-3-El poder prometido.

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El sol que se cuela por los agujeros del techo, me hace despertar y ser consciente del dolor de mi cuerpo. Una larga chaqueta con hilo dorado, probablemente perteneciente a algún oficial, es todo lo que me protegió del frio, mientras que un grupo de hojas arrancadas, tapadas por otros restos de ropa, fueron un colchón adecuado, pero eso no quita que mi cuerpo duela como los mil demonios, cortesía de ser empujado y golpeado por las ramas de un árbol que creció sobre mí.

Un suspiro escapa de mis labios, mientras observo el cielo azul entre los agujeros del techo, la fuente con su liquido amarillo sigue fluyendo, y los cadáveres ya no apestan, gracias a que los bañe todos en ese mismo líquido, de modo que aún tengo tiempo de ver cómo me deshago de ellos, pues no quiero pensar en que pasara si los alejo de las antorchas de piedra, que se iluminan por si solas cada noche.

—¿Cuáles son mis opciones? —preguntó en voz alta al mirar el caos y la basura a mi alrededor—, no tengo como bajar de esta catedral, aun con una manguera conectada a la fuente, y suponiendo que nada la corte u obstruya, un golpe mortal sorpresivo, como el que me corto las piernas —aprieto los dedos de mis pies solo para recordar que están allá—, sería el fin del juego. No sé cómo matar a esos esqueletos, y aun que logre salir de la ciudad por un milagro, sigo en un planeta desconocido, con costumbres que no conozco, personas con una moral que podría considerar la esclavitud algo normal, por no mencionar si aparecen más esqueletos por el bosque.

«Demonios, ¿mi mejor oportunidad sigue estar encerrado aquí? Con cultivos garantizados gracias a esa fuente mágica, un refugio seguro y con algo de suerte gente que venga a buscar esa fuente, y suerte la mía, que seria que no intentaran matarme.

«¿Como le estarán yendo a esas personas que secuestraron conmigo?», con esa pregunta rondando mis pensamientos, me pongo en pie de mi improvisada cama y camino hacia el jardín de flores, deteniéndome a pensar si puedo arrancarlas y formar un cultivo en base a los árboles, creando un sistema de regadío con esa agua amarilla.

Distraído me agacho junto a una de las flores, dispuesto a tomarla del tallo, pero una espina que no llego a ver bien, se termina clavando en mi dedo haciéndome sangrar. Por reflejo me chupo el dedo, al tiempo que busco la botella con ese liquido amarillo, pero recuerdo que la tengo junto a mi cama, de modo que empiezo a caminar hacia allá.

Un ardor me surge en el dedo, algo normal en las heridas, de modo que sigo caminando. El ardor se propaga a mi dedo y luego a mi mano completa, empiezo a asustarme y apresuro el paso, mi visión se torna borrosa y me quedo quieto para no tropezar y caerme. ¿Qué está pasando? ¡No hay venenos que actúen así de rápido?

Caigo de rodillas, las paredes comienzan a volverse columnas de arena dorada que caen sin cesar contra un piso que es agua, agua translucida y brillante que, al tocarla, salpica tinta negra.

—Tengo que luchar, tengo que luchar, tengo que luchar... —repito una y otra vez mientras me agarro la cabeza, balancean dome adelante y atrás intentando convencerme de que esto no es real.


Tine se acomodó la cuerda del arco entre los pechos, mirando el cuarto abandonado de la que, en su día, fuera una de las mayores catedrales de todo el mundo, bendecida no solo por la diosa Tinuaru, sino también por una reliquia que era capaz de curar cualquier mal. Ahora la catedral estaba en ruinas y una guerra civil asolaba el país donde se encontraba, y mientras tanto, Tine tenía que recuperar la reliquia para ganarse el pan.

—Esto es triste —dijo Geul al recoger del suelo lo que quedaba de un cuadro, el lienzo parecía podrido y el marco descascarado, como si llenara siglos abandonado—, estos cuadros fueron hechos por los mejores artistas de la última era, es arte que no se recuperara.

Batalla de héroes.Where stories live. Discover now