Capítulo 20.

1.6K 140 1
                                    

Valentina

―Hey, creí que ya habíamos hablado de esto ―dije mientras le arrebata el teléfono de las manos a Morgan.

―Hemos terminado de cenar ―rodó los ojos soltando un bufido.

―No hagas eso. Te pareces demasiado a mí.

Llevaba semanas compartiendo con aquella chica y había resultado más fácil de lo que creía. Juliana tenía razón, sólo debía darme el tiempo de conocerla y permitirle conocerme también, eso ha hecho que todo funcione de maravilla a mi parecer. Casi había pasado un mes sin saber de Dominic o los chicos y eso estaba inquietándome un poco, tenía a muchas personas rodeándome últimamente por lo que no era bueno perder el rastro de Knight por completo.

―¿Puedo tomar una de estás? ―Preguntó señalando mi colección de relucientes motocicletas.

―¿Por qué quieres una de esas? ―Pregunté frunciendo el ceño mientras secaba mis manos con un trapo luego de lavar los trastes.

―Pues porque... ya sabes son... bonitas. ―Balbuceó encogiéndose hombros y evitando mi mirada. ―Mamá dice que volveremos a Italia dentro de poco.

―Sí lo comentó conmigo hace unos días. Deben retomar su rutina. ―Murmuré bajando la mirada.

―Non lo voglio in questo modo. ―Susurró por lo bajo dejando escapar un suspiro, pero aun así logré oírla.

(Traducción: No lo quiero así.)

La verdad es que siendo sincera a mí tampoco me agradaba demasiado la idea de tenerla lejos otra vez, creo que ella ya tenía una parte de mí. Continúe observándola mientras ella daba vueltas por la sala tarareando las canciones que se reproducían a través de sus auriculares. Caminé hasta estar frente a ella y le quité éstos de las orejas ganándome un bufido y un ceño fruncido de su parte.

―Creí que sólo era durante la cena ―se quejó cruzándose de brazos. ―A Juliana no le molesta escuchar esta música conmigo.

―Bueno, eso es porque Juliana es excesivamente comprensiva y...

―Y tú una amargada. ―Me interrumpió con tono de burla alzando ambas cejas.

―¿Sabes qué? Voy a enseñarte lo que está amargada puede hacer. ―Contesté caminando con determinación hacia la entrada y cogiendo mi chaqueta del perchero en la entrada. ―¿Vienes o no?

Una sonrisa traviesa cruzó sus labios y no dudó en correr hasta mí siguiéndome de cerca hacia el exterior del edificio. En cuanto notó que caminábamos hacia mi motocicleta en el aparcamiento ahogó una exclamación dando uno que otro brinco cargado de euforia.

―Escucha, sólo hay una regla respecto a esto ―dije deteniéndola en cuanto estuvo dispuesta a acercarse al vehículo de dos ruedas.

―Seguiré lo que quieras con tal de dar un paseo. ―Murmuró completamente hipnotizada por la pintura negra brillante.

―Ni una sola palabra a tu madre, ¿está claro? ―Pregunté señalándole con mi índice y ella asintió repetidas veces. ―Bien, pues. ¿Qué esperamos?

En cuanto puse la moto en marcha los brazos de Morgan se aferraron a mí chaqueta mientras nos abrirnos paso por las calles solitarias de Vancouver dejando que el viento desordenase nuestros cabellos bajo los cascos protectores. Sus gritos de emoción y libertad durante nuestro trayecto por la desolada carretera me hicieron sonreír recordándome a Juliana durante nuestros paseos de motocicleta a altas horas de la madrugada. Dimos demasiadas vueltas por la ciudad antes de estar de regreso en el apartamento y Morgan se veía completamente feliz por la adrenalina que la había recorrido minutos atrás.

Mafia | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora