Cap. 2 | Nuevos comienzos

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Vicky

Valencia, 10 de enero del 2020

—Cielo, todavía quedan un par de cajas en el coche —dice Andrea mientras entra cargada nuevamente por la puerta de la que ahora es nuestra casa.

Desde hace ya un tiempo, ella y yo decidimos que era el momento de dar un nuevo paso en nuestra relación y que, irnos a vivir juntas, era el que tocaba así que aquí estamos... Hoy es el primer día que vamos a compartir una cama que, por fin, podemos decir que es de las dos (aunque por poco tiempo será esta, hay que cambiarla porque la idea de dormir en la cama que deja la casera aquí no es que me haga especial ilusión, pero no hemos tenido tiempo de ir a comprar una nueva.

Bueno, el caso es que llevamos casi dos años de forma oficial como pareja y, sinceramente, creemos que es un buen momento para intentarlo. Ambas tenemos trabajo, el suyo es el más estable y, aunque el mío nos es el que tenía pensado en mis sueños, voy ganando algo de dinero para pagar mi parte de los gastos y poder ahorrar mientras busco algo que se ajuste más a lo que quiero, y finalice los estudios.

—Vale, tranquila, ya bajo yo a por ellas —le respondo después de dejar que pasara y pongo nuevamente rumbo a las escaleras.

Como supongo que ocurre en la mayoría de las parejas, creo que la convivencia será una de esas pruebas de fuego para nosotras, pero he de decir que estoy totalmente convencida que irá mucho mejor de lo que esperamos. Le hemos hablado bastantes veces, al final cada una tiene sus pequeñas manías (y grandes) pero ¿y quién no las tiene? Supongo que es cuestión de ir adaptándose.

Buscar piso ha sido una tarea tan difícil que dan ganas de postergarlo algo más... los precios, las condiciones del mercado y las propias condiciones en las que están algunas viviendas quitan las ganas de seguir buscando, pero tras una búsqueda llena de desilusiones, hemos encontrado algo que se adaptaba a nuestras necesidades y, sobre todo, a nuestro limitado presupuesto.

La verdad es que es algo pequeño, pero en una zona bastante tranquila de Valencia y, ajustándonos un poco los primeros meses, lo podemos mantener seguro.

***

Edric

Madrid, 10 de enero del 2020

Mi cara debe de ser todo un poema, tenía unos cuantos planes para este viernes noche pero le he cambiado el turno a una amiga y claro, esos planes los tendré que postergar para hacerle el favor. En verdad sólo quería tumbarme en la cama, leer y mirar el techo de vez en cuando, aunque eso ya no va a ser posible.

—¿Pero hoy no te tocaba descanso? —me pregunta Jorge mientras me siento a su lado en el sofá para ponerme las zapatillas —¿Te toca turno de tarde? —reformula la pregunta viendo que la primera no había tenido mucho éxito.

—Creo que es más correcto decir de noche —respondo a pesar de mis nulas ganas de hablar cuando acabo de levantarme de mi siesta de tres horas —, y la putada es que si no salgo ya voy a llegar tarde —resoplo mirando el reloj y le miro —, y como sabrás tras todas mis quejas sentados en este mismo sofá no me hace ilusión enfadar a la coordinadora.

—Creo que suficiente cabreo se cogió al enterarse de lo de... —dice riéndose y yo dejo ver una leve sonrisa sin ganas y no termina la frase —. Escucha, llévate las llaves que esta noche ceno con Miriam y no sé si nos iremos a su casa, no están sus compis —añade.

—¿Es el día? —pregunto poniéndome recto y él asiente mirándome fijamente. Hostias, no me acordaba —. Entonces no me importa haberle cambiado el turno para que pueda estar libre —añado con una sonrisa llena de orgullo.

Termino de ponerme las zapatillas y me levanto cono rumbo directo a mi habitación, estoy repasando la lista mental de todas las cosas que suelo hacer en los días de trabajo y cojo la mochila que tengo ya preparada, vuelvo a salir al salón con el paso lo más acelerado posible.

—Todo va a ir bien —le digo cuando le veo temblando y apretándose la yema de los dedos —, ven aquí —termino de decir para darle un abrazo. Le doy un par de palmadas en la espalda mientras tanto y le beso la mejilla antes de separarnos —. Mírame —le acerco la mano a la mejilla y le miro directamente a sus ojos verdes —, es la mujer de tu vida y lo sabes de sobra —no dice nada y vuelve a abrazarme, después de dejarme ver su sonrisa.

Para algunas personas será una tontería o un paso fácil de dar pero Jorge lleva semanas temblando pensando en el día de hoy, está asustado por la propuesta que le va a hacer a Miriam y tema que su reacción sea algo que no espera. Yo, por el contrario, sé que a ella le va a hacer más ilusión incluso que a él, la conozco muy bien. Hoy le va a proponer irse a vivir juntos a un piso que no tengan que compartir con nadie, es decir, tener una casa para ellos dos solos y comenzar la verdadera convivencia.

—¿Y tú sabes algo de Alba? —pregunta cuando estoy casi listo para marcharme.

—La verdad es que no, pero tampoco tengo muchas ganas de saber de ella —respondo.

—¿Seguro?

—Sí —secundo aunque sin ser cierto y cojo las llaves de la entrada antes de irme —. Escucha —digo haciendo que no se marche de la puerta cuando me doy media vuelta para hablarle otra vez —, respira y estate tranquilo, estáis listos para dar el paso —vuelve a abrazarme.

Hay días en los que me sigo preguntando cómo es posible que Jorge y yo seamos tan buenos amigos. La primera vez que nos vimos fue en el piso, él ya tenía su habitación alquilada desde hacía un mes y yo entré a vivir en agosto. No le traté muy bien que digamos, la verdad es que pagué más de una mierda con él hasta que pusimos las cartas sobre la mesa, o más bien pusimos sólo las copas, nos hizo falta una borrachera para que le confesara que estaba en Madrid escapando de la realidad y que él me dijera que conduciría el coche de la huida.

En cuanto cierro la puerta, pienso en que ahora no me imagino como de vacía se quedará esta casa en cuanto Jorge se marche. Sé que seguiremos siendo colegas, lleva con Miriam más de año y medio y no ha supuesto un distanciamiento ni nada por el estilo, de hecho les presente yo, pero me da miedo descubrir la soledad al volver a casa. Para eso sí que no estoy nada preparado. 

***

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