Capítulo 37

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El primer paso que di en aquella casa, me erizó la piel. El ambiente era tétrico y un viento helado recorrió mi cuerpo. Un ruido se escuchó en el segundo piso de aquella casa, así que mi mirada se clavó en el techo... concentrándome totalmente en escuchar hacia donde se dirigían aquellas pisadas. Y aunque parecía que se alejan más y más, el sonido de alguna lata cayendo me hizo pegar un brinco. Cuando miré de donde provino ese sonido, solo vi un gato negro, sentado devolviéndome la mirada con esos ojos color verde, me dio escalofríos pues sentí que con solo centrar su mirada en mí conocía el tipo de persona que soy. Y aunque trate de ocultarlo, no me gusta ser juzgado. Ignoré aquel gato, el cual con cada paso que daba adentrándome en esa casa, solo podía seguirme con la mirada. Dicen que los gatos negros son de mala suerte, así que ¿acaso esto es una señal? ¿Debería irme de aquí? Este juego me pone de los nervios. Nunca había tenido una sensación tan extraña como la tengo hoy. ¿Será porque JiMin esta en medio de todo este lío? No lo sé, pero temo que todo vaya cuesta abajo desde este punto en adelante. Últimamente ya nada me sale bien, y no sé si simplemente es mi suerte o es culpa de el maldito al otro lado de la línea.

Comencé a subir las escaleras, y escuché unos suaves quejidos. ¿JiMin? Me dirigí rápidamente a una de las puertas, de donde aquel quejido provenía. Con cautela, comencé a abrir la puerta... cuando por fin tuve un visual de lo que allí se encontraba, me quedé helado en el lugar. ¿Qué hace ella aquí?

Delante de mi se encontraba una chica, que parecía que apenas venía recuperando la conciencia. Sus ojos marrones hicieron contacto visual con los míos y pude ver un poco de esperanza en ellos, y no supe que hacer. Ella se encontraba atada de pies y manos sobre una mesa. Amordazada para que no pudiera gritar demasiado. Y allí, en ese instante, apareció en mi cabeza aquella voz...

"Mátala, mátala, mátala."

No supe en que momento me caí, pero al abrir los ojos me encontraba en el suelo de aquel lugar, con lágrimas en mis ojos. ¿Qué me está pasando? La chica comenzó a retorcerse en aquella mesa, desesperada pidiendo ayuda. Solo podía escuchar un suave "ayúdame" de parte de ella pues aquella mordaza apenas dejaba que se escuchara. Una parte de mi, quiere dejarla ir, pero la gran parte quiere comenzar a descuartizar su bonito cuerpo. Mi cuerpo comenzaba a temblar, mil pensamientos invadieron mi mente. Debo irme de aquí, no vine a esto, vine por JiMin... pero, ¿desperdiciar esta oportunidad?

Siento que mi cuerpo esta tratando de ser controlado por dos personas. Siento como luchan en mi mente por tomar el mando. No puedo ser estúpido. Esto es solo una trampa.

"Aunque sea una trampa, ¿qué de malo hay en descuartizarla?"

¿Qué hago?
¿Qué hago?
¿Qué hago?

"La quiero muerta."

Me acerqué a la chica, y tragué hondo. Pasé una mano por su mejilla humedecida por sus lágrimas. Es hermosa. Su piel tan suave. Sus ojos llenos de lágrimas, rogando que le ayude. Solté un suspiro y comencé a desatar sus pies. Con cada movimiento que hacía para quitarle aquella cinta que habían usado, mis pensamientos no dejaban de correr. No quería soltarla, pero no iba a dejar que la persona que me tendió esta trampa, gane. Cuando ya por fin, luego de luchar con mi propia mente, la había desatado, ella se echó a llorar en mi hombro y me rodeó con sus brazos.

— Gracias, de verdad, muchísimas gracias. — sollozó.

Si pudiera leer mi mente no estaría tan agradecida.

— Hay que irnos.

Me separé de ella y le di la espalda. No sabía que debía buscar en esta casa. ¿Cuál es la pista? Comencé a caminar fuera de esa habitación, y sentí la presencia de alguien justo a mi lado. Era ella. Sus pequeñas manos agarraron la mía, y por instinto iba a quitarla, pero me detuve. Por un momento me recordó a Yang Mi. Así que sostuve su mano y la guiaba por la casa, la llevaría a la salida pero mientras caminaba iba checando las habitaciones de aquel lugar, y sinceramente nada parecía fuera de lo normal hasta que bajamos las escaleras y me fijé en una puerta que quedaba a mi derecha. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, por alguna razón aquella puerta me daba una sensación de que algo se ocultaba detrás de ella.

Me acerqué a la puerta, la chica aún agarrada de mi mano. Como en las películas de terror, fue llevando mi mano lentamente a aquella manija. Mis dedos sintieron el frío del metal... y un escalofrío me recorrió la espalda, pues aquella chica que venía sujetada a mi, comenzó a soltar una suave pero terrorífica risa. ¿Porqué demonios se está riendo?

— ¡Sorpresa, Kim TaeHyung! — gritó, no sé en que momento sacó un cuchillo ni de donde lo sacó, pero iba directo hacia mi pecho.

Con la espalda contra la puerta, la abrí, y no esperaba que esta dirigiera al sótano, pero solo sentí los golpes en mi cuerpo cuando caía por las escaleras. Al llegar abajo, coloqué una mano en mi costado, juro que rompí una de mis costillas al caer.

Escuché como ella bajaba los escalones, uno a uno. Subí la mirada, topándome con la de ella, una sonrisa casi de oreja a oreja. Sus mejillas sonrojadas.

— Oh, Tae Hyung. — gimoteó.

— ¿Quién demonios eres?

No contestó. Miré alrededor, buscando algo con que defenderme, y ahí entendí porque esta puerta me dio escalofríos. Muchísimas fotos de todos los chicos se encontraban pegadas a la pared, en especial de Jung Kook. JiMin se encontraba en el medio de todo, atado como Jesucristo. Parecía estar inconsciente. Su cuerpo cubierto de sangre.

— ¡¿Jimin?! ¡JiMin! — llamé, pero no respondía. Comence a arrastrarme hacia el pues el dolor en mis costillas no me permitía moverme bien.

— Si Jung Kook estuviera aquí, le encantaría verte así. Kim. Tae. Hyung.

Nota de autora:
Volví. Aquí les dejo otro capítulo. Espero les guste.<3

Rescue me. | TaeHyungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora