplemente volver, decirle a su padre y hermano que tenía una relación con Porsche y que ambos esperaban un bebé. No sin prever un posible daño colateral, y ese era que sus enemigos cambiaran su objetivo.

Que buscaran herir a Porsche y a su bebé; en lugar que a él.

No se lo perdonaría, jamás. Los amaba tanto, ellos ahora representaban su única razón de ser -que perderlos por culpa de su apellido o estatutos no era algo que podría soportar. Kinn negó, su mente estaba siendo ahogada por una fuerte oleada de miedos.

Porsche lo notó, porque estaba igual de asustado. Ambos eran conscientes del peligro que significaba volver a la vida de Kinn, pero también de que no podían huir. El amor que Kinn tenía a sus hermanos se lo impedía y lo entendía. Tenía a Chay, sabía bien lo que era el sacrificio por amor a los hermanos, a la familia. Fue por ello que no lo animó a dejar esta vida, no iba a ser posible. Recordaba las palabras que Kinn le dijo cuando se perdieron en el bosque seguían presentes, su alfa no iba a ser libre. Pero sí feliz, lo intentarían.

—Kinn. —Porsche susurró el nombre de su alfa, muy despacio. Kinn no hizo caso a su llamado, él seguía perdido. A lo que Porsche suspiró, liberó un poco de sus feromonas para calmarlo. Porque hasta él podía sentir su desesperación y terror.

—Kinn. —Porsche volvió a llamar, pero esta vez acariciando su hombro. Kinn finalmente se giró a verlo, y en sus ojos ya no encontraba la misma emoción. Se estaba apagando, no quería que su alfa se ensombreciera como antes. No cuando era extraordinario mirarlo sonreír, ser feliz.

Porsche no se lo permitiría, lo amaba -tanto que podría cargar a su lado el enorme peso que era liderar el clan Theerapanyakul.

—Hace semanas, te dije que tu vida no era tan mala. ¿Lo recuerdas?

Kinn asintió. —Esto siempre que mantenga a las personas correctas en ella.

—Y las tienes. —Porsche tomó la mano de su alfa, la besó con delicadeza y luego la puso en su vientre. Le sonrió con ternura, su alfa necesitaba de esta calidez. —. No nos iremos de tu lado. Amaremos, reiremos, lloraremos y pelearemos contigo, Kinn.

—Lo sé, solo me da miedo perderlos.

—No lo harás, sé muy bien que sabrás cuidarnos como nosotros a ti. —Kinn le devolvió la sonrisa a su omega, bajó la cabeza y dejó que acariciara sus cabellos. El miedo aún era latente, pero no tan asfixiante. Saber que tenía a su omega y también a su hijo igual de fuertes y decididos lo llenaban de valor. —. Porque no somos indefensos, Kinn. Yo no dejaré que nadie te lastime a ti ni a nuestro bebé, o a los que amamos.

La firmeza en la promesa de su omega bastó, Kinn se aferró a él en un fuerte abrazo. Escondió su rostro en el cuello de su pareja, percibió su dulce aroma y finalmente consiguió calmarse.

CONFUSIÓN [OMEGAVERSE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora