-32- Batallas, sexo y ron.

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Corro a toda velocidad cargando el barril lleno de Mana de Fuego, los cristales caen al piso de la destilería mientras me persigue una pequeña horda de no muertos, una mezcla extraña de esqueletos y zombis de extremidades hinchadas que apestan a alcohol.

Cuando el ultimo cristal cae, lanzo el barril a un lado y me apresuro a girar en una esquina, donde Drinwe pasa corriendo en la dirección contraria, ambos chocamos los cinco en un estruendo de Mana de Aire, que nos impulsa hacia arriba como si sujetáramos una cuerda que sube a toda velocidad, elevándonos por los aires en un espacio mucho más reducido que si lo hiciéramos de forma individual.

Al aterrizar sobre las vigas del techo, miramos hacia abajo para asegurarnos que la horda de no muertos se allá reunido, y entonces lanzamos unas improvisadas granadas de Mana de Tierra y Fuego, que explotan y hacen explotar el resto de los cristales que, en lugar de crear explosiones, crean un reguero de fuego líquido, igual que el hielo que se derrite y moja todo, los cristales se funden y forman una marejada de fuego líquido que empieza a consumir la destilería bajo nuestros pies.

Pero el maldito no sale.

—Te dije que era un plan de mierda —me dice Drinwe quien me mira con los brazos cruzados, las llamas de abajo danzan sobre su armadura metálica le dan un aire de belleza letal.

Entonces un rugido llena el lugar, y el estruendo de un par de puertas al ser derribadas, me hacen sonreír antes de seguir corriendo acorde al plan. Y aunque por un momento espero que el fuego consuma al maldito monstruo, sé que eso no va a ocurrir.

Saliendo por un agujero del tejado roto, la ciudad de alza a mi derecha, alta e imponente, ascendiendo por la ladera de la montaña, coronada por la catedral que Drinwe y yo llamamos hogar. Mientras que a la izquierda las murallas de la ciudad, junto al sotobosque que cree entre las casas y edificios, bloquean la visión del cercano campamento Taurrovister.

Otro rugido me hace volver a la realidad.

Salto del tejado, impulsándome con Mana de Aire. Primero creando una plataforma donde saltar y verme repelido en la dirección contraria, y luego liberándolo a mi alrededor, pasando de su forma cristalina a una corriente de aire constante que me deja maniobrar un poco, y una parte de mi siente que si pudiera controlarlo de manera adecuada, podría volar, podría hacer mucho más que volar, pero es como escribir usando la boca para sujetar el lápiz, con suficiente practica incluso puedes hacer algo coherente, pero jamás llegaras a la sutileza real de usar las manos.

En algo que se parece más a caer con estilo que a volar, me giro en medio del aire mientras de la destilería en llamas, destrozando la fachada que da a la calle principal. Un enorme gigante no muerto emerge envuelto en llamas verde musgo, que no se ve musculoso, sino robusto, obeso incluso, pero me consta por luchas anteriores, que es más duro que pegarle a una pared y más fuerte que los Taurrovister de tres o incluso cuatro metros. Su cabeza esta tapada por restos de tela raída, no lleva camisa, solo pantalones hechos cociendo piel humana, pues se distinguen las caras en eterna agonía, mientras que su propia piel es de un verde enfermizo, propio de la enfermedad y la putrefacción. Por arma lleva un martillo hecho con Mana de Tierra, mezclado con Mana de Muerte y Mana de Oscuridad, que se combinan más no fusionan, en una empuñadura retorcida terminada en un cúmulo de cinco cráneos de carnero.

En cuanto el grotesco ser me ve en medio del cielo, corre hacia mi antes de dar un salto, dispuesto a golpearme con su martillo, pero yo llevo la mano derecha al cinturón, donde utilizo Prana para conectar con el interior de la joya que contiene mis armas, sacando de lo que parece un fogonazo de luz, una de las hachas de fuego del último Taurrovister con el que luche.

Batalla de héroes.Where stories live. Discover now