Capítulo 37: Arturo

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Una cara de la moneda que no hemos visto

El ruido de la fiesta aumentaba cada vez más entre más se acercaba la medianoche. La mayoría de los hombres se encontraban medio ebrios y casi todos estaban distraídos. Incluso los sirvientes estaban contentos y poco concentrados en sus trabajos.

Su padre se retiró, al igual que su tío Ambrosio. Lord Aureliano por otra parte se encontraba enfrascado en una conversación con el rey Pellinore. Esa era su única oportunidad de escabullirse y la iba a tomar a como diera lugar.

Al pasar por lo largo de la habitación, era saludado por todos los que lo conocían y eran lo suficientemente cercanos a él, aunque tampoco faltaban las personas que le tenían la suficiente confianza para acercarse a él, como si se trataran de grandes amigos. En parte, era culpa suya pues así lo permitió en el pasado, pero en ese momento los encontraba molestos y solo podía sonreírles con una pesadez mal disimulada. Por suerte la gente, o le ponía poco interés o estaba lo suficientemente ebria para notarlo.

A travesó la puerta que daba a un pasillo mucho más oscuro sintiéndose libre de poder hacer lo que quisiera, sin embargo, sin previo aviso, alguien poso su brazo alrededor de su cuello, y lo hizo sobresaltarse. Aquel no era nada más ni nada menos que Gawain, quien ya se encontraba hasta el borde de borracho.

El caballero intento decir algo, aunque apenas y era un balbuceo incomprensible, y por poco vomitaba allí mismo. Arturo, alarmado intento apartarlo para evitar ser ensuciado y justo a tiempo, apareció Dagonet para atraparlo, antes de que su compañero cayera al suelo. Afortunadamente, aquel espasmo no paso a mayor y Gawain en realidad no vomitó.

—Arturo perdónalo por favor —gimoteó Dagonet mientras lo acomodaba junto a su cuerpo para poder cargar con él—. Yo le he permitido beber de más desde la última vez y se ha pasado de la línea debido a la emoción.

Arturo vio a sus caballeros, apenas capaz de comprender lo que hacían. Por supuesto, cuando ocurrió lo de "la última vez", él no estuvo presente y solo escucho algunas cosas. A lo que Dagonet se refería, era a la vez en que se perdieron por beber hasta los codos, luego de celebrar la derrota de la dragona. En aquella ocasión, sufrieron una reprimenda y castigo que jamás podrían olvidar, aunque tampoco lo suficiente como para hacerlos olvidar su amor por la bebida.

—Prometimos que jamás volveríamos a beber juntos otra vez, ya sabes, para que no causemos más desastres. Así que, desde ahora, solo uno podrá beber todo lo que quiera y el otro cuidará que no pase nada malo.

—¿Y cómo decidieron quien toma el turno? —preguntó Arturo, con verdadera curiosidad, aunque quisiera irse.

—Lo dejamos al azar, pero creó que Gawain hizo trampa, aunque no importa porque yo también tenía intenciones de hacer trampa.

Dagonet comenzó a arrastrar a un Gawain que apenas era capaz de mantenerse en pie. Ambos hombres se perdieron al final del pasillo y no se volverían a encontrar con Arturo hasta el día siguiente. Pero lo que Arturo no sabía, era que Dagonet cuidaría amablemente a su compañero durante toda la noche. Lo llevaría hasta su habitación y lo acurrucaría en su cama, también le limpiaría el rostro y cualquier otra cosa que fuese necesaria. Durante toda la noche estaría a su lado, mientras dormía con ternura, como si fueran una pareja joven.

Aunque fuesen jóvenes y de cierta forma amantes, entre ellos no existía una conexión como la de Merlín y Arturo, al menos no por parte de Gawain. Dagonet pensaba que su compañero haría lo mismo por él, y aunque no estaba del todo equivocado, los motivos detrás de esto eran la principal y gran diferencia. Mientras que para Dagonet, cuidar de Gawain era un gesto de amor y cariño, para Gawain, cuidar de Dagonet era más un acto de lealtad, una obligación que tenía con su compañero por los años de conocerse y los tratos que desarrollaron entre ellos. Pero claro, no sería tan cariñoso ni la mitad de atento.

Merlín y Arturo (+18)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora