14: Buena gente

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Ona.

La hora de mi móvil marcaba que eran las 19:49 y yo todavía no había ni salido de casa.

Normalmente yo era muy puntual pero esta vez no sabía lo que me había pasado que me había demorado un poco más en arreglarme. Al final me decanté por una camiseta básica y una falda veraniega que se ceñía muy bien a mi cuerpo y mis curvas. Era corta pero no demasiado así que estaba perfecta. Acompañé el outfit con un bolso negro y unas zapatillas también negras. Dejé que mi pelo se secase al natural después de la ducha y se me hicieron unas ondas no muy marcadas, me maquillé un poco con rimmel y base y me puse mi collar de oro favorito. Es decir, que iba bastante pija pero me daba igual, cada día iba con un estilo diferente.

Una vez que estaba lista salí de mi casa despidiéndome de mis padres diciendo que iba a quedar con alguien.

Mis padres nunca me habían prohibido muchas cosas, nunca habían sido estrictos conmigo ya que se fiaban mucho de mí. Antes si que me preguntaban con quién iba a quedar pero ahora ya les daba igual si era un chico, una chica o cualquiera, porque yo ya era lo suficientemente responsable como para saber con quien me juntaba. Eso si, si les traía a alguien a casa, especialmente chicos, mi madre tenía que darle el visto bueno aunque normalmente yo tenía buenos gustos, digamos. Así que simplemente se despidieron con un "pásatelo bien".

Me metí de nuevo en WhatsApp para ver a cuantos minutos estaba la casa de Pedri de la mía. No estaba muy lejos pero había que coger el transporte público, en mi caso, el metro ya que no tenía coche todavía.

Tuve que esperar diez minutos en la parada de metro y otros veinte para llegar a casa de Pedri, es decir que llegaba bastante tarde. Habíamos quedado a las ocho y yo llegaba a las ocho y media, perfecto.

Me quedé parada mirando la casa por fuera, era como una casa sencilla pero moderna. Parecía que tenía dos pisos y estaba pintada de blanco. Había un garaje al lado de la puerta pero no había jardín. Llamé al timbre decidida una vez y esperé.

Volví a llamar al timbre cuando nadie contestó y justo en ese momento me di cuenta de que se escuchaba una música de dentro, se paró en el momento que llamé por segunda vez. Y de repente alguien abrió la puerta sorprendiéndome tanto que casi me da un infarto al pensar que me había equivocado de portal pero no, enseguida le reconocí. Era uno de sus amigos que había visto en los cuadros del restaurante, pero no me acordaba del nombre como era de esperarse.

—¿Hola? —me dijo mirándome con curiosidad.

—Hola —dije sin vergüenza. La verdad que no estaba muy nerviosa— ¿está Pedri?

—si, pero ¿quién eres? —me preguntó aún confundido.

—Dile a Pedri que salga, porfa —le dije con una sonrisa intentando ser amable.

—¿Para qué? ¿Le conoces? —frunció el ceño.

Joder, este chico tenía un poco de mal genio.

—Soy una amiga suya.

—Vale, ahora vuelvo. No entres —me dijo y cerró un poco la puerta sin llegar a cerrarla del todo.

Espere fuera hasta que la puerta se volvió a abrir y ahora si que vi la cara de Pedri. Él sonrió en cuanto me vio.

—Creía que me ibas a dejar plantado. La puntualidad no es lo tuyo, eh —se acercó a darme un abrazo con ansias que correspondí al instante con una sonrisa.

—Pues veo que estás acompañado —dije refiriéndome a su amigo—, no me habías dicho que iba a haber más gente...

—¿Qué querías? ¿casa sola? —sonrió de lado.

Demuéstrame amor | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora