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Esa noche dormí en la cama de Chanyeol, abrazado a él, aspirando su perfume y su calor. Fue agradable. Él me acarició el pelo y el rostro, me besó los labios y murmuró cosas en alemán no entendí. Consideré seriamente aprender el idioma. Había encontrado hace un par de días un libro de alemán en la biblioteca de la prisión. Era algo básico, pero serviría.

Y luego de esa noche siguieron un par más. Me tuvo muy mimado, debo decir. El desayuno en la cama fue un lindo gesto, e incluso me acompañaba a mis labores en la biblioteca, aunque no era de mucha ayuda ya que resultó alérgico al polvo. ¡Vaya hombre!

En el comedor, me sentaba en su mesa. Estar rodeado de sus matones fue... revelador. Ellos no hablaban mucho, pero había un joven muchacho, Hyunjin, que era mucho más alegre y conversador. Me contó mucho de lo que se hacía en la cárcel y de sus dominios, al menos dentro de lo que Chanyeol le permitió decirme.

Hyunjin me contó que a Chanyeol lo enviaron a la celda de aislamiento por golpear y casi matar a los hombres que intentaron asesinarme en la biblioteca. Me dijo sobre todas las amenazas que corrían por la cárcel en mi contra, algunas de ellas por parte de Seunhyun. Mi cabeza tenía un precio muy alto, lo cual fue ciertamente halagador viniendo de un hombre que me utilizó y despreció aún cuando me juró amor en el altar. Otras amenazas eran de Chanyeol. Nadie podía acercarse a mí a menos que desearan la muerte.

Eso me hizo sentir especial, lo admito, pero... seguía muy inseguro acerca de lo que Chanyeol pensaba de mí. Si el acaso me quería.

Un día, debido a un par de rumores, él me sentó en su regazo y me acarició sutilmente a vista de todos. Aunque volví a sentirme utilizado y la humillación me acarició el cuello, Chanyeol me convenció de lo contrario.

—Juro que lo lamento —susurró contra mi oído—, me molesta más a mí que a ti estar haciéndolo.

—... No quiero esto —supliqué.

Las miradas de aquellos hombres tan perversos me incomodaron. Algunos descarados se acariciaban por debajo de la mesa al vernos.

¡Cuánto asco me dio eso!

—Por favor, Chanyeol, para —pedí, asustado cuando su mano llegó a mi entrepierna.

Me dio más pena también que Hyunjin y los demás nos vieran así. Pero el rostro de Chanyeol... era como si no hubiese culpa ni remordimiento en él. Parecía entretenido con la situación, con un brillo maligno en la mirada.

—Chanyeol —gruñí, pero ni aun así él volteó a verme o si quiera prestó atención a mis palabras—. Detente. Esto no es necesario.

Su toque se congeló sobre mi intimidad y entonces me di cuenta de que tenía mi mano apretando la suya. Sus ojos se voltearon a mí y un siseo saltó de sus labios. Retiré mi mano. Creo que le clavé las uñas.

Se relamió los labios y me besó. Fue brusco y demandante, tan incómodo que me contuve para no morderle la lengua. ¡No iba a prestarme para esos juegos circenses!

—Dije que te detuvieras —refunfuñé muy bajo, cuando nuestros labios se mantuvieron pegados.

Él no dijo nada, pero la mirada que me dio fue atemorizante. Carraspeó y entonces las miradas de todos volvieron a sus platos.

Mi pecho retumbaba, asustado y molesto, queriendo lanzarle algún insulto a Chanyeol, pero yo ya sabía que no podía, no ahí al menos. Así que solo salí de su regazo, incluso si su mano intentó detenerme, y me marché del comedor.

Los pasillos estaban muy solitarios. Perderme ahí ya no me daba miedo pues había pasado las tardes recorriendo ese laberinto a fin de no aburrirme. Así que cogí a la derecha, por el extenso corredor de entradas y salidas cuantiosas; caminé luego a la izquierda y nuevamente a la derecha. Llegué a mi celda, tan sola como siempre, aunque no había estado mucho tiempo ahí desde hace tiempo. Mi compañero no estaba, creo que lo enviaron a una celda de castigo por un conflicto con otro reo.

SIN SALIDA (Chanbaek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora