Se viene capítulo bastante largo en compensación con los anteriores, disfruten.
Edric
Madrid, 26 de diciembre del 2017.
No entiendo por qué narices estoy tan nervioso por ver a Vicky. Joder, sigo sin llegar a creerme que ella esté aquí y nos vayamos a ver.
Hace ya dos años que nos vimos por última vez. Hace ya dos años que no compartimos ciudad y mírame ahora, temblando como un flan por estar viendo su pelo ondeando en mitad de la puerta del Sol. Lleva el pelo ondulado e igual de oscuro que la última vez que nos vimos, aunque ahora está cortado por debajo de los hombres y la parte alta cubierta por uno de esos gorros de lana grises. A ella siempre le gustó el frío.
Ha sido fácil encontrarla entre tanta gente porque sigue igual, de hecho, creo que será lo más sencillo de esta noche. Parece que yo he debido de cambar mucho o ella tiene otro recuerdo de mí porque no deja de mirar a todos lados buscando entre las personas a que aparezca. Hasta que no me ha tenido a dos metros de distancia no ha logrado reconocerme, ¿seguirá abrazando con tanta fuerza que me hace sentir en casa?
Lo primero que veo son sus ojos, siguen brillando como las primeras veces que nos vimos. Es ese algo que está dentro de ella que no puede esconder y que, a pesar de las discusiones, la única vez que le vi perderlo fue el día que nos despedimos de forma definitiva. Aunque la memoria no deja de decirme que fuia apagándola poco a poco.
Toda la capital está sumergida en Navidad y no hay ni un solo rincón sin luces, pero quien de verdad parece que lo esté iluminando absolutamente todo es Vicky. Siempre ha sido ella y, aunque sé que suena a locura después de todo lo que vivimos, en gran parte siempre será ella. Es una de esas personas que cuando la conoces, sabes que Madrid se queda pequeña ante alguien tan grande.
—¡Ey! —dice mientras extiende sus brazos acompañados de unos cuantos pasos en dirección a mí y, como no, su sonrisa está presente en la escena —, cuanto tiempo sin vernos —añade estrechándome entre sus brazos y el abrigo que le protege del frío que invade la ciudad. Joder, su pelo sigue oliendo igual de bien que hace años.
Con sólo escuchar su voz acaban de pasar tropecientas mil imágenes de nosotros juntos por la cabeza. Todas buenas, supongo que mi mente ha decido que lo malo se queda en el pasado y es una excelente elección. Mi mente prefiere no hacer mención a las conversaciones que intenté mantener con ella después de despedirnos y la forma en que las cortó cuando me dijo que quería olvidarme de forma definitiva, que yo no le dejaba avanzar.
Soy incapaz de responder en voz alta, por si eso hace que termine despertándome en mi cama de algo que parece un sueño. Respondo abrazando un poco más fuerte en cada segundo que pasamos así, no sé si esto me recompone o me muero un poco más por dentro.
La altura sigue jugando a mi favor por lo que todavía puedo apoyar mi barbilla sobre su cabeza y, aunque ella no lo logre a oír, maldigo al frío por haber hecho que se cubra su cabello con el gorro porque estoy deseando darle un beso sobre el pelo pero me lo hace imposible. Sonrío y por un momento pienso que es mucho mejor así, que esto es sólo una visita de una antigua amiga, que aquí ya no quedan ni cenizas.
—¿Qué tal está siendo tu experiencia por tierras madrileñas? —pregunto al separarse levemente de mí, y veo que está mirándome fijamente a los ojos. Un escalofrío recorre toda mi columna —. No voy a negar que tu mensaje me sorprendió bastante.
Creo que no es necesario, pero toca confesar que su mensaje fue una grata sorpresa que me dejó totalmente fuera de juego. Al ver su nombre en las notificaciones se me aceleraron las pulsaciones por una milésima de segundo y, cuando leí sus palabras que incluían la posibilidad de vernos, creo que se acabó nublando hasta la vista.
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HILO ROJO
Teen FictionTodos tenemos un hilo rojo. O eso es lo que cuenta la leyenda. Vicky comienza a pensar que el destino es demasiado caprichoso... siempre la cruza con la misma persona, pero duda que él sea su hilo rojo. Ella no cree en esas cosas. Edric, por su part...