6. La cafetería.

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Ya es miércoles y hoy comienzo en el trabajo nuevo, presuntamente. Iba a empezar ayer, pero a última hora el dueño me avisó de que habían tenido un percance por la mañana que les obligó a cerrar la cafetería por la tarde. Y efectivamente, por el campus, esa tarde rondaba un chisme que decía algo de un frisbee chocando sobre una de las grandes cristaleras de una de las cafeterías cercanas.

Por eso ahora me encuentro delante de las puertas de la cafetería. Estoy un poco nerviosa, no sé por qué, en realidad no tendría por qué, llevo trabajando desde que tengo dieciséis años, no es mi primera vez en un trabajo. Creo que se deben más a que justo este, el del miércoles, es el horario que menos me gusta; aunque no me voy a quejar, es muy complicado encontrar trabajo en el campus después de empezar las clases. Hoy empiezo a las siete de la mañana, cabe remarcar que son menos cinco, es decir que llego con antelación; y termino a las diez de la mañana; no me preocupa la cantidad de horas, es más me parecen muy pocas en comparación con las que trabajaba en Oregón; lo que realmente me preocupa es que mi primera clase de hoy comienza a las diez y media, eso quiere decir que solo tengo treinta minutos para llegar a clase. Sé que la cafetería está en el campus, pero aún así se tarda un rato de ésta hasta el edificio donde se da mi clase. He calculado...

"Querrás decir, tu teléfono ha calculado."

Vale. Con mi teléfono he calculado que se tardan 18 minutos andando, así que más me vale que no tenga imprevistos y esperar que respeten mi horario, cosa complicada en el mundo de la restauración.

Me decido a entrar alejando lo máximo posible esos pensamientos, al fin y al cabo sólo son dieciocho minutos eso me deja otros doce para imprevistos y siempre puedo correr si voy justa de tiempo ¿no?

-Hola, soy Kami, hoy empiezo a trabajar aquí.- me presento ante el chico que está detrás del mostrador.

La cafetería es un Starbucks, tiene una amplitud considerable, con una pared llena de cristaleras, lo que le da una sensación mayor de amplitud. Todo está decorado de una manera moderna pero hogareña, con tonos verdes, blancos y toques de color crema. El mostrador con la barra se encuentra a la izquierda de la entrada. La encimera es de mármol negro, en cada mesa hay cuatro sillas de color verde menta al rededor de éstas. En la parte delantera de la cafetería hay otro grupo de mesas donde ya hay gente esperando a que abra, es una buena idea, aprovechar el buen tiempo que aún hace y además dar espacio para más clientes.

-Ah, sí, me dijeron que una chica nueva vendría. Supongo que eres tú.- dice con amabilidad.

-Pues supones bien.- digo devolviéndole la sonrisa.

-Bien, yo soy Cámeron y seré tu supervisor durante un mes más o menos, ya sabes, para que te adaptes y eso.- abre la caja y revisa que todo esté correcto, mientras entra otra chica.

-Ya estoy, voy a bajar aquellas sillas.- le informa la desconocida a Cámeron quién asiente con la cabeza.

-Soy algo así como el encargado, y voy a estar presente en todos tus horarios, así que nos vamos a ver mucho.

-Bien.- le sonrió, él se está comportando de una forma muy amable conmigo y teniendo en cuenta que vamos a vernos mucho, mejor que nos llevamos bien ¿no?- Igual, no creo que necesite supervisor, ya he trabajado antes en la restauración.

-Genial, te creo, pero sólo cumplo órdenes. Pero me alegra saber que no voy a tener que ir detrás de ti para que no rompas nada.- dice en con un tono divertido.

-Sí, tranquilo, yo ya hace tiempo que pasé por esa etapa.- sonrió y él me devuelve la sonrisa.

Cámeron es un chico alto, con el pelo rizado y corto. Es moreno y su tez es blanca, sus ojos son marrones y están ocultos por unas gafas que le quedan increíbles. Parece el típico chico cerebrito, pero un cerebrito que se ve jodidamente bien.

Una curiosa filosofía de vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora