Cap. 6 | Comienzos

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Vicky

Valencia, 13 de julio del 2019

—Victoria, te toca: ¿Verdad o atrevimiento? —pregunta una de las chicas que hay en la fiesta.

Efectivamente, aunque la mayoría nos negábamos a jugar a estas cosas, la instancia de lagunas personas ha conseguido que cedamos.

Que esta fiesta en casa de Joan se convierta en la borrachera más adolescente de nuestras vidas, y eso que de la adolescencia nos despedimos hace tiempo. Concretamente, yo me despedí de ella el día que me corté el pelo y entré a la universidad. Fue mi adiós a mil historias que mejor no recordaré hoy.

Estamos sentadas unas siete personas alrededor de la mesa del salón, en ella tenemos mínimo una copa por persona. Y digo mínimo porque hay más de siete vasos sobre el cristal. Aquí no hay botella, vamos en orden y en nuestro turno tenemos que hacer lo que sale de forma aleatoria en la aplicación del móvil... un yo nunca, un reto o, como es en mi caso, un verdad o atrevimiento.

—Verdad —respondo segura de mi misma. Ahora mismo confío mucho en mí y en mi capacidad de responder con total sinceridad a cualquier cosa que me pregunten aunque, no voy a engañaros, que se me vaya la lengua tiene que ver más con la poca vergüenza que tengo cuando bebo más de dos cubatas.

—Qué te parece si nos cuentas cuál fue tu momento más ridículo de toda tu vida —pregunta la amiga de Joan que sostiene el móvil. Mi expresión cambia al momento porque lo primero que se me ha ocurrido es demasiado como para explicarlo aquí. Porque sí, aún me siento algo ridícula recordando a Edric.

—¿Me encuentro en la obligación de contestar a la cuestión? —digo, intentando hacerme la digna y no perder la poca dignidad que me queda. Nota mental: siempre pedir reto, será más fácil que tener que hablar o pensar en otras cosas.

Si contestase la primera cosa que se me ha pasado por la cabeza estoy segura que sabrían de lo que hablo y, como hace un año que la historia quedó cerrada por completo, me niego a abrir un debate sobre si realmente lo tengo superado en medio de una fiesta porque, para vuestra información, SÍ está superado. La segunda cosa que se me ocurre es el día que me caí por las escaleras en una discoteca, lo cual hice jurar a Joan que jamás lo contaría porque si no le cortaría lo que viene siendo su querida entrepierna. Así que no, no voy a ser yo quien abra la caja de pandora de ninguna de las dos cosas.

—Si no quieres contestar tendrás que quitarte una prenda —me dice Joan, retándome con la mirada mientras alza una de sus cejas —, o lo cuento yo a riesgo de que me cortes las pelotas.

—Suena bastante tentadora esa propuesta —respondo —sobre todo la segunda, pero te dejaré disfrutar un poco más de tu sexualidad y me quitaré algo —y me agacho para quitarme una de las zapatillas que llevo puesta.

—Eh —espeta la misma chica que hizo la pregunta —, esa prenda no vale —se ríe —. Debe ser algo más llamativo: la camiseta, los pantalones, el sujetador... —dice alzando una de sus cejas acompañada de su mirada provocativa. Si hubiera sido otra chica, una muy en concreto aquí presente, esa mirada habría funcionado pero con ella tengo cero intenciones.

—¿Y eso quién lo dice? —pregunta algo indignada, pero a la vez divertida.

—¡Yo! —grita Joan alzando la mano —, soy el organizador de esta maravillosa fiesta y estoy de acuerdo —le da un sorbo a su roncola —. Victoria, mejor quítate esa preciosa camiseta azul, que debes de estar pasando mucho calor —y se ríe él solo. Puedo asegurar que en él no es cosa del alcohol, es algo bastante natural en él.

Le miro abriendo los ojos lo máximo posible y estallo en carcajadas, en seguida se unen el resto de personas. Nada de esto me sorprende de Joan, es muy típico en él intentar que la noche sea lo más inolvidable posible.

HILO ROJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora