17. CHEERFUL DOGS.

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La mañana del viernes empieza bien, he salido a correr un rato antes de ir a desayunar a una cafetería cercana a las instalaciones donde se imparten las clases de la carrera de medicina, donde quedé con Cris y Scott a tomar algo antes de las clases. Todos tomamos unas tortitas, en mi caso, acompañadas de un batido de chocolate. Al terminar nuestra informal reunión matutina, Cris se marchó a una de sus tantas clases y Scott y yo fuimos a la biblioteca a terminar una tarea que nos mandó el profesor Hoffman.

-¿Crees que si le digo a Hoffman que no puedo entregárselo porque mi perro se lo comió se lo creerá?- pregunta el rubio sentado frente a mí, dejando caer su cabeza sobre el libro que tiene abierto frente a sus narices.

-Creo que no sería la primera vez que escucha esa excusa, ya es muy antigua, te creía más original.- le respondo sin separar la vista del libro que tengo abierto sobre la mesa, provocando un bufido por parte del rubio- Además, tú no tienes perro. -remarco.

-Bueno, pero eso él no lo sabe.- dice indignado y cansado- y tú no se lo dirías ¿no?

No puedo evitar esbozar una sonrisa y negar divertida. Sólo a Scott se le ocurren estas tonterías. Seguimos con nuestro trabajo hasta la hora en la que nos toca empezar nuestra jornada lectiva. Trabajar con Scott siempre se me hace muy ameno, es un chico muy risueño. Sus ojos claros siempre están alerta por si puede soltar alguna de sus tonterías para reír un rato.

Las horas pasan, y con ellas las clases van llegando a su fin. Scott, Marck y yo hemos estado conversando durante algunos descansos entre clase y clase, ya que nuestro proyector aún sigue sin funcionar correctamente. Al término de las clases me despido de los chicos que se quedan charlando un rato más a las puertas del gran edificio donde se cursa la carrera de filología inglesa. Un rato más tarde me dirijo a mi residencia con una bolsa llena de provisiones: patatas fritas, refrescos, agua, gusanitos, palomitas,...y, por supuesto, los zumos de Cris.

Al llegar a la residencia, Naty me saluda con una sonrisa. Me pregunta sobre cómo me va en las clases y yo a ella sobre su curso de arte, también me pregunta si me estoy adaptando a la ciudad. Hablamos un rato y luego subo las escaleras con intenciones claras de pegarme una maratón de mi serie favorita: "Mentes Criminales", y atiborrame de palomitas.

-¡Hola bombón!- escucho a mis espaldas.

Me giro a tiempo para ver cómo Cris tira su mochila a los pies de la cama y se arroja boca abajo sobre su colchón, el cual rechina por culpa del peso ejercido sobre él.

-¿Un día cansado?- pregunto con jovialidad.

-Demasiado,- se incorpora- he tenido que soportar por dos horas enteras a un tío que no tenía ni idea de lo que decía, la charla era sobre las cataratas, con eso te lo digo todo.

Su comentario me resulta divertido y río ligeramente. Cris frunce el ceño sin comprender a qué se debe mi carcajada.

-No te rías, -parece una niña pequeña enfurruñada- no es divertido, ha sido un verdadero suplicio. Además el tío era viejo, calvo, gordo y feo.

Vale, ya sí que no aguanto las carcajadas y estas escapan de mí sin control.

-Estás en medicina, ¿qué esperabas?- empiezo a sacar las cosas que he comprado en el camino mientras intento calmar mi respiración- ¿Creías que un modelo de Kalvin Klein iba a venir a explicarte qué son las cataratas?

-Al menos tendría algo con lo que entretenerme durante la charla, no estaría mal.

-¿En serio?- cuestiono con tono guasón y ella se encoge de hombros- Cristina Smith, no tienes solución.- comento con sarcasmo, usando su nombre completo y apellido.

Una curiosa filosofía de vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora