Capítulo 9

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Juliana

Forcejeé otra vez contra la tubería intentando liberar en vano mis muñecas de aquel fuerte agarre alrededor de ellas y gruñí. Luego de haber soltado aquel disparo en contra de Valentina, sin mencionar lo atrevidas que fueron mis palabras, la ojiazul había sonreído desdeñosamente antes de amarrarme a una de las cañerías a vista en aquel viejo galpón. Una especie de castigo por mi actuar tan altanero, era el único castigo que había valido la pena.

―¿Disfrutando de la vista? ―Su voz resonó contra las paredes y rodé los ojos girándome para verla.

―Te has aburrido de no tener mi compañía y algún has venido a liberarme de este estúpido fierro. ―Forcejee una vez más y ella sonrió con algo de burla.

―A ti te pareció muy divertido dañar mi chaqueta preferida con una bala, pues a mí me parece divertido observar tu rostro lleno de frustración mientras tratas de liberarte.

―¿Quieres desatarme ya? ―Pregunté con un bufido mientras la observaba acercarse sigilosamente hasta mi para desatar el fuerte agarre alrededor de mi piel ―gracias. ―Bufé liberando mis manos doloridas.

―No lo agradezcas. Lo he hecho sólo porque tenemos que salir de aquí dentro de poco. ―Fruncí el ceño siguiéndola a través de los oscuros pasadizos de aquel viejo galpón a las afueras de la ciudad.

Supuse que ese era uno de sus puntos clave para hacer negocios ya que había muchos chicos custodiando grandes cantidades de droga y armas almacenadas en el lugar. No noté cuanto tiempo pasó exactamente hasta que me encontré en el interior de un coche deportivo con la ojiazul junto a mí conduciendo concentrada y a alta velocidad. No sabía a dónde nos dirigíamos, sólo pude notar que estábamos internándonos en un barrio no muy agradable de la ciudad, nada bueno saldría de esta visita.

―¿Qué se supone que buscamos? ―Pregunté en cuanto la ojiazul detuvo el auto en uno de los oscuros callejones del barrio lleno de edificios en mal estado y bares de mala muerte.

―Me han enviado para darle una lección a alguien ―se encogió de hombros y yo la miré incrédula paralizándome en mi lugar ―estoy bromeando. No volveré a hacerte testigo de uno de mis trabajos.

―Pues te lo agradezco ―murmuré desviando la mirada a través del parabrisas intentando ver algo entre las penumbras.

―He tenido que recoger algo. Eso es todo, sólo mantente en silencio y no te entrometas.

En ese mismo instante un segundo auto se adentró en el angosto lugar desde el otro lado encandilándonos un poco con sus luces delanteras. En cuanto aquel coche se detuvo la ojiazul descendió del auto y camino unos cuantos pasos hasta estar frente a él. Un hombre robusto se unió a ella con un paquete entre sus manos y se lo tendió a cambio de un gran fajo de billetes que Valentina sacó del interior de su chaqueta. Pero entonces un destello llamo mi atención y me giré sobre el asiento de cuero para echar un vistazo sobre mi hombro, otro coche se posicionó justo tras nosotros. Tanto Valentina como el hombre se percataron de la llegada de este misterioso auto, y supe que algo no andaba bien en cuanto la ojiazul desenfundó su arma dándole un tiro al hombre junto a ella justo antes de que varios disparos comenzasen a escucharse.

―¡Abajo Juliana! ―Obedecí a las palabras de la rubia y me refugié bajo el salpicadero del coche tapando mis oídos con ambas manos mientras sentía el impacto de los tiros contra el auto.

Más disparos hacían estruendos en mis oídos y cerré fuertemente los ojos como si así fuese a desaparecer de aquel lugar. Entonces de pronto la puerta del auto se cerró de golpe y se puso en marcha de improviso arremetiendo en contra del coche de enfrente sacándolo del camino y arrastrándolo hacia la avenida. El volante dio demasiadas vueltas entre las manos de Valentina quien lo sostenía firmemente mientras aceleraba.

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