25: Acción, arrepentimiento y amor

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Pedri.

Seguíamos los dos abrazados en mi sofá. Ninguno de los dos decía nada pero el silencio era increíblemente cómodo. No hacía falta decir nada para estar a gusto con Ona.

—¿Te estás quedando dormida? —murmuré mirándola un poco.

—No, pero estoy muy a gusto aquí —se acurrucó un poco más en mis brazos. Estábamos totalmente unidos—. Hueles muy bien.

—Tú también, Ona —le besé en el pelo—. ¿Tienes hambre o ya habías cenado?

—No he cenado porque antes no tenía hambre pero ahora un poco si —alzó su cabeza para mirarme.

—Voy a la cocina a ver qué hay —me levanté del sofá con cuidado y me dirigí a la cocina.

Abrí la nevera en busca de algo que le pudiese gustar pero no sabía el qué. Me quedé mirando lo que había hasta que vi de reojo como Ona entraba a la cocina apoyándose en el marco de la puerta.

—¿Qué te apetece? —le pregunté. Di una mirada rápida a su cuerpo de arriba a abajo y volví a mirar la nevera. Iba vestida con unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes pero para mí estaba increíble de todas formas. Para mí y para cualquiera que tuviese ojos, porque madre mía.

—Si te digo de verdad lo que me apetece... —me miró con una sonrisa pillina.

—Pues dímelo —le reté cerrando la nevera y acercándome a ella. Noté como se ponía nerviosa y reí—. ¿Cómo es posible que te sigas poniendo nerviosa conmigo si nos conocemos de hace dos meses?

—Pues porque no dejas de mirarme a los ojos y me pones nerviosa.

—¿Yo?

—Si, es que tienes una mirada intensa Pedri y si me miras fijamente pues pasa lo que pasa. Ya te lo dije —me reí—. ¿Tienes helado? Me apetece.

—Creía que te apetecía otra cosa.

—Primero el helado —bromeó yo le miré mal.

Abrí el congelador y saqué helado en tarrina de stracciatella. Ella sonrió y sacó dos bowls y dos cucharas. Una vez que ambos ya teníamos el helado, cada uno cogió su bowl y su cuchara.

—Mhm —Ona saboreó de su helado—, está riquísimo —volvió a chupar su cuchara mirándome a los ojos.

—Eres una cabrona —resoplé con una sonrisa.

Ella se alzó de hombros y volvió a comer de su helado. Yo no dejaba de mirarla, me estaba poniendo mucho ver como se comía el helado. ¿Como una persona podía ser tan sexy haciendo algo tan simple?

—Gracias —me dijo sonriendo.

No pude aguantar más y dejé mi bowl de helado en la encimera de la cocina. Me acerqué hasta ella y le quité suavemente su helado dejándolo donde estaba el mío.

—Oye, que yo si que quería mi helado.

—Cállate anda —le dije.

—Pues si lo dejas ahí se van a derretir.

—Joder, tu si que me estás derritiendo a mí, Ona.

Junté nuestros labios en un beso intenso y salvaje. Saboreaba los restos de helado de su boca que al estar frío, hacía que me gustase aún más. Baje mis manos hasta su culo y lo masajeé apretándolo mientras ella dirigió sus manos hasta mi cuello. La cargué en brazos apoyándola contra la pared y ella rodeó mi torso con sus piernas.

Seguimos besándonos apasionadamente, yo metía mi lengua en su boca lentamente como a ambos nos gustaba y nos excitaba. Ona soltó un suspiro en mi oído cuando comencé a bajar mis besos desde su mejilla hasta su cuello y mandíbula. Lamí toda esa parte logrando que a ella se le pusieran los pelos de punta por el escalofrío que le había causado.

Demuéstrame amor | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora