15: Casa sola

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Pedri.

—¿Qué tal? ¿Te han caído bien mis amigos?

Ona estaba sentada al lado mío en el sofá y yo no había podido dejar de mirarla desde que le había abierto la puerta esta tarde. Es que estaba guapísima y más con esa falda apretada que le quedaba increíble. Necesitaba decírselo, decirle que estaba demasiado guapa pero no podía hacerlo delante de mis amigos porque se pensarían cosas que no son y podía incomodarla. Aún así no me pude contener y le había puesto una mano encima de su pierna por un buen rato. Y sabía que le había gustado.

—Si, son muy majos. Y graciosos —me contestó levantándose y yo hice lo mismo.

—Ya te dije que son buena gente.

Vi como recogía algunos vasos de la mesita que había en medio y le puse una mano en su brazo para que párese de hacerlo.

—No hace falta que lo hagas, ya lo hago yo —le dije.

—Te ayudo, tranquilo —volvió a coger los vasos y se dirigió hasta la cocina sin darme tiempo a responderle.

Yo cogí lo restante que estaba en la mesa y le seguí. En cuanto entre en la cocina y le vi de espaldas a mi, no pude mirar a otro sitio que no fuese su cuerpo. Esta chica algún día me iba a matar.

—Gracias —le dije cuando ya estaba al lado suyo y sentí como un escalofrío le llegaba. Se lo había dicho muy cerca de su oído sin querer.

Ella me sonrió y luego volvió hacia el salón, yo la seguí.

—¿Qué hora es? —me preguntó.

—Pues las diez, todavía es pronto —le contesté y ella asintió un poco con la cabeza.

Me senté otra vez al lado suya y le volví a poner una mano en su pierna con suavidad. Ella miró mi mano y me dio la sensación de que se ponia algo nerviosa así que retire mi mano despacio para no incomodarla. Pero entonces hizo algo que no me esperaba para nada, volvió a poner mi mano en su pierna pero esta vez un poco más arriba y se cruzó de piernas dejando mi mano entre las dos.

Le miré a los ojos y me pasé la lengua por los labios, ella sonrió y me volvió aún más loco.

—No te lo he dicho pero hoy estás guapísima —le dije mirándole a los ojos todavía.

—Gracias, tú también estás muy guapo Pedri.

—Es que esa falda te queda espectacular.

—¿Te gusta?

—Me flipa —dije mirándolo.

—A mí también —sonrió de lado seductoramente que hizo que mi mirada fuese directa a sus labios.

Me pase unos sengundos mirando sus labios pero después volví a mirar a sus ojos y vi que ella estaba haciendo lo mismo. Estábamos cara a cara en el sofá de mi casa los dos solos y el ambiente estaba demasiado raro, en el buen sentido, desde que ambos nos habíamos visto.

—¿Lo vas a hacer? —susurró logrando que le oyese mientras miraba a sus labios—, o si no tendré que hacerlo yo.

—¿El que?

—Ya sabes de lo que hablo —sonrió.

—¿Estás segura? —apoyé mi mano en su cuello acercando su cara más a mi. Ahora estábamos a centímetros.

—Nunca he estado tan segura de algo.

Y justo cuando acabó de decir la frase uní mis labios con los suyos. Nos fundimos en un beso lento pero a la vez intenso. Su lengua se metía en mi boca con una lentitud tan sexy que me desesperaba por completo. Mi mano en su cuello le acariciaba la mandíbula provocándole escalofríos. Ahora fui yo quien metí mi lengua en su boca acariciando la suya, escuché como ella suspiraba casi soltando un gemido cuando le mordí un poco el labio sin llegar a hacerle daño.

Demuéstrame amor | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora