30: Diferencias notables

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Ona.

Me separé de los labios de Pedri después de un buen rato comiéndonos la boca. Estaba agitada y tremendamente relajada en ese momento. Hacia un rato estábamos en medio de la multitud besándonos apasionadamente pero la gente nos empujaba así que decidimos irnos hasta una esquina para que nadie pudiese molestarnos. Y ahí estábamos, Pedri con sus manos apoyándome contra la pared y besándome con todas las ganas del mundo.

—¿Qué hora es? —le pregunté nada más separarme de su boca.

Pedri sacó su móvil del bolsillo y me enseñó la pantalla.

—¿Ya son las cuatro? Qué rápido se me ha pasado el tiempo —le dije.

—Es lo que pasa al estar conmigo...

—Serás creído —reí—, aunque no puedo negarlo, es verdad.

Mi novio sonrió con superioridad y bajó sus manos hasta mi culo para darle un apretón con fuerza. Yo me asusté pero luego sonreí.

—Si nos ven...

—¿Qué pasa si nos ven? ¿No puedo disfrutar del culo de mi novia? —se acercó más a mí.

—Si, pero...

—Deja de pensar tanto y vuelve a besarme, Ona —se mordió el labio.

Yo me acerqué a él atrayéndolo hacia mi por el cuello. Ambos sonreímos en medio del beso. Me lo había pasado tan bien en esta fiesta que se me estaba pasando volando el tiempo. Había bailado muchísimo con las chicas, incluso con Sira que al final se animó y se divirtió. Jugué también a algunos juegos con Balde y Gavi, que por cierto les gané, y ahora estaba disfrutando de mi novio, el cual estaba totalmente entregado a mí.

Su lengua me pilló desprevenida cuando la introdujo en mi boca acariciando la mía lentamente. Me hizo excitarme tanto que sin querer se me escapó un suave gemido que solo pudo oír Pedri y que al oírlo sonrió volviendo a besarme con la misma intensidad de antes. Sus manos masajeaban mi culo sensualmente y yo estaba ya a punto de temblar.

Pedri se separó de mí esta vez mirándome a los ojos directamente. Ambos sabíamos lo que queríamos y ambos lo necesitábamos en ese mismo instante. Sus pupilas derrochaban excitación y supuse que las mías estaban igual o peores.

—Pedri... —murmuré pasando mi lengua lentamente por mis labios.

—Sígueme —me susurró.

Empezó a caminar hasta llegar a las escaleras de la casa de Gavi y subirlas. Yo le seguí hasta la que era "nuestra habitación", es decir, la que nos íbamos a quedar estos días. Nada más entrar en ella, Pedri cerró la puerta y puso el pestillo.

—Ahora si que ya no te preocupa que nos puedan ver ¿no? —murmuró sonriendo burlón acercándose a mí.

—Pues espero que Gavi no tenga cámaras en casa —miré alrededor bromeando.

—Tú estás loca niña.

Él rio levemente y me empujó suave contra la pared.

Me apartó mi pelo del cuello y empezó dándole suaves besos húmedos. Luego comenzó con las lamidas y los besos intensos por mi clavícula mientras suspiraba. Este hombre cualquier día me iba a matar con las cosas que me hacía, joder.

Él me tenía contra una pared besándome el cuello sin parar así que yo lo que hice fue ir desabrochándoles los botones de la camisa hasta llegar a quitársela por completo y tirarla por el suelo. Pedri me cogió en brazos y me llevo hasta la cama donde me dejó tumbada con él encima de mí.

Ahora fui yo la que le besé en los labios metiendo mi lengua en su boca. No podía más, necesitaba que hiciese algo.

—Joder... —murmuré al separarme de él.

Demuéstrame amor | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora