EXTRA 2 | Especial 500k

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Pedri.

—¡JODER GAVI, ¿QUIERES CONDUCIR MÁS RÁPIDO?! —le grité desde la parte trasera del coche histérico.

—¡No puedo! Ya voy a 150, ¿qué quieres? ¿que me multen o nos matemos? —me contestó él igual de nervioso.

—¡Pedri! ¡Por favor! ¡No puedo más! —gritó Ona a mi lado apretándome tanto la mano que creía que me la iba a romper.

—Ona, estoy aquí ¿vale? —le cogí de la cara, mi novia estaba sudando—. Mírame y respira conmigo, no te va a pasar nada, estamos llegando al hospital ya.

—Me duele mucho, voy a morirme —sollozó mirando hacia el techo del coche.

—Amor por favor, aguanta. Ya casi estamos —le di repetidos besos en la mejilla mientras ella seguía quejándose.

Una mano mía se apoyó en su barriga de nueve meses para calmarla un poco. Eran las once de la mañana y estábamos en el coche de Gavi de camino al hospital porque Ona había pasado la noche fatal con contracciones y calambres. Además, no había dormido casi nada durante estos días porque había perdido el sueño de lo nerviosa que estaba. Los médicos nos habían dicho que Mía iba a nacer en una semana pero hoy por la mañana Gavi había venido a mi casa y oímos a Ona gritar desde nuestra habitación. Entré rápidamente para ver qué le pasaba y es que acababa de romper aguas además que las contracciones iban empeorando. Mi mejor amigo y yo nos encargamos de coger todo lo necesario lo antes posible y llevárnosla al hospital.

Ona suspiraba intentando aguantarse los gritos de dolor mientras que Gavi conducía el coche lo más rápido posible y yo intentaba calmar a mi novia aunque yo era el que estaba más nervioso.

—Bajad vosotros ya, yo me encargo de aparcar —Gavi frenó el coche en frente del hospital privado.

—Vale hermano, toma —le di mi móvil—, llama a los padres de Ona para avisarles de que vengan —Gavi asintió y cogió mi móvil.

Salí del coche y fui hasta la puerta de Ona para cargarla en mis brazos ya que ella sola no podía caminar. Me apresuré todo lo que pude mientras que mi novia lloraba y llegué hasta la puerta del hospital.

—Por favor, mi novia está a punto de dar a luz —le dije a un médico en cuanto entré.

Este médico se encargó de llamar a otros que vinieron corriendo con una silla de ruedas. Pusieron a Ona ahí sentada y se apresuraron a ir corriendo por unos pasillos.

—Joven, ¿es usted el padre? —me preguntó uno de los médicos mientras los seguía, y yo le asentí—. Bien, pues entre con nosotros, tiene el permiso.

—¡No puedo más! —gritó Ona y se escuchó en todo el pasillo del hospital.

—Ona, estoy aquí, a tu lado —le di la mano mientras caminábamos hasta la sala.

Los médicos trataron de tranquilizarla diciéndole cosas pero Ona solo sufría y sufría. Nos metieron en una sala de parto en la que a Ona le tumbaron en una cama y le pusieron el típico camisón de hospital azul. Las matronas se encargaron de ponerle la epidural que decían que haría efecto en unos diez minutos.

—¿Qué tal estás? —me puse al lado de mi novia que estaba tumbada en la camilla y le di un beso en la frente. Mientras tanto los médicos estaban preparando todo para el parto.

—Me duele mucho, Pedri —cerró los ojos con fuerza.

—Lo sé mi vida, es normal pero ahora se te pasará y verás a Mía en tus brazos ¿vale? Tú solo piensa en eso, piensa en Mía, Ona. Yo no me voy a mover de aquí ni aunque esto dure cincuenta horas —le susurré muy cerca de ella cogiéndole una mano con mis dos manos, mi novia asintió aún con una queja.

Demuéstrame amor | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora