Capítulo 1.

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Juliana

El viento golpeaba mi cara mientras caminaba deprisa por las oscuras calles de Vancouver, no había rastro de personas en la penumbra y comenzaba a inquietarme. Tan sólo faltaban unas cuantas cuadras para llegar al edificio que compartía con un par de amigas, pero unos ruidos provenientes del callejón al cual me aproximaba me hicieron detenerme de golpe. Me congelé en mi lugar evitando respirar, miré la acera y pude detallar cuatro sombras. Sabía que tenía que retroceder y huir de allí pero mi cuerpo no obedeció mis órdenes y caminé hasta poder ver.

―Tenías que pagar tu deuda Bruno, y nos hubiésemos evitado esto.

Una mujer de cabello rubio y vestida completamente de negro hablaba a un castaño arrodillado frente a ella. El chico era sostenido por otros dos hombres que lo mantenían inmóvil mientras la mujer atestaba firmes puñetazos en su rostro. Estaba segura de que mi rostro tenía una expresión de horror y tuve que ahogar un grito cuando la rubia sacó una navaja de su bolsillo trasero.

―Escucha bien. Ellos dos decidirán si te mueres o no, está vez tendré algo de consideración porque me caías bien. ―Jugaba hábilmente con el cuchillo entre sus dedos.

―A mí también. Pero me hizo correr demás cuando lo busque para que me diera la pasta. ―Dijo uno de los hombres. Era alto y robusto.

―Concuerdo con Keaton. Nos has dado demasiado trabajo, y Dominic me dio mucho menos dinero este mes. ―El otro hombre de cabellos negros hizo una mueca mirando al espantado chico en el suelo.

―Lo siento Bruno. Salúdame a tu hermano ¿sí? ―Y luego de decir aquello movió con agilidad el brazo rasgando la garganta del chico el cual cayó dejando un charco de sangre a su alrededor.

El grito que tenía atascado en mi garganta salió en un chillido captando la atención de las tres personas que quedaban en el lugar. Mis pies se negaban a reaccionar cuando pude ver a los chicos acercándose a mí.

―¡Diablos, mi día iba de maravilla! Ahora tendré que matar a otra persona. ―Se lamentó la mujer de ojos azules acercándose a mí.

Entonces comencé a correr lo más rápido que mis piernas me lo permitían, mis muslos quemaban y escuchaba las pisadas de los otros tres tras de mí. Mi pecho se oprimía a causa de mi agitada y forzosa respiración, todo mi cuerpo se sentía exhausto y cuando estaba a nada del edificio unos fuertes brazos tomaron los míos deteniéndome.

―Eres rápida pequeña, pero no lo suficiente ―susurró una voz ronca en mi oído haciendo que la piel de mi cuello se erizara. Iba a gritar, pero su mano cubrió mi boca.

―Acaba con ella de una vez Carvajal. Tenemos que largarnos de aquí. ―Habló el castaño a sus espaldas mirándonos de brazos cruzados.

―No. Vendrá con nosotros, tal vez Craig y yo nos divirtamos con ella más tarde. ―Dijo con una sonrisa malvada en el rostro.

Una furgoneta negra frenó de golpe frente a nosotros y la mujer me metió dentro en la parte trasera. Ella subió después y sacó una venda negra de su bolsillo, tenía una mancha de lo que parecía sangre por lo que supuse había sido usada por la víctima anterior. Me amordazó con aquel pedazo de tela y luego amarró mis manos con un viejo pedazo de cuerda hiriendo mis muñecas por el fuerte apretón.

No me di cuenta en qué momento exacto había comenzado a llorar, pero lágrimas corrían por mis mejillas mientras mirada asustada a la mujer de semblante frío y duro junto a mí. El pelinegro conducía hacia las afueras de la ciudad en donde sólo había viejos edificios abandonados con las ventanas rotas.

―No te preocupes preciosa. Si tienes suerte no tendré que matarte por entrometida ―su tono de voz era frío y duro. La sonrisa perversa en su rostro no me agradaba.

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