Cap. 24 | Putada

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Vicky

19 de noviembre del 2014

He acompañado a mi padre al médico sin saber lo que me esperaba. Los últimos pronósticos de la enfermedad es que había recaído pero pensábamos que las expectativas eran buenas.

De normal viene mi madre, pero mi padre me ha pedido que le acompañe yo. Creo que ella no sabe que estamos aquí. No sabía por qué me había pedido que viniera hasta que el médico ha comenzado a hablar.

—No tiene buena pinta, Raúl —el médico me mira y vuelve a dirigirse a mi padre —, ¿estás seguro que quieres hablar ahora?

—Sí —asegura él, pero yo no quiero escuchar lo que va a decir —, ¿qué significa que no tiene buena pinta?

—A pesar de la quimioterapia el cáncer sigue avanzando, y seguir con el tratamiento no es una opción.

—¿Entonces? —pregunta, con una mínima esperanza en su voz pero en sus ojos se nota que sabe cuál va a ser la respuesta. Continua debido al silencio del doctor — ¿Cuánto tiempo me queda?

—Por el avance, la zona y posibles complicaciones —suspira, va a ser peor de lo que estoy pensando —un mes, como mucho dos. Lo siento mucho.

Se hace el silencio en la sala, yo tengo un nudo en la garganta y quiero salir corriendo de aquí, quiero estar en mi cama y despertarme para que todo eso que acabo de oír sea una mentira. Ellos continúan hablando de cuidados paliativos para calmar el dolor, para que este tiempo sea lo menos duro posible.

Cuando parece que la conversación se acaba, me levanto en silencio y salgo de la sala. No tengo rumbo fijo, pero parece que estoy yendo a la salida del hospital. ¿Un mes y como mucho dos? Menuda mierda de pronóstico. No es nada justo. Nada.

—Cielo —dice mi padre cuando me alcanza, ha debido venir medio corriendo y me siento una mierda porque está agotado, ya lo está de normal por la medicación pero ahora más —, ¿Dónde vas?

—Necesito tomar aire, no sé por qué me has traído aquí —espeto sin pensar.

Vamos en silencio a la salida, vamos al mismo ritmo y ponemos rumbo al coche una vez notamos el aire en nuestras mejillas. Cuando subimos, seguimos sin haber dicho una palabra más, no sé ni qué decirle.

—Necesitaba que estuvieras tú —dice en forma de confesión —, sabía que iba a ocurrir esto y si hubiera venido tu madre se hubiera derrumbado y yo no habría podido sostenerla. Necesita apoyo y yo no puedo dárselo, estoy agotado.

—¿Y yo no necesito apoyo? —pregunto, me siento atacada.

—Lo necesitas pero no te derrumbas.

—Porque no lo hago delante de vosotros —confieso.

—Lo sé —suspira —. Sé que duermes poco, que hablas muchas veces con Joan del tema y que te derrumbas cuando no estamos, ha sido egoísta pedirte que me acompañaras pero necesitaba a alguien que sabía que no iba a llorar en la consulta.

Sé que Joan y papá hablan cuando coinciden en casa y yo no estoy delante, para él es como un hijo más. Sé que alguna vez le ha preguntado por mí porque, junto después de hablar con Joan, ha venido a abrazarme y a preguntarme si necesitaba algo. Disimular nunca ha sido su fuerte. Y ahora tengo que asumir que se va a ir, que se va a morir.

Los ojos se me llenan de lágrimas pero trato de evitar que caigan, mi fuerte es no parecer frágil delante de la gente. Tragarme lo que siento y derrumbarme en mi silencio.

—No podemos decirle nada de esto a mamá —dice cuando arranca el coche.

—¿Qué? —pregunto extrañada y algo cabreada —¿cómo que no podemos decirle nada a mamá?

—No quiero que sepa que son los últimos meses que estaremos juntos, no puedo hacerle eso.

—¿Y a mí sí? —noto otra vez las lágrimas en los ojos, como diga algo más acabaré soltando todo lo que guardo en el coche.

—A tu madre le afectaría más saber cuándo es el límite que a ti, tú eres como yo. Necesitamos saber cuándo es el final para poder asumirlo a tiempo.

El silencio invade el coche, ni siquiera suena la radio porque cualquier cosa ahora desentonaría por completo. Es cierto que prefiero saber cuándo será el final pero no quiero que tenga que ser mientras guardo un secreto a mi madre, y más esconder que sé que mi padre se está muriendo. Y esta vez de verdad.

—Papá —digo de repente —, te quiero mucho.

—Lo sé, cielo, y yo a ti.

***

Le he pedido a mi padre que me deje en casa de Joan, ambos hemos decidido que era mejor que no llegara a casa de primeras para evitar que mi madre me preguntara y yo no pudiera guardármelo dentro.

—Resulta que no puedo contárselo a mi madre —termino diciendo al contarle todo lo sucedido a mi mejor amigo.

—Joder —es lo único que alcanza a decir.

—Menuda puta mierda, Joan —suspiro en mitad de un sollozo. En sus brazos sí me permito derrumbarme —, no sé si podré con ello.

—No decírselo a tu madre es jodido...

—No digo eso —le corto —, me refiero a que no sé si soportaré que mi padre se muera.


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Nota autora

Escribí esto hace cuatro años y no me reconozco en la forma de escribir, pero quería seguir compartiendo esta historia por aquí.

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