Aureaterram
Estaban en la costa y frente a ellos había un muelle viejo, destartalado, casi fantasmal. A lo lejos podían ver edificios cubiertos por una niebla espesa; parecían estar más distantes de lo que en realidad eran. Si pudiesen describir la ciudad que se alzaba frente a ellos, usarían palabras como: lamentable, muerte, dolor, horror, desolación, devastación, inmundicia entre otras que fueran por el estilo.
Casi tres semanas les costó llegar hasta el reino de Aureaterram. El problema no era como tal la distancia o las aguas. Curiosamente, luego del espíritu guardián, casi no lograron encontrarse con otras criaturas que representaran algún peligro. Lo más llamativo fueron un par de fantasmas que amablemente le ofrecieron indicaciones, pero que rechazaron por razones obvias. Y al estar más cerca de su destino, se toparon con lo que parecía ser el cadáver flotante de un monstruo marino de cuerpo alargado y boca repleta de dientes filosos.
Más tarde, un tercer fantasma les explicó que esas aguas estaban repletas de monstruos y criaturas demoniacas, para poder proteger los secretos de la isla. Algunos de los que allí se encontraban eran feroces y peligrosos para cualquier embarcación, mientras que otros eran más sutiles, seductoras criaturas que atraían a los marineros hasta el fondo del mar.
De inmediato muchos de los hombres se emocionaron ante la insinuación de sirenas. Bien sabido es que todos los marineros tienen como mayor anhelo, conocer a una sirena para convertirla en su esposa u obtener sus tesoros. Pero para mala suerte de esos hombres —o quizá buena fortuna—, nada de eso existía ya en esas aguas. Al parecer, lo que mantenía allí a las criaturas poderosas era la magia misma del reino, que las atraía y las encadenaba. Pero día con día, la magia del reino caído se debilitaba de poco en poco y los dejó indefensos. Los pocos seres que existían ahí eran desde mediocres a incapaces de crear mayores problemas que el matar a una persona. Y la presencia del monstruo marino no era más que una coincidencia.
—A veces se aparece una de esas cosas, una de esas, ya saben, esas cosas, ¿Cómo se llaman? —explicó el fantasma—, una... una... una culebra marina, ¡sí! Una de esas cosas marinas. Buscan refugio aquí cuando están muy heridas por las peleas con otros monstruos, pero la mayoría solo viene a morir. Esas nada más sirven para podrir el agua porque ni los cangrejos se las quieren comer.
El fantasma también les explicó que aún existían algunos hechizos que causaban problemas incluso con la magia del reino en decadencia, y que aquella era la principal línea de defensa del reino. Les dijo que, aunque siguieran la ruta segura, se verían afectados por el mismo hechizo, pero en menor medida.
Más tarde comenzaron a sentirse melancólicos y pesados. Parecía que todos estuvieran agotados luego de un día horrible. La mayoría realizaba su trabajo de mala gana, o directamente no hacía nada, por lo que se echaban al suelo para lamentarse. No siempre era así, pues de vez en cuando sus ánimos se elevaban de nuevo, como si nada hubiese ocurrido, pero aquellos momentos eran muy escasos, de forma que, lo que suponían debía de ser un día de viaje, termino por convertirse en cuatro.
Merlín se preguntó cómo serían los efectos en las zonas menos seguras. Si aquello los hacía sentir tristes y cansados, seguramente a otros los hubiese hecho sentir miserables, culpables o peor. Aquellas personas tal vez intentaran suicidarse, asesinar a otras o cosas aún más horribles. Era posible, si tomaba en cuenta que lo experimentado por ellos no era nada comparado con lo que se suponía debía de vivir.
Cuando su barco finalmente tocó la orilla, rápidamente procedieron a realizar todo lo debido para desembarcar, pero una vez el puente estuvo frente a ellos, nadie dio un solo paso. Los hombres estaban nerviosos ante lo desconocido, con la esperanza de que el compañero de al lado diera el primer paso, o cualquier otro que no fuesen ellos; por lo que aquello terminó por convertirse en un círculo vicioso de no hacer nada.
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Merlín y Arturo (+18)©
FantasyLa historia jamás contada entre el famoso mago Merlín y el legendario rey Arturo de Camelot. Arturo y Merlín se conocen desde muy pequeños, hasta que un día descubren los sentimientos que sienten el uno por el otro y deben de afrontar un sin fin de...