Capítulo 27.

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Valentina

―¿Qué crees que quiera hacer Morgan el fin de semana? ―Preguntó Juliana desde su lugar en la cama mientras yo me acercaba para acostarme junto a ella.

―No lo sé. Recorrer la ciudad. ¿Tal vez?

―O podría llevarla a conocer la academia, ¿qué piensas de eso? ―Me miró con expresión interrogativa y yo me encogí de hombros.

―Me parece bien cariño. Sólo... no pienses en eso ahora ¿quieres? ―Susurré sobre sus labios antes de besarla con delicadeza.

Entre beso y beso, había terminado sobre Juliana, quien estaba sin la parte de arriba de su pijama quedando sólo en sujetador. Repartí besos por todo el cuello de mi esposa mordiendo ligeramente y soplando después, erizando la piel de la morena. Pero un fuerte ruido proveniente de la primera planta hizo que nos separáramos y que yo me pusiera en pie de un salto. Juliana asustada tomó su camiseta y se la puso a toda prisa mientras los ruidos abajo continuaban dando paso a un disparo.

―¡¿Qué es eso?! ¡¿Qué está pasando?! ―Preguntó Juliana desesperada mientras yo caminaba al armario y sacaba de uno de los cajones un revólver.

―¡Ve a la habitación de Mía y no salgas hasta que vuelva! ¡¿Me oyes?! ―A la latina sólo le quedó asentir y correr al cuarto de nuestra hija.

Caminé deprisa hasta la habitación de invitados y Morgan abrió la puerta de golpe con expresión asustada mientras cubría sus oídos.

―¿Qué es todo eso mamá? ―Gritó, pero yo sólo la guíe hasta la habitación de Mía.

―¡No se muevan de aquí! ―Ella asintió y yo cerré la puerta avanzando por el corredor.

En poco tiempo caminé escaleras abajo aun escuchando los disparos al aire que lanzaban en la planta baja. Con sigilo me desplace hasta la sala y por el rabillo del ojo vi la silueta de un hombre armado. No dude en disparar en contra del personaje que había irrumpido en mi casa dando dos veces al objetivo logrando que se desplomara en la alfombra. Inspeccioné la casa despacio y sin hacer mucho ruido, pero no había nadie más en el lugar. Ese hombre trabajaba para Dominic, estaba segura. Con esto había empezado algo que no tendría fin tan fácilmente.

Juliana

No podía hacer más que abrazar a mi hija mientras observaba a Morgan llorar completamente asustada escuchando los disparos y las cosas romperse. Dos tiros más y todo quedó en silencio, solté más lágrimas al pensar que éstos podrían haber dañado a Valentina. Pero afortunadamente después de unos minutos, la ojiazul abrió la puerta de la habitación acercándose rápidamente a nosotras para abrazarnos y susurrarnos que todo estaba bien.

―¿Qué fue todo eso? ―Susurró Morgan mirando a la ojiazul con las mejillas empapadas.

―Escucha cariño, no puedo explicártelo ahora. Sólo puedo decirte que hay alguien que quiere hacernos daño. ―Respondió Valentina acomodando a Mía entre sus brazos. La niña sollozaba mientras se aferraba a su madre.

―No entiendo, ¿otra vez? ¿Es como lo de hace años? ―Preguntó con temor y yo sólo la atraje en un abrazo.

―Todo está bien. Lo encontrarán ¿Sí? ―Ella asintió ante mis palabras.

―Necesito que prepares una maleta con todo lo necesario para Mía y para ti. Haz lo mismo, Morgan. Pasaremos lejos de aquí el fin de semana ―dijo la rubia y no dudamos en asentir.

Aunque sabía perfectamente que Morgan se moría por preguntar qué era lo que sucedía corrió a la habitación de ella para tomar una valija y comenzar a meter ropa en ésta, mientras yo hacía lo mismo tanto con mi ropa como con la de Valentina quien se dedicó a vestir a Mía. Cuando estuvimos listas para marcharnos bajamos las escaleras, yo llevaba a una niña soñolienta entre mis brazos y lancé un grito ahogado al ver a un hombre sin vida tirado sobre la alfombra, cubrí los ojos de mi hija y caminé a la salida siendo empujada por mi esposa esposo quien hacía lo mismo con su hija mayor.

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