20. Pasaje de ida.

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Me despierto con el sonido de la alarma que me encargué anoche, tras volver del partido, de poner. Lo apago y me levanto sin muchas ganas, dirigiendo mis pasos al pequeño aseo que hay en nuestra habitación. El aseo es un espacio pequeño, solo cuenta con un lavabo pequeño y un váter, sobre el lavabo hay una pequeña repisa donde hay alguna que otra crema, y un espejo en forma de círculo. Con mi neceser en mano, me coloco frente al espejo y procedo a desmaquillarme, pues anoche cuando volví tenía la cabeza en otra galaxia y necesitaba descansar. Al menos eso era lo que intentaba hacerme creer a mí misma.

Que encontráramos a Cámeron tras el final del partido fue algo que siempre agradeceré a las estrellas. No quería quedarme allí; no quería tener que enfrentar a Nick; no sería capaz de mirarlo a la cara o de dar explicaciones que no tengo, o qué tal vez no quiero tener. El trayecto en coche del campo de fútbol hasta mi residencia fue tranquilo, Cámeron no hizo preguntas incómodas, sólo una charla banal en la que yo no estaba muy metida, y la radio sonaba de fondo. Cuando llegué a la residencia me despedí de Cámeron deseándole felices fiestas y al entrar a mi habitación, me tiré boca abajo. La noche fue larga, no he podido parar de dar vueltas en la cama, recordando el beso con Nick, pero tras ese recuerdo que hace que mi estómago de un vuelco, aparecen los recuerdos del pasado, la cara de Allan y sus amigos, y es entonces cuando doy la vuelta o me pongo la almohada en la cara para olvidar.

Termino de asearme y salgo del baño. Cris no volvió anoche, como era de esperar, estaría celebrando con Ethan por lo del partido. Mi vuelo sale dentro de una hora, por lo que debería salir ya, o no me dará tiempo de pasar los controles del aeropuerto. Salgo de la residencia tras despedirme de Naty, con el teléfono en la mano para pedir un taxi que me acercara al aeropuerto, pero nada más salir me encuentro el coche de Scott aparcado en la entrada.

-No creerías que te podías ir sin despedirte ¿no?- pregunta con una sonrisa amable abriéndome la puerta del copiloto- ¿Alguien ha pedido un chófer?

-¿Qué haces aquí, Scott?- pregunto acercándome al coche, me adentro en él y me coloco el cinturón de seguridad mientras que mi amigo rodea el coche y se sienta en el lugar del conductor.

-¿Cómo qué qué hago aquí?- dice mientras arranca.

-Pues que deberías estar durmiendo, con la baba por fuera, roncando, con una resaca de la ostia.

-Bueno, ese era el plan.- comenta sonriente, como un niño pequeño- Pero luego pensé que no tendrías cómo llegar al aeropuerto y que ayer te fuiste sin despedirte siquiera.- su voz pasa a un tono reprochante.

-Me despedí de todos, pero vosotros estábais en los vestuarios.

-¿Y no podías esperar a que saliéramos?

-¿Me vas a reñir como si fuera una niña pequeña?

-Sí.

Yo resopló indignada y me cruzo de brazos, de forma dramática. Scott gira para verme, su sonrisa sigue intacta, y al cabo de pocos segundos, ambos estallamos en carcajadas. Con Scott siempre es así, no podemos estar enfadados por más de medio minuto.

Esperamos a que se nos pase el ataque de risas y tras unos minutos, salimos del campus universitario y nos adentramos en la ciudad. El frío incesante se cuela por las puertas del coche. Scott enciende la calefacción.

-Enhorabuena.- Scott me mira sin comprender la razón de mi felicitación- Por el partido.

-Gracias.- contesta feliz- Fue divertido, aunque el pobre Nick se llevó la peor parte.

El mero hecho de mencionar a Nick hace que mi cuerpo se tensione, aunque intento que no sea tan evidente. El silencio se ha hecho presente entre nosotros, por lo que carraspeo intentando aliviarme un poco antes de hablar.

Una curiosa filosofía de vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora