Cap. 9 | Sorpresas

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Edric

Madrid, 18 de agosto del 2019

—¿Y qué sabes de todos estos? —pregunto refiriéndome a ese grupo de amigos que tenía en el instituto.

—No mucho —responde tras darle un sorbo a la jarra de cerveza —, sigo a alguno por Instagram pero tampoco entro mucho a mirar.

Esta vez le doy yo un sorbo a mi jarra. Estamos sentados en la terraza de un bar al que sólo vas si realmente conoces el sitio y no si eres un simple turista.

Hacía más de un año que no veía a Irene en persona, pero sigue como siempre, parece que ella nunca cambie. Tiene el pelo corto y negro como el carbón, se ha hecho un septum que le adorna la nariz y no debe haber sido hace mucho porque no deja de jugar con él. Va con unos vaqueros cortos de talle alto que le realza la cintura y una camiseta de tirantes, la vestimenta básica para sobrevivir a una ola de calor allá donde vayas.

—¿Y de Sandra sabes algo? —pregunto nuevamente aunque afinando algo más el tiro, estoy totalmente desinformado de cómo van las cosas por allí, sólo sé por ella y por teléfono no le damos mucha importancia a cosas que no sean de nosotros.

—Bueno, ya te conté que se mudó a Sevilla a estudiar pero hace poco me enteré que tiene novio —sonríe con algo que identifico como lástima por mí —. Se le ve un buen chico, parece que van en serio a juzgar por las cosas que suben pero bueno, ya sabes que tampoco hay que fiarse de las apariencias —creo que intenta hacerme sentir bien, pero en verdad deseo y espero que sea buena persona porque Sandra se merece cosas buenas.

—Me alegro, se merece ser feliz —digo suspirando y le doy otro sorbo a la cerveza, algo más largo que el anterior —¿y de Vicky sabes algo?

—¿Estás seguro? —pregunta, desde que la vi por última vez habíamos pactado no volver a hablar de ella.

—Creo que ya ha pasado bastante tiempo.

—Pues la verdad es que yo la veo bastante bien cuando nos vemos —se ríe ella sola al perderse en algún recuerdo con ella —, nos lo pasamos bastante bien cuando quedamos todo el grupo y damos alguna fiesta o algo —suspira como para no seguir hablando más y le da otro sorbo a su jarra —. Ahora mismo debería están en el camino de Santiago con ella y Joan, pero el curro me jodió el plan y tenía bastantes ganas porque... —se calla bruscamente y me mira fijamente.

—¿Qué es lo que callas?

No es que nuestro pacto de no hablar de Vicky fuera porque me hacía daño sino porque, después de todo lo que pasó, no me consideraba con el derecho de saber qué era de su vida. Sé que la última vez que nos vimos no discutimos, no nos gritamos y todo acabó sin más, con un adiós y ya, pero ella me bloqueó de redes sociales y yo tampoco me puse a investigar ni a pedir explicaciones. Era su decisión, su vida y estaba aplicando el derecho de admisión a ella.

—Está conociendo a alguien, todavía no han confirmado que estén juntas pero se ve a la legua que eso va viento en popa, y tenía ganas de que habláramos de ello durante el viaje.

—Me alegro —respondo sin mentir —, ella también se merece vivir algo bonito y no lo que yo le di.

—Edric, todo el mundo la hemos cagado más de una vez. Perdónate de una vez, te mereces poder volver a tu ciudad sin sentirte culpable por cosas que ya no tienen ninguna solución —vuelve a suspirar —. No puedes torturarte por algo que pasó cuando eras un crío ¿quién piensa en las consecuencias de lo que hace cuando ni si quiera sabe lo que significa la palabra 'consecuencia'? Y te respondo yo: nadie —quiero contestar pero tiene razón —. Deja de culparte, el Edric de ahora no haría lo mismo que el Edric de antes, y esa es la parte más importante. Perdónate.

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