Las posibilidades que ofrece el aura son fascinantes, gracias producirla de una forma consiente, forzándola a nutrir mis músculos consigo que el dolor y el cansancio físico se reduzcan, pero a cambio tengo que sufrir un intenso frio, igual a estar desnudo en una tormenta de nieve. Luego de eso, aplicarla de forma focalizada, me permite fortalecer mi fuerza física, y si la aplico a un objeto, como una piedra, puedo volverla un proyectil que hace explotar cabezas, y gracias a improvisar una honda, ahora puedo explorar con más seguridad, aniquilando enemigos a distancia sin que me noten.
Todo marcharía genial si no fuera porque, en una zona de la ciudad, llena de refinerías y forjas, justo en la entrada a las minas, me tope con un grupo de seres de miedo.
Bípedos y de pieles transparentes, dejando ver venas y músculos morados, que al salir al sol se vuelven gradualmente blancos, por secretar una sustancia espesa que, al endurecerse, se vuelve una especie de caparazón agrietado, del cual fluye esa sustancia blanca. Sus cabezas recuerdas a tiburones martillo, con las bocas siendo extraños agujeros circulares llenos de dientes, como si fueran una especie de sanguijuelas, tienen tres dedos y sus pies son redondos, produciendo un extraño sonido de succión al caminar. Usan armas de piedra y madera, como si le tuvieran miedo al metal, y además de todo lo anterior, los malditos son rápidos y fuertes, muy fuertes. En un momento, lance un proyectil potenciado por Aura desde mi honda, y aun que rompí la cascara blanca, el maldito apenas se sacudió y luego giro a verme, con sus grandes ojos amarillos, para luego correr en mi dirección, subir por un muro que separa dos niveles de una plaza, e intentar darme muerte con su arma. En ese momento exprimí hasta la última gota de mi Aura, y salí corriendo por mi vida, perdiéndolo por correr más rápido que él.
—¿Es una cuestión de fuerza de mi Aura? —pregunto al observar un grupo de seres desde un catalejo que encontré en aquel gremio de mercenarios donde monté mi base fuera de la catedral.
Si soporto un golpe con Aura como si nada, ¿es una cuestión de que soy muy débil o es una cuestión de que son inmunes al Aura? Si es lo primero hay solución, si es lo segundo también hay solución, pero significa que tendría que luchar con la fuerza de un humano, contra un ser de casi dos metros, del cual no pude escapar sin ayuda del Aura.
«Tiene que existir una forma simple de matarlos, sino la humanidad no podrir evolucionar en este mundo», reflexiono mientras esos seres parecen comunicarse y hablar, señalar un almacena y las cadenas que sujetan las puertas, siendo evidente que ninguno quiere lidiar con el metal.
Der un segundo a otro, el estruendo de un cuerno de guerra resuena y me hace girar la cabeza, pero no llego a distinguir nada más allá de las altas murallas que rodean esta zona más baja de la ciudad, por lo que sin pensarlo guardo el catalejo y usando la poca Aura que puedo utilizar, corro por los tejados sin perder tracción, ni tampoco pierdo el equilibrio, pues el Aura compensa cualquier inclinación de forma instintiva, más bien, yo soy quien lo hace buscando no caer, y es el Aura la que reacciona a esos instintos, permitiéndome correr libremente por los tejados, saltar sobre las calles e incluso correr por paredes durante unos segundos.
Cuando llego a una alta torre cuadrada, rodeada de cuerdas y andamios que se usaban para subir mercancía directamente a la catedral, por una especie de camino privado. Subo por las escaleras a toda prisa, y me detengo en la parte más alta, tomo el catalejo y apunto hacia una mancha oscura que antes no se encontraba en las llanuras que hay entre la ciudad y el bosque.
—Mierda, es un ejército —digo al usar el Aura para potenciar la fuerza de mis ojos, a coste de perder el oído casi del todo, pero pudiendo ver incluso más aya de lo que veía hace un momento.
En el ejercito distingo cuernos y armas, incluso algunos carros enormes que supongo son para maquinas de asedio, pero sus uniformes parecen ser peludos, a juzgar por lo que llego a distinguir.
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Batalla de héroes.
FantasyEl ser autoproclamado como: Dios. Los secuestro y los envió a otro mundo. En un mundo de muerte y guerra, en el eterno girar del destino, sin comienzos ni finales, un grupo de seres proclamándose como dioses, juegan con un sin numero de razas para...