En el salón de baile hacia demasiado calor, a pesar de haberse liberado de uno de sus cancanes y otro de sus pololos, ese vestido de fantasía era excesivamente voluminoso.
Aunque se lo estaba pasando estupendamente el Mardi Gras era agotador.
No alcanzaba a localizar a su marido por ningún lado, aunque la había prometido bailar con ella al menos dos piezas, se había dirigido raudo al salón de juegos de naipes.
No le habían faltado parejas, pero era un tanto decepcionante el escaso interés hacia su persona por parte de un hombre que la había robado el corazón y que había jurado amarla por siempre, antes de arrancarla de su casa, de su familia, hacia ya cuatro años.
Cierto era que por su forma de ser había encontrado amigos con cierta rapidez y que las mismas amistades de su esposo, la habían acogido y hecho sentirse querida.
Uno de ellos, fue a buscarla con una sonrisa en los labios para volver a la pista de baile y le acompaño gustosa.
Danzaron durante horas, hasta que se sintió al borde del desmallo, así que se disculpó y salió a uno de los pequeños balcones que están abiertos de par en par para dejar entrar el aire a las estancias interiores sin éxito.
Aun agotada no podía dejar de mover los pies al ritmo de la música.
Sonrió genuinamente al sentir unos poderosos brazos tomar su cintura desde atrás, estrecharla cálidamente, mientras los labios masculinos la besaban en el cuello.
*-Es tan difícil dejar de abrazarte.
Ese susurro en su oído la sirvió para darse cuenta de que no era el hombre que ella pensó, así que giro para enfrentar a su propietario.
La sorpresa la invadió al sentir que su boca era tomada al asalto por la masculina.
Lejos de retirarse y abofetearlo, le correspondió, sin saber porque. Sin razón aparente.
Le dejo invadirla con la lengua, que fue batallada con la suya, disfrutando de ese beso con cada una de las fibras de su persona.
Solo fue un minuto escaso el que tardo en recobrar la cordura, interrumpirlo y volver a la fiesta con una sonrisa en los labios como si nada hubiera pasado.
Le vio pasar en dirección a la sala de juegos, la saludo con la cabeza y ella hizo lo propio.
******************************************************- Hasta mañana en mi palco de la Opera.
*- No pensé que en realidad fueras a pedirme el cobro.
*-Cuando juego lo hago por placer, cuando apuesto lo hago para ganar.
Somos amigos desde hace tiempo y deberías de saberlo.
*- Lo sé, pero reconoce que la apuesta no es convencional.
*-Ni te obligué a apostar, ni te la plantee.
*-Pero me la metiste de alguna forma en la cabeza.
*-Por todos los santos, eres un hombre instruido, con un trabajo en uno de los mayores bancos de la ciudad, no me vengas con galimatías.
*-Entiende que no este contento en darte el pago que exiges.
*-Piensa que es una transacción comercial, o si no, no lo pienses en absoluto. Es lo que sueles hacer al jugar naipes.
************************************************************
Estaba muy alegre, por una vez había salido de él la oferta de salir a la opera, cosa que la había extrañado ya que en el fondo el la odiaba y las pocas ocasiones en que habían acudido, había tenido que hacer verdaderos esfuerzos para no dormirse, sobre la butaca.
El palco era uno de los más cercanos al escenario, había que torcer tanto las sillas que no la permitía cotillear en el resto de palcos, así que no se sentó aun.
Su esposo estaba junto a ella saludando a la gente de los palcos colindantes y los de enfrente. Mientras permanecieras de pie y con medio cuerpo fuera, eras visible al mundo - sonrió para si, quizás en su afán de agradarla se había excedido -.
Según el programa. La opera no era de las mejores representadas hasta la fecha, y constaba de un entretenimiento de canciones cortas recopiladas de otras operas famosas y un descanso antes de preceder a la pieza fundamental de la opera, que seria representada de un solo tiempo.
Las luces de gas parpadearon indicando que el espectáculo comenzaba.
Ella ocupo la primera silla, puesto que no quería perderse nada.
Sobre la mitad de la segunda canción, sintió abrirse y cerrarse la puerta, así que miro sobre su hombro izquierdo, pensando que su esposo ya la había abandonado en busca del bar, aunque en el palco había un refrigerio.
Pero le vio sentado, mas serio que de costumbre.
Cuando por fin se volvieron a encender las luces, el teatro estallo en aplausos por parte de todos los asistentes.
*- Ha sido magnifico rememorar otras opera -su animada conversación se quedo suspendida en el aire al comprobar que después de todo su oído estaba perfecto-.
Su esposo estaba saludando a su mejor amigo y por lo tanto el guardián de su esposa, ósea de ella, cuando tenia que desaparecer misteriosamente, o acudir al restañar el látigo de su jefe.
*-Tienes que irte.... – sabia que mi tono había reflejado decepción, pero no pude evitarlo-
*- No que yo sepa, este es el palco de Bertrand, nosotros no podemos permitirnos algo tan exclusivo y caro.
Me adelante y dando mi mano para que la cogiera con la suya, saludarle.
Otros hombres simplemente hacían la reverencia con la cabeza para mostrar respeto por la mujer presente, él siempre me la besaba, produciendo hormigueo en mi mano que se extendía por la piel de mi brazo, pero yo lo achacaba a su perilla a la ultima moda, solo que ya no.
A punto de terminar el descanso, una llamada a la puerta precedió un mensaje para su esposo.
*- Suerte que aun no había empezado la función o no podrías salir hasta que finalizara.
*-Eso podría ser catastrófico. Tengo que irme. Acompañaras tú a Cecil a casa ¿Verdad?
El se giro hacia mi y me sonrió, no se por que me recordó a las imágenes de los oleos que representan al mismísimo demonio en su pose mas seductora.
*-Naturalmente me portare con ella como si fuera mi querida esposa.
Un escalofrió me recorrió la espalda ante esa afirmación y el sonido de la puerta al cerrarse.
No entendía por que George, había cerrado la puerta. Una puerta cerrada en los palcos, cuando la luz de gas caía, indicaba, que no se podía molestar bajo ningún concepto.
Sonreí y cogiendo la falda de mi vestido, comencé a retirarme estratégicamente, solo que la mano masculina me interrumpió.
*-¿No te apetece tomar nada?
Sus ojos, me miraban como si fueran a taladrarme el alma.
Mi respiración se altero involuntariamente. Creía que seria capaz de comportarme con normalidad, pero no, quería pensar que todo había sido producto de mi imaginación, una confusión por su parte, que no se volvería a repetir, pero ahora...
*-No me tengas miedo Cecil, no pasara nada que no quieras que pase.
Hasta ahora, me ha importado mas tu felicidad que la mía propia, pero ya no mas.
No puedo evitar que esto pase.
Créeme.
Me di la vuelta, dándole la espalda, no podía dejarle ver que sus palabras habían entrado en mí.
*-Cecil, eres tan suave al tacto y tu interior es tan bello.
Permítemelo.
Temblaras en mis brazos.
Hare que me desees tanto que lo imploraras.
Me pedirás tu placer y así tendré el mío.
Déjame hacerte feliz esta noche.
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Cuentos y Relatos Eroticos
RomancePequeñas historias que empiezan y acaban en cada pagina