-18- Liberar la ciudad.

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Me despierto temprano, como todos los días, antes de que salga el sol, acosado por la mirada acusadora de ese mercenario, me regaña por descansar, por dormir, por vivir, cuando yo le he privado de todo eso.

Bajo los pies de la cama hecha con restos de otras camas, quitándome las mantas remendadas, para pisar sobre las alfombras que llenan el piso. Sobre mi cabeza las gárgolas me vigilan, por arriba de ellas, cuelgan los candelabros y un poco más a la izquierda de mi posición, el altar principal bajo el techo abovedado, lleno de pinturas hermosas, aun cubiertas por andamios, cuerdas y trozos de tela que cuelgan del techo, remanentes de los artistas que trabajaron en su construcción.

Colocándome la ropa remendada que he rescatado de la ciudad, una chaqueta azul, camisa blanca, pantalones negros y botas rojas, observo el lugar donde vivo, las bancas de madera, convertidas en estanterías llenas de objetos que rescato de todas partes de la ciudad, de los cristales que tienen esas bestias con cuernos, que los libros llaman Taurrúvister, con botellas de las lágrimas de Tinaru y alcohol. Vendas hervidas que cree yo mismo, sets de costura con agujas e hilos, incluso joyería hermosa, y algunos cuadros del resto de la catedral, con enormes alfombras y cortinas, colgando de cuerdas que pasan entre los pilares, para dar una sensación de orden, de que ocupo un espacio definido dentro de un espacio más grande, y no verme tentado a dejar las cosas en cualquier sitio, porque si hiciera eso, seguramente me volvería loco.

Abrochándome un cinturón con un arnés incluido, donde una botella con las lágrimas de Tinaru, y una docena de pequeños cristales de colores, hechos de una mezcla de Mana y Prana que no se replicar, pero si usar. Salgo al jardín que rodea el sagrario, del cual he arrancado todas las flores, y plantado un círculo de árboles en la zona exterior, para proteger de miradas indiscretas los campos de cultivo que tengo en la zona intermedia, nutridos por agua y las lágrimas de Tinaru, el jardín me da frutas y verduras, que me dan mi alimento, junto a unas cuantas trampas para pájaros.

Aproximándome a las ventanas que tienen vista al campamento Taurrúvister, espero a que el sol termine de salir, y cuando los primeros rayos del sol lo tocan, poderosos cuernos de guerra resuenan desde la distancia. Ni idea de que significan, pero el ritmo es el mismo, de modo que empiezo a creer que es el mismo desafió de siempre, o su forma de decirme que enviaran a otro guerrero el día de hoy.

—Estos tipos nunca se cansan... —murmuro antes de soltar un suspiro frustrado.

Luego salto por la ventana, canalizando mi Aura para fortalecer mi cuerpo, envolviéndome en un brillo blanco y rojo, caigo una docena de pisos a una terraza que hay más abajo, donde sin inmutarme por la caída, me aproximo a la fuente más cercana, donde me lavo la cara y mojo el cabello, para después volver a correr y saltar a otra terraza que hay más abajo, luego salto a un pequeño domo y me deslizo por su superficie, hasta llegar los arcos que forman puentes con el resto de la catedral, corro por la canaleta seca que hay en uno de ellos, y cuando llego al punto que pasa cerca de la entrada, salto y doy un giro en el aire para finalmente caer frente a la entrada de la catedral.

Desde las grandes puertas, el eco de la armadura sacudiéndose me hace girar la cabeza.

Aun protegido por la sombra, un ser sin piel, solo de palpitantes fibras musculares sobre el hueso negro, que asoma en diferentes lugares, me regresa la mirada con sus penetrantes ojos amarillos donde debiera ser blanco y de un verde pus en el iris. Lleva una armadura de Mana cristalizado, negra y ligeramente translucida, con una espada que brilla al blanco vivo en la punta, mientras que en la empuñadura es al rojo vivo. Cada vez que esa arma corta o choca contra algo, ese algo explota de forma violenta, la armadura es inmune a las lágrimas y de hecho, hace que estas se evaporen, y para empeorar las cosas, el maldito aún conserva su experiencia como mercenario.

Batalla de héroes.Where stories live. Discover now