CAPÍTULO 24

864 45 1
                                    

Chris

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Chris

—¿Una fiesta? —pregunta David mirando una especie de folleto.

—¿Por qué quieres ir a una fiesta de una desconocida? —cuestiono yo también.

—Porque me han dicho que la chica tiene una casa enorme y que pueden ir quienes quieran, nunca hemos estado en una de estas —dice Tyler, de brazos cruzados sobre la mesa.

—Seguro que va al St. Joseph —añade PJ, tomando el folleto de la fiesta. Noto cierto deje de envidia, quizás a ella le hubiera gustado asistir.

—¿Venís o no? —insiste el que ha comenzado todo esto—. He pensado decírselo a Chad. Aunque no te hables con él, Chris, puede venir con nosotros puesto que no tenemos nada que ver en vuestro asunto y es al que más le gustan estas fiestas.

—No os he prohibido que habléis con él, de hecho, puede sentarse aquí en vez de con los drogadictos —defiendo ante el comentario de Tyler, lo cual le sorprende.

—Se nota que no está a gusto con ellos, no deben de caerle muy bien, mirad qué cara tiene —añade PJ con la vista sobre él, sentado en la mesa con esos que fuman vete a saber qué en los rincones no vigilados por los profesores.

—Volviendo a lo de la fiesta, yo lo veo buena idea, podríamos ir y pasarlo bien —propone David, teniendo la aprobación de su novia.

—Sí... Puedo invitar a Sam, seguro que lo pasará bien.

—Genial, os recojo el viernes a las diez, llevaré el coche de seis plazas por si alguien más quiere apuntarse —concluye Tyler.

Una fiesta como esa puede ser una buena experiencia para Sam, sé que ella no ha estado nunca en una. Creo que le vendrá bien sumar nuevas vivencias y ver cómo los de nuestra edad se lo pasan bien.

—Eso suena muy interesante.

Me resulta reconfortante, mucho, además. Porque lo he dicho por mí misma, nadie ha tenido que decirme qué contestar ni qué hacer.

Me dedica una sonrisa que busca complacerme, a lo que yo respondo de igual forma. Disfrutando de esos maravillosos instantes.

Durante la clase de ciencias —mi favorita últimamente y no por la asignatura ni por la profesora—, Sam se sienta a mi lado y comienza a sacar sus cosas, entre ellas sus cartas. Hacía ya que no la veía con ellas.

—¿Vas a jugar? —me pregunta al ver que la estoy mirando.

—Bueno, solo un par de partidas.

—Está bien.

Reparte nuestras respectivas cartas a cada uno y comenzamos a jugar mientras disimulo que estoy atendiendo. En uno de mis turnos, me doy cuenta de que no tengo más cartas para poder echar, así que tengo que coger del montón. Pero no son cartas lo que precisamente tocan mis manos; Sam ha decidido en ese momento ordenar el montón, dando lugar a que mi mano esté tocando la suya. Es cierto que ya la había cogido de la mano antes, pero es la primera vez que siento su piel de verdad, que soy consciente de ello. Y es tan suave y cálida que nunca me había apetecido tanto seguir tocándola. ¡Por los dioses! Estaría tocando su pelo, acariciando todas las partes de su cuerpo hasta que lograra quedarse dormida en mis brazos.

Enamorando a SamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora