16. Pete

2.7K 245 78
                                    

—Ya te advertí de sobrepensar, Pete. No quiero que acabes estallando. —La serenidad en la voz de Vegas lo sacó de su propia mente, el omega parpadeó más de tres veces y finalmente regresó a su realidad.

Tenía a Vegas echado en la cama, con el computador en el pecho y decidiendo qué película verían esta tarde. Al alfa le gustaba tanto la sonrisa que Pete ponía con sola la propuesta de mirar una, que se le hizo costumbre. Cada que se retiraba de su habitación, procuraba descargar un par de películas para su retorno. Ni Pete ni Vegas entendían cómo fue que llegaron a este punto de aparente calma, solo que sucedió.

Y a Pete le asustaba; después de todo, la marca de Vegas estaba en su cuello.

Lo había reclamado. "¿Cómo se supone que escape?".

—Recuerda que tienes prohibido abandonarme. —El omega suspiró pesadamente, esta tarde no quería ver ninguna película con Vegas. De hecho, no lo quería en la misma habitación. Porque temía reconocer que su instinto lo estaba volviendo más débil ante el alfa. Y no, no podía permitirse serlo.

Debía volver a la mansión de la primera familia, debía volver con su señorito Khun. Él hizo un juramento, no podía fallarle a su jefe -tampoco a su libertad. No era opción quedarse, mantener esta extraña relación con Vegas. Él lo sabía. Pero, "¿entonces por qué le costaba tanto apartarse del alfa? ¿Era solo por el enlace? ¿O qué realmente le ocurría?".

Pete mataría por respuestas; y ante su silencio, Vegas apartó la vista del computador, lo notó nuevamente perdido. El alfa rodó los ojos, pronto su pareja terminaría causándose un derrame por tanto pensar y no quería. De solo imaginarlo, le aterraba al alfa. Él ya no concebía una vida sin ese castaño que lo obligaba a prepararle postres sureños por la madrugada.

—Bien, Pete. O vienes acá o voy por ti. —Vegas sentenció, prefería soportar el dolor de cabeza que le producía las incesantes preguntas de su pareja sobre la película, que tenerlo sumergido en su propio mundo. Pete podía ser peligroso para sí mismo, y lo sabía. —. Contaré hasta tres; a partir de ahora. Uno... Dos...

Antes de que Vegas dijera tres, Pete estaba de camino a la cama. Lo maldecía internamente a él y a ese estúpido juego del que participaba. Porque a pesar de que no temía a lo que le sucedería si el alfa llegaba hasta el número tres, él lo obedecía inconscientemente. El omega se echó a su lado, con cierto enojo. Odiaba a Vegas, a esa cara boba que pone cada que se siente victorioso y a su jodido aroma. Porque lo hacía sentir bien, demasiado para su gusto. Podía caer fácilmente dormido en los brazos del alfa -como si hubiera olvidado que es su enemigo. Ahora sí estaba furioso, Pete creó una barrera con las almohadas. No lo quería cerca, pero su barrera fue fácilmente tumbada por Vegas.

El alfa jaló a su pareja hacia él, lo presionó con uno de sus brazos y lo obligó a recostarse sobre su pecho. Pete se removió, y también se tentó a golpear al alfa. Pero él liberó sus propias feromonas, su lado omega reaccionó ante ello y se calmó. Pete se resignó, el calor que emanaba el cuerpo de Vegas era justo lo que necesitaba para esta tarde tan fría y sus feromonas, la compañera perfecta. Y en su último intento de mantener su orgullo, Pete estaba por quejarse -de no ser por el intro de la película.

Era una comedia romántica, de sus favoritas.

—Dijiste que odias las comedias románticas. —Pete levantó su rostro, miró a Vegas con desconfianza. El alfa lucía tan calmado, que nadie sospecharía de esa cruel oscuridad que guarda.

—Odio más que sobrepienses.

— ¿Realmente temes que estalle, ah? —Pete preguntó con burla, y aún perspicaz.

— ¿Por qué no lo haría? Eres mi omega. —La intensidad en los ojos de Vegas revelaba el orgullo escondido en sus palabras. Ese mismo que nacía por el hecho de que efectivamente Pete era su omega, tenía su marca y su aroma estaba impregnado a él. Y justamente, era el aroma de su pareja que repercutía más sobre el alfa, porque notó cierto cambio. Lo sentía más dulce, más denso y más demandante. —. Me importas, Pete.

CONFUSIÓN [OMEGAVERSE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora