-Prologo-

23 3 0
                                    


El ser autoproclamado como; Dios. Los secuestro a todos y cada uno de ellos de su mundo a otro.

En un mundo lleno de muertes y desapariciones, el ser que se proclamó Dios frente a ellos, tomo a los niños enfermos de los hospitales, agonizantes frente a los ojos de sus padres, dejando cascarones vacíos que poco o nada tenían que ver con los niños muertos en sus camas.

A los niños les concedió cuerpos por todo el mundo, semillas del cambio y el progreso que, al crecer, en sueños sobre su mundo de origen, trajeran inventos y descubrimientos que revolucionaran el mundo. Tomo a cientos de miles, con la intención de que al menos dos o tres sobrevivieran, aquello no era de la preocupación del ser autoproclamado como Dios.

Tomo a los suicidas y a los marginados, a los hijos de un mundo que fantaseaban con uno diferente, vidas nuevas, vidas mejores. Dios sabía que esos eran los más prometedores, los que, cegados por una ilusión de su vida previa, se lanzarían de cabeza a cumplir sus destinos, todos tejidos por Dios, quien reía al ver sus reacciones al ser cumplidas sus fantasías.

Por último, tomo a los desaparecidos, aquellos hijos de otro mundo, qué a ojos de su propio mundo, simplemente desaparecieron, como arena ante la briza salina del mar, estos individuos desaparecieron de sus hogares, de sus trabajos, de cualquier lugar en el que nadie pudiera verlos, y sin que nadie pudiera encontrarlos jamás.

Dios observo su cosecha con gran interés, despacho a los primeros con un gesto desdeñoso, pues sus inmaduras mentes no servían de mucho, solo para plantar sueños si es que sobrevivían, y en caso de hacerlo, aun tendrían que tener los recursos para realizar sus sueños. En ellos no tejió un destino especial, pues para eso tenia a los del segundo grupo, los estudiantes hombres y mujeres, los adolescentes poco agraciados, los que anhelaban un nuevo mundo y ahora lo tenían frente a ellos.

Frente al segundo grupo se presentó acorde a sus fantasías. Los volvió a todos irreconocibles unos de otros, y asumió la forma femenina y dotada de grandes atributos sexuales, vestida con una ceñida toga blanca, que esperaban ver en una situación como esa. Los hijos marginados de otro mundo, anonadados por ver algo que pensaban ficción, hecho realidad frente a sus ojos, preguntaron sobre que pasaba, sobre si serían enviados a otro mundo, si serian dotados de habilidades como en un juego RPG, si tendrían un harem y si serían los héroes de este nuevo mundo. Las mismas preguntas invariables, que Dios estaba cansado de escuchar, y ante esas proclamas, les dijo la verdad disfrazada de la mentira que en realidad querían escuchar.

—Hijos de otro mundo, convocados a este contra su voluntad —proclamo dios con una voz aguda y desesperada, bajo un coro de virotes emocionados porque su sueño fuera real.

«Malditas escorias enfermas, con que uno o dos dejen de imaginarse este cuerpo desnudo y presten atención, seria genial», pensó el ser autoproclamado como Dios, conteniendo el asco ante repugnantes seres, más allá de sus atributos físicos, eran seres inferiores, de un mundo que había elegido el camino de la debilidad, eran patéticos e inferiores, pero gracias a sus fantasías, eran las marionetas perfectas para controlar.

—Este mundo al que los convocan, está en un peligro mortal —continuo con su discurso—, ustedes que serán enviados a tierras lejanas, encarnando en nuevos cuerpos perfectos, deben cambiar el curso del mundo, previniendo que las violentas razas no humanas aniquilen a la humanidad. Mi pueblo se encuentra perdido y sin fe, necesito que acudan a ellos, se vuelvan sus baluartes de esperanza y poder, necesito que los guíen hacia la prosperidad, acabando con aquellos seres no humanos.

Mas gritos llenos de entusiasmo, prometiendo al ser autoproclamado como dios, que guiarían a la humanidad, siendo que en el fondo todos ellos pensaban más en sus fantasías cumplidas, en lo que harían una vez estuvieran en ese nuevo mundo.

Despachando a todos con un largo y profundo beso en los labios, usando el cuerpo que más anhelaban en su otro mundo. Dios se preguntó cuántos de ellos, cuantos de esos cientos de asquerosos seres inferiores, superarían su vida previa y lucharían de verdad por sus objetivos. En su experiencia, aquellos que simplemente estaban rotos y destruidos, culpando al mundo por sus propios errores y debilidad, no eran capaces de iniciar de nuevo por sus propios medios, pues a la primera caída, se romperán como frágil porcelana, puesto que aquellos que caían y ya no sabían cómo levantarse, no se levantarían milagrosamente, luego de una oportunidad ideal, sino que caerían y volverían a caer intentando levantarse. Algunos de verdad aprovecharían esta nueva oportunidad, otros lo asociarían con un mundo cruel, y se volverían parte de la oscuridad de ese mundo, la mayoría moriría cumpliendo su propósito, siendo bombas de tiempo plantadas contra los enemigos de Dios.

El último grupo eran los desaparecidos, los que tras superar su incredulidad sobre aparecer de la nada en ese lugar. Ahora recibirían de una forma más racional lo sucedido. A ellos no tenía que mentirles, a ellos les podía decir la verdad, lanzarlos a los lugares donde serian cosechados y procesados para cumplir su propósito, ya si le creían o no era irrelevante, pues no podrían escapar de su destino.

Reunidos sobre un disco dorado que surcaba el mundo, el grupo de gente grito y se quejó, alegando que esto era un secuestro, otros tantos lloraban, otros se quedaban en shock, incapaces de pensar del todo, de entender que estaba sucediendo en ese momento. Pero ignorando sus quejas, Dios se presentó ante ellos.

—Soy lo que llaman Dios —dijo con un tono frio, autoritario, que no aceptaba quejas—, les he dado el regalo de sacarlos de sus patéticas vidas, para darles la oportunidad de ser algo menos patético. Ustedes lucharan por sus vidas, contra la escoria no humana que vive en este mundo, si fallan yo destruiré sus patéticas almas para que no puedan reencarnar y ensuciar mi mundo. Acepten este destino o mueran y...

Dejando de escuchar el sermón del ser que se proclamaba dios, una persona parada cerca del borde del disco de oro que surcaba el cielo, pasando sobre océanos, montañas, continentes completos, incluso ciudades, tuvo un pensamiento que otros antes que el habían tenido.

«¿Que es lo peor que podría pasar?», pensó antes de saltar por el borde del disco, cayendo del cielo hacia un mundo desconocido, negándose a ser la marioneta de su secuestrador.

Batalla de héroes.Where stories live. Discover now