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Solo faltaban tres días para que Coraline al fin le dieran el alta. La felicidad de todos se notaba. Con Regulus pasábamos horas en el hospital como siempre pero teníamos una paz que no sentíamos hace mucho tiempo.

Ambos estábamos limpiando los platos. El los lavaba y yo los secaba, a pesar de que podíamos hacerlo con magia, no queríamos. Disfrutábamos esos momentos juntos.

— ¿Por qué decidiste convertirte en Animaga? —Pregunto el pelinegro. Me alcanzo un plato para secar mientras sentía su mirada sobre mí.

—No me sentí obligada, la verdad. —Comencé. —Era como un deseo que tenía y aún tengo. Remus para mí es como un hermano, y cuando me entere de su condición busque la forma de que no lo pase solo. No quería que este solo, jamás querré que este solo.

Regulus asintió entendiendo mi punto.

—Además había creado varios hechizos para...—Mi voz se fue apagando.

— ¿Para? —Mi esposo no pudo verme cuando yo ya estaba en la habitación.

Abro el armario y comienzo a buscar por las cajas de allí. Abría y daba vuelta todas las cajas buscando sin encontrar nada. La gran mayoría de cajas tenía ropa pero no estaba lo que buscaba.

— ¿Jenna? —Regulus entro a la habitación y vio el desastre que estaba haciendo. — ¿Qué haces?

—Cuando guardaste las cosas de nuestra casa ¿no encontraste dos cuadernos de terciopelo? —El chico me miro curiosos para luego negar sin aun entender.

— ¿Qué eran? —No respondí por varios minutos donde buscaba y buscaba.

Cuando me rendí de buscar me levante y pase mi mano por mi cabello frustrada. Tenía ganas de llorar, si perdía esos cuadernos podrían caer en manos equivocadas.

—Eran mis diarios.

— ¿Los que me mostraste una vez en Hogwarts? —Asentí. — ¿Qué tanto tenían?

—Conjuros, pociones, hechizos y...

— ¿Y?

—Maldiciones.

(...)

Estábamos ambos en el living. Regulus me traía una taza de té pero no quería tomarla. Miraba un punto fijo pensando donde estarían dichosos diarios.

—Tranquila, no creo que alguien los agarre. —Trato de tranquilizar. La chica negó.

Ya había perdido uno, más bien le habían robado uno. Aun no sabía quién había sido. En un momento pensó que era Regulus pero él ni siquiera sabía muy bien de ellos. Solo se lo había contado una vez.

—No creo que estén en nuestra casa. —Dije.

— ¿Y dónde crees que están?

—En la casa de mi madre. —Recordé. —La última vez que escribí en ellos estaba allí. No tengo ningún recuerdo de haberlos llevado a la mansión.

Se quedaron en silencio hasta que Regulus dijo una solución para tranquilizar mis nervios.

—Escucha. —Lo mire. Él estaba sentado a mi lado mirándome de frente. —Mañana luego de que Sirius venga a cuidar a Coraline, te acompañare a buscarlos ¿De acuerdo?

Asentí y tome un poco del té. Sentí los labios del pelinegro sobre mi frente y me abrazo. Suspire tranquila.

Minutos después me tomo la mano y fuimos a dormir ya que era muy tarde.

Me acosté a su lado mientras él me acercaba a su cuerpo con uno de sus brazos. Recuesto mi mejilla en su pecho mientras siento sus latidos. El acaricio mi cabello.

Pronto ambos nos dormimos con las caricias del otro.

Pero para mi suerte me desperté a las cuatro de la mañana alterada. Miro a mi costado y Regulus seguía dormido. Me levanto de la cama y camino al baño. Lavo mi rostro.

De repente pasa por mi cabeza todas las Maldiciones que tienen los diarios, todas las formas de matar a una persona si practicabas lo suficiente. Las pociones de confesión. Mis manos se apretaron sobre el lavabo.

Salí del baño y mire a un dormido Regulus. —Lo siento.

Busque la túnica más abrigada que tenía y me la coloque. Agarre mi varita y me encamine a la salida de la casa. Cuando estuve fuera del círculo de protección me desaparezco y aparezco en mi antiguo hogar.

La casa se alzó ante mis ojos y suspire.

La puerta estaba sin cerradura así que fue fácil entrar. Todo estaba oscuro y varios de los muebles estaban tapados con telas. Ignore los recuerdos y mis propios sentimientos. Subí las escaleras a mi habitación.

Iluminaba mi camino con la varita haciendo que el lugar sea más terrorífico. Entro a mi cuarto, el color violeta se veía negro. Todo estaba igual a cuando me fui provocando una presión en mi corazón. Como todo lo demás lo ignore. Comencé a quitar la alfombra de su lugar y abrí la abertura del suelo que apropósito había reto hace años.

Antes de abrirla susurre un "por favor", que al parecer funciono ya que al ver dentro mis cuadernos estaban allí envueltos en una tela verde.

Sonreí pero esta sonrisa duro poco cuando escuche unos pasos en el pasillo. Agarre los cuadernos y me escondí dentro de mi armario.

La puerta de la habitación no fue abierta, la explotaron. Me asuste y rápido tape mi boca.

— ¿Dónde dijo que estaban? —La voz era gruesa y profunda.

—No lo sé, dijo que buscáramos en su habitación, aunque creo que es mejor buscar en toda la casa ¿No? —Esta voz era más juvenil, de alguien pequeño. — Los Dupont eran muy inteligentes, talvez encontramos algo más.

—De acuerdo, pero primero busca aquí. —Demando el mayor.

— ¿Yo solo? —Se quejó pero nadie respondió su pregunta cuando comencé a escuchar como buscaba entre los cajones. — ¿Por qué nos mandaron a nosotros aquí?

—Porque Bellatrix le hace caso al imbécil de la rata de... —Pronto sentí un ardor en mi nariz típico del humo del tabaco.

—Espera ¿Qué es esto? —Pregunto el chico. —Me lleva...

—Ya vinieron por ellos, no encontraremos nada. —Dijo el mayor con reproche. —Esa perra vino aquí, pero no creo que hace mucho, en esta parte no hay polvo.

Mi piel se erizo mientras apretaba más a mí los cuadernos y en mi otra mano la varita. Rogaba dentro de mí que se vayan y no busquen más.

—Vámonos, le diremos a la loca que no estaban aquí, ya tienen uno ¿Para qué quieren más?

Mi diario.

Escucho a la pareja de hombre irse de la habitación y de lejos siento la puerta principal cerrarse. Salgo del armario más estresada de lo que entre. Espere unos minutos más para asegurarme de que se vayan. Cuando salgo me aparezco en el edificio. Ya había amanecido hace una hora.

Cuando abro la puerta de mi departamento veo a Regulus, su cabello estaba completamente desordenado, sus ojos rojos y su varita estaba conjurando un Patronus.

Su vista se dirige a mí y su varita cae al suelo. Corre a mí y me abraza. Yo hago lo mismo.

—Mierda, Jenna. —Susurro sobre mi hombro. — ¿Dónde carajos estabas?

Se separó un poco de mí y le mostré los cuadernos. Jadeo enojado.

—Te dije que iríamos juntos.

—Lo sé, pero no podía esperar, me desperté en medio de la noche y...

—Te podría haber pasado algo, Jenna.

—Pero no...

—Pero qué tal si, por esa zona hay muchos Mortifagos, —Su tono de voz crecía. —Mierda, Jenna, me desperté y no estabas a mi lado, casi muero del susto. — Su voz se quebro. Sus brazos me rodearon nuevamente y solté los diarios para abrazarlo con más fuerza.

—Lo siento. —Beso mi frente. —Lo siento muchísimo.

—Te lo suplico no lo vuelvas a hacer. 

Dear, Regulus ≈Regulus Black ≈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora