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Después de varios meses en los que conocí más a mi cuñado que a mi propio esposo, pude soltarme. En el sentido más correcto de la palabra. Aunque tímido y correcto cuando al conocernos, ahora era capaz de darle duras reprimendas cuando lo creía necesario, y de bromear sobre temas incluso vergonzosos.

Había pasado más tiempo con mi cuñado que con mi propio esposo.

Chanyeol me llevaba fuera de la casa los fines de semana de vez en cuando. Paseábamos por las calles oscuras de la ciudad en compañía de una cerveza y un paquete de palomitas.

Durante mi cumpleaños me llevó un pastel a la media noche, globos y un ramo de rosas rojas. Seunghyun ni siquiera recordó la fecha, y cuando su secretaria se lo mencionó, varios días después, mandó comprarme un ramo de flores y un collar de diamantes.

Chanyeol había hecho de mi matrimonio con su hermano una mejor experiencia.

Ahora estaba tratando de pagar mi deuda.

Estaba rebuscando en casa algún papel de Seunghyun que probara que Chanyeol era inocente. Algo que lo sacara de prisión antes de que el juez, presionado por mi ambicioso esposo, dictara su sentencia.

Empero, no había nada.

Sus papeles eran netamente de la empresa, y eran una fachada. Se notaba desde lejos. Todas simples transacciones y algunos documentos de los proyectos del año entrante. Tan falso.

En su caja fuerte, por otra parte, podría encontrar algo distinto, si tan solo supiera la combinación. Hace algunos meses había cambiado los números que yo conocía, nunca supe porqué, si por necesitar más seguridad o porque estaba ocultando algo. Me inclinaba por la segunda.

Tenía una computadora en su escritorio, más tenía clave de acceso la cual, nuevamente, no sabía.

Y la persona que sabía esos números y palabras tan importantes, aparte del propio Seunghyun, era su guardaespaldas. Kim Jongin.

Pero ninguno de los dos estaba cerca. Jongin no se despegaba de su amo.

En la recámara de Seung no encontré más que la misma frivolidad que le recorría el cuerpo.

—Ugh, incluso huele igual de feo que él —musité cubriéndome la nariz ante el potente aroma a Imperial Majesty. Un perfume caro no hacía a un hombre.

No a Seung.

Sin embargo, amaba el perfume caro de Chanyeol. One Million era un aroma agradable que estaba impregnado en su piel y con el cual yo deseaba bañarme.

Sacándome de mi letárgico mundo donde soñaba con mi cuñado, mi teléfono sonó. Un número desconocido, bueno, no tan desconocido.

Una sonrisa abarcó mi rostro.

Recordé.

—Guarda este número, dulzura —mencionó con esa sonrisa coqueta mientras depositaba un papel bien doblado en el bolsillo trasero de mi pantalón blanco. Me di un apretó antes de alejar su toque—. Te llamaré.

Y parecía, a simple vista, un mal coqueteo de esos galanes de libro de los cuales te recomendaban no enamorarte.

Contesté tras soltar un denso suspiro.

—Hola, mi amado esposo.

—Chanyeol —gimoteé—, debes dejar de burlarte. Lo hice para ayudarte.

—Oh, y lo hiciste, me has dado unos buenos sueños. He convertido en un fetiche el que me llames 'esposo'.

¡Tan descarado!

SIN SALIDA (Chanbaek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora