11. Cláusulas.

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Sábado, para mí es el mejor día de la semana, no hay nada mejor como despertar un día, sabiendo que no tienes que escuchar el despertador a las seis de la mañana y saber que no vas a pasarte las siguientes horas de tu vida en un aula rodeada de un montón de personas. En cambio los sábados son perfectos, puedes despertar a la hora que quieras, sin la preocupación de que vas a llegar tarde a nada, y dedicarte un tiempo para ti, haciendo lo que te dé la real gana. Mucha gente opina que el domingo es el mejor día de la semana, pero venga, ¿en serio? El sábado puedes irte a dormir a la hora que te venga en gana sin ninguna preocupación porque sabes que después viene el domingo, sin embargo, el domingo te acuestas sabiendo que al día siguiente te toca volver a la rutina de siempre. Justo por eso hoy he decidido levantarme temprano, ponerme mis deportivas y correr algo más de lo habitual, por que sí señores, me gusta correr, es algo que hago desde pequeña, es una costumbre, me gusta sentir como el fresco de la mañana me va despejando y despierta mis neuronas poco a poco.

Ayer no volvimos muy tarde de la fiesta de esa chica que nos comentó Scott, al parecer sí que tuvo algo esporádico y nada más con ella, pero anoche se quedó allí con ella y me dejó las llaves de su coche para que volviéramos a la residencia Cris y yo, ya que apenas bebí una cerveza de manzana.

Cris se ha quedado durmiendo y me ha mandado a freír espárragos cuando la he despertado para preguntarle si quería venir conmigo. Confieso que lo he hecho a posta, ayer se pasó un poco de copas, me costó quince minutos meterla en el asiento trasero del coche de Scott, así que fue como mi pequeña venganza personal. Sí, soy horrible, lo sé, pero si hubiérais visto su cara esta mañana, no tenía precio.

En el camino de vuelta he parado a comprar algunas cosas que necesitábamos, como algo de comida o bebida, botellas de agua, algo precocinado... Subo las escaleras con una bolsa en la mano que contiene las papas fritas de paquete, las botellas de agua, barritas de chocolate y bricks de zumo de fresa- que Cris ama- que finalmente he comprado en una tienda que hace esquina con la residencia. Subo tranquilamente las escaleras tras saludar a Naty, que apenas separa un segundo la vista de su teléfono. Llamo a la puerta de mi habitación, porque me he dejado las llaves, pues, cuando llevas unas mallas y un top de deporte no tienes espacio para guardar las llaves y Cris dijo que seguramente seguiría dormida. Como nadie abre, vuelvo a llamar. Qué raro.

-Cris, sal de tus mantas y abre, estoy sudada, quiero darme una ducha y tengo tus zumos favoritos, los de fresa.- digo alzando la voz- Vamos, ¿tregua?

Es entonces cuando la puerta se abrió, ni siquiera me fijé en Cris, pasé directamente, dejé la bolsa en el escritorio,... Giré cuando escuché la puerta cerrarse y, fue cuando me di cuenta de que Cris no estaba por ningún lado, porque si estuviera ya se habría lanzado por los estúpidos bricks de zumo, y que quien me abrió la puerta fue Nick. No me dió tiempo a reaccionar cuando él me repasó con la mirada y acortó el espacio que había entre nosotros dando una zancada.

-¿Qué tregua?- pregunta con media sonrisa.

-Yo...eh...- Dios, ¿dónde he dejado mi voz?¿Por qué no me sale nada coherente?- ¿Qué haces aquí?¿Cómo has entrado?- alzo la voz, aún sorprendida

"Bien chica, por fin te sale algo coherente."

No sé si te has fijado, pero no es un buen momento, conciencia.

-Me ha abierto Cris antes de irse con Ethan.

-¿Y por qué sigues aquí?- pregunto algo más calmada.

-Yo...- lo vi dudar antes de seguir- No he venido a ver a Cris, sino a tí.

-Emmm...- vale, eso no me lo esperaba- ¿Puedo preguntar por qué?

-¿Recuerdas el trabajo del que hablamos en la cafetería?- pregunta rascándose la nuca, y yo asiento- Bien, ¿sigue en pie tú oferta de echarme una mano?

Una curiosa filosofía de vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora