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Un suave pitido me despertó.

Pii, Pii, Pii.

Mis párpados pesaban tanto que, al querer levantarlos, cedían y me sumían en la oscuridad nuevamente. Después de un par de intentos, por fin conseguí ver donde me encontraba. La enfermería de la prisión. Un lugar poco agradable, con un aroma rancio a medicamentos y alcohol. La luz blanca de la estancia titilaba y en la boquilla se acumulaba cierta mugre que la oscurecía.

Abrí la boca, pero tan reseca estaba que no pronuncié palabra, quizás solo un lastimero sonido que no llegó a oídos de nadie. Quise erguirme, levantar siquiera la mano. Imposible. Todos mis músculos estaban entumecidos, completamente entorpecidos por los estragos del letargo.

¿Qué había pasado?

Recordaba estar en peligro, apresado por esas bestias que pretendían matarme. Recordaba a Dante, con aquella sonrisa maliciosa y cruel. Recordaba la nota de Chanyeol...

¿Qué había pasado?

—Despertaste, terroncito —la voz de Chanyeol me hizo estremecer. Ni siquiera lo había visto, pero estaba sentado en un mueble del rincón poco iluminado, con esposas en sus muñecas.

—Ch-Chan.

—Es mejor si no hablas, todavía debes estar agotado.

Lo miré fijamente. Tenía sus manos enrojecidas, los nudillos abiertos y con sangre, incluso tenía manchas sobre su cuerpo, en su ropa antes naranja. Me pregunté si acaso él llegó a salvarme, si se enfrentó con esos hombres y-. Él pareció leer mi mente.

—Te desmayaste. Estabas tan asustado que tu cuerpo se desvaneció, o eso es lo que dijo la enfermera.

—¿Y tú? —mi voz salió ronca y pastosa, pero finalmente salió.

—... Fui a buscarte. Te encontré inconsciente.

Mis ojos fijos en él le suplicaron seguir porque definitivamente no estaba satisfecho con sus explicaciones.

—Debo irme ya. Me llevarán a una celda de castigo el resto de la semana, pero estarán cuidándote así que confío en que no te ocurrirá nada.

Se levantó con aire desganado, se acercó a la camilla y me acarició el rostro con sus dedos. De cerca, sus heridas eran todavía más espantosas. Debía dolerle mucho. Y debió lastimar mucho a esos hombres.

—¿Los golpeaste? —pregunté.

Sus ojos fríos se situaron sobre los míos, mas ni una palabra salió de su boca. La respuesta era clara, pero me interesaba poder hacer otra pregunta antes de que se marchara.

—¿Los mataste?

Y algo en mi voz delató mi preocupación y terror por ese hecho. Él entrecerró los ojos y un brillo de vergüenza le atravesó el rostro.

Bedauern Sie nicht das Schicksal derer, die Sie verletzt haben, weil sie es nicht hatten, als sie Ihnen das Leben nehmen wollten*.

No había entendido palabra y Chanyeol no me traduciría nada tampoco, así que estaba en el limbo de la incertidumbre. Aunque ya me había acostumbrado a ese sentimiento. Con Park Chanyeol no podía estar seguro de la mayoría de las cosas, mucho menos de las que decía en alemán.

—Chan —insistí, y mi voz se quebró al final.

—No soy un hombre bueno, Baekhyun, y eso ya lo sabías, como sabías que siempre iba a protegerte sin importar el precio. Así que no te sorprendas de mis acciones.

SIN SALIDA (Chanbaek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora