Capítulo Final

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Abro los ojos con dificultad, mientras miro a mi alrededor y siento que en cualquier momento voy a desmayarme.

No hay ni un rayo solar que alumbre la habitación y la verdad es que con la luz de mierda que cuelga del techo es suficiente para ver a los hombres mirándome serios, esperando cualquier movimiento de mi parte, y no entiendo el por qué.

Mis manos y pies están atadas a una silla dura, mientras mi boca está cerrada con una cinta poco amigable con mi piel, ya que siento irritación y ardor en los labios, adhiriendo un dolor de cabeza que no lo aguanta ni los Dioses.

Siento el chirrido de la puerta y miro hacia ella, donde sale un hombre con el cabello rubio, ojos celestes, muchos tatuajes en la piel y sonrisa sombría.

-Buenos días, mi amor, ¿Cómo dormiste? - frunzo mi ceño al escuchar el apodo con el que se dirige hacia mí y lo miro con una incógnita en el rostro. - ¿No me recuerdas? - sonríe aún más y así mismo mi ceño se frunce porque él no capta que no entiendo nada.

Su rostro cambia y parece al fin comprender la situación.

Le hace un gesto a un hombre y sin delicadeza me quitan la cinta que tapaba mi boca.

-Isabella, ¿No me recuerdas? - mi mirada lo analiza desde su cabello hasta la punta de los pies y solo puedo negar con la cabeza.

Frunce su ceño a la vez que sonríe como extrañándose de algo y luego dirige su mirada hasta mi cabeza.

Se acerca y me toca en un lugar donde es tan fuerte el dolor que llego a gritar.

Aleja su mano la cual está llena de sangre y mis lágrimas resbalan ante su duro tacto.

- ¿Me tomas como estúpido? - aprieta sus dedos fuertemente en mis mejillas, forzando a que lo mire, de mí, escapa una lagrima.

-Señor, se lo ruego, no me haga nada, solo no sé porque estoy aquí, o qué hice. - le digo mientras lo miro a los ojos.

Su rostro cambia como si conectara cables en su cabeza y me mira con sus ojos casi saliendo de su órbita.

Sin ningún tipo de amor, me corta las sogas que amarraban mis pies, así creando unas heridas cortopunzantes en mi talón.

Toma mi brazo y me empuja, hasta hacerme caminar con él.

Paso entre laberintos mientras camino y me quejo del dolor, me sigue mirando sin comprender nada y es que, si supiera que yo tampoco, chocaríamos las manos.

Abre una puerta con una llave y la empuja con el pie para dar paso a una habitación muy parecida a la que me encontraba yo.

- ¿Lo reconoces? - me dice inmediatamente mientras miro a la persona que tengo frente a mí, la cual mira extrañado toda esta escena.

-N-no, señor... - me tiembla la voz al hablarle y pareciera que analizara cada parte de mi rostro al hablar.

Suelta un grito de alegría y yo cada vez estoy con mi cara más contraída de confusión.

-Mi amor. - me toma el rostro y me planta un beso el cual me deja helada.

-Isabella. - me llama el hombre amarrado en la silla - ¿No me conoces? - dice casi dolido y solo puedo negar con mi cabeza.

-Princesa, hermosa, preciosa, pareciera que así me pareces hasta más perfecta, callada, recatada, sumisa, y lo mejor de todo, sin memoria. - habla con una alegría que me hace dudar de la situación.

- ¿Disculpe? - pregunto muy, pero muy confundida.

-Que idiota soy, de verdad que la emoción me ha ganado. - carraspea un poco y se levanta erguido - Isabella, me presento, mucho gusto, soy Santino D'angelo. - extiende su mano y yo le doy la mía, la besa y me extiende una enorme y linda sonrisa.

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