Primeras palabras

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—¡Ay, Harry! —exclamó Hermione con cara de enamorada.

—¿Qué pasó? —Ron asomó su cabeza desde la pared de la cocina para escucharlos con claridad.

Ella se giró y gritó —¡Lo hizo!.

El colorado dejó de lavar los platos, se quitó el guante y se acercó a toda velocidad.

—Cuenta todo desde un principio.

Harry suspiró con una sornisa en el rostro y repasó todo lo que había ocurrido en aquél día para contarles a sus amigos.

Su hija lloriqueaba en su silla mientras Draco le servía su papilla en una cuchara. La niña negaba con la cabeza a la vez que gotas gordas caían desde la comisura de sus ojos.

—¿No quieres? Pero debes comer, cariño —el hombre insistió una y otra vez, pero no hubo caso. Entonces tomó su vasito y lo acercó— ¿Un poco de agua aunque sea? —Ella simplemente sacudió la cabeza con fuerza. Draco tomó su varita y conjuró Accio a un pote de yoghurt dentro del refrigerador. Intentó abrir rápidamente, pero lo único que consiguió es que el pote explotara y lanzara el contenido hacia arriba, más específico a la cara del rubio —¡Mierda!

Anya rio al ver a su padre cubierto de la crema blanca. —Mieda —repitió la niña.

—No, no, nena. Eso no-

—¡Mieda! —dijo nuevamente riendose de las caras que ponía su padre para que dejara de decirla.

Harry entró a la cocina, con las manos ocupadas por bolsas de compra.

—¡Mieda! —gritó esta vez Anya, haciendo que Harry se parara en seco y mirara a Draco con confusión. —Mieda, mieda mieda.

—Draco...

—Ya valí v-

—¡No lo digas! —le interrumpió riendose, haciendo que el rubio cerrara la boca presionando los labios de manera exagerada.

Draco se retiró para bañarse y quitarse el yoghurt del cabello, mientras Harry terminaba de darle de comer a Anya. Para cuando volvió la niña ya se había dormido y se encontraba ahora en su cuna.

Se acercó al pelinegro que estaba sentado en el sillón y se recostó en su regazo.

—Lo siento.

Harry chasqueó la lengua y comenzó a juguetear con su cabello. —No pasa nada, amor.

Draco se dejó acariciar, cerrando los ojos. Escuchó al otro suspirar lentamente varias veces seguidas y los volvió a abrir. Se dio cuenta que la mano que pasaba por su cabellera temblaba notoriamente, por lo que se incorporó y se sentó a su lado, mirandolo fijo.

—¿Qué ocurre?

—Nada, ¿porq-?

—Estás temblando, Harry...

El chico miró el reloj, y apretó los labios. —No pasa nada, amor.

—Harry...

El pelinegro chasqueó la lengua y resopló haciendo vibrar sus labios. —¿Puedes esperar media hora?

—No.

Aquella respuesta fue tan cortante y exigente, que descolocó un poco a Harry. Tranquilamente pudo haberle dicho que una sorpresa llegaría en treina minutos, o que estaba esperando para darle algo, pero el pánico se apoderó de él, impidiéndole pensar con exctitud.

—Bueno, que conste que-

—Harry, dilo por fav-

—¿Quieres casarte conmigo?

Hubo un silencio, en el que Draco dejó de respirar, y sus ojos se agrandaron. Se repitió un par de veces la pregunta en la cabeza, hasta que aflojó el gesto y boqueó, frunciendo el ceño.

Harry temía por la cantidad de expresiones que se hicieron aparecer en el rostro del rubio, y no se dio cuenta lo aterrado que se encontraba, cuando quiso pasar saliva y no pudo.

—B-bueno, si no quieres ahm... s-solo dilo. P-pero dime algo.

Draco tomó sus manos, estaban calentitas a comparación de las suyas, y aún no dejaban de scudirse. Luchó por hablar, pero sus labios temblaron de tal manera que sintió que se escaparían de un momento a otro. Levantó una mano para indicarle que le de un segundo, cerró los ojos y respiró profundamente. Cuando los abrió, sintió como sus lágrimas corrían por su mejilla.

—S-si, claro que si —intentó controlar su voz—. Es lo que más quiero.

—¿Si?

—Mil veces si —se inclinó y lo besó, sintiendo también el alivio que Harry eshaló al ser besado. Cuando se alejaron, observó que Harry volvió a consultar la hora—. ¿Estás esperando a alguien? —preguntó divertido.

—A tu anillo, tonto.

Draco hijo un gesto de frustración para con él mismo, de haber sido tan idiota en pensar siempre que algo malo había sucedido y de esa manera arruinar la sorpresa.

—Mierda, lo siento amor —inclinó la cabeza, avergonzado—. Son un estúpido.

—No —le tomó de la babilla con una mano y con la otra acarició sus mejillas—. Eres mi futuro esposo.

El rubio rio y besó la palma de la mano que acariciaba su rostro.

—¿Y entonces? —preguntó Ron— ¿Qué pasó después?

—Llegó el anillo en una cajita. La traía Hedwig, con un globo en forma de corazón atado a su pata. Anque eso último no le hizo mucha gracia, porque me picoteó la mano al sacarlo.

—¿Y te arrodillaste y volviste a preguntar? —añadió Hermione con expresión soñadora.

—Bueno, me arrodillé pero para otra cosa...

—¡Harry! —gritó escandalizada, tomando un almohadón y golpeando su espalda.

Los tres rieron, mientras la mente del pelinegro viajaba hacia horas atrás, cuando Draco levantó su mano izquierda y abrió un poco los dedos para que Harry pudiera colocar el anillo.

—Será de plata hasta el día que nos casemos —había explicado al rubio—, allí se volverá oro. Tiene nuestras iniciales dentro. Aunque si quieres puedes cambiarlo y dejarlo sin.

—Te amo, Harry. Te amo con locura. Amo nuestra familia y nuestro hogar.

—Me haces tan feliz, Draco. Te amo.


No fue un error | Mpreg DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora