Edric
19 de diciembre del 2014
Mis colegas ni si quiera se imaginan que pueda estar pasando algo entre Vicky y yo porque, entre nosotros, no suele ser la primera chica a la que miras cuando entras en la sala. La verdad es que no lo fue pero esa noche de cervezas no sé, fue algo diferente y ¿para qué engañarnos? Hablando me ganó por completo y no pude evitar tener ganas de besarla en su portal. Las siguientes veces han confirmado que no fue cosa del alcohol lo que pasó entre nosotros.
Vicky es una de esas chicas de estatura media, de las que lleva su pelo castaño siempre algo despeinado o en una de esas coletas que dicen que están mal hechas. No se preocupa por conjuntar la ropa, puede ir en vaqueros un día que te deja ver su voluminosa cintura y al siguiente en un chándal que cualquier jubilaría y que no te deja adivinar nada de las curvas que tiene su cuerpo.
Aunque cualquiera que decida conocerla un poco se quedaría prendado de ella. Tiene ese algo que puedes hablar de todo durante cinco horas y parecerán cinco minutos, aunque últimamente no hablamos mucho en persona, no me aguanto las ganas de estar a menos de dos centímetros de ella.
Entramos al instituto para las últimas horas tras el descanso, los grupos de amistades están tan marcados que sé que estamos entrando a la vez que el de Vicky, pero ella no está y Joan tampoco, supongo que estarán juntos porque son como uña y carne.
Cualquiera que los vea sabe que son inseparables y van en el pack, me juego la mano a que él sí sabe de lo nuestro, me preocupa más que lo pueda saber Irene, aunque si no me ha cortado los huevos es que aún no lo sabe.
Ahora que lo pienso, la última vez que la vi fue el lunes, desde que se fue de mi casa tras comer y no he vuelto a tener noticias de ella. Pero sé que hoy ha venido porque es imposible ignorar que está en la misma aula que yo.
Decelero un poco el paso y me acerco a Irene para hablar con ella y, a la vez, enterarme de si Vicky ronda por ahí.
—No tengo ganas de estar en clase —le digo cuando sonríe al verme, suspiro y continúo —. Ya hemos hecho el examen, no entiendo el motivo de tener que dar más horas.
—Venga, Edric, si nunca te has saltado una clase, no vengas ahora de malote —contesta y me pega con el puño en el brazo —, ¿cómo te fue ayer con Sandra?
—Bien, sin más —respondo sin mucho entusiasmo porque realmente no estuve con Sandra en ningún momento, simplemente ayer no quería hablar con nadie y si digo eso seguramente acabaría preguntándome que me pasa y me agobiaría, por lo que prefiero decir la verdad e inventarme alguna excusa.
Cuando localizo a Vicky en la parte alta de las escaleras veo que tengo razón y está subiendo a la par que Joan, aunque están parados en el pequeño descansillo que hay entre tramo y tramo. Ella está con la mirada triste fija en el suelo mientras él le abraza por los hombros. Con ese gesto, soy capaz de ver una lágrima por su mejilla al pasar por al lado y, justo en ese momento, Joan apoya a Vicky en su pecho para abrazarla mejor. Nunca la he visto llorar, siempre sonríe por todo. Como mucho la he visto con cara de enfadada cuando hablamos de lo que pasa entre ella y yo. ¿Qué le pasa?
—Oye —le digo a Irene después de dejarlos atrás —, ¿Vicky está bien?
—Está algo jodida —responde devolviéndome la mirada —, su padre vuelve a estar ingresado en el hospital.
—¿Vuelve? —pregunto sorprendido porque eso implica que ha debido estar alguna vez antes. Sabía que el hombre estaba delicado de salud pero no sabía nada más, no me ha explicado nada sobre ingresos en hospital ni nada.
—Sí y justo antes de navidad —suspira, creo que Irene ha entendido que yo ya lo sabía pero realmente es una sorpresa saber que ya lo ha estado —. Le han detectado más metástasis y los médicos han dicho que no tiene buena pinta.
***
Vicky
19 de diciembre del 2014
Salgo disparada en cuanto suena el timbre, tengo que llegar cuanto antes a casa para poder llevar a mis hermanos al colegio tras comer y que mi madre pueda volver al hospital con mi padre. No he venido en toda la semana para evitarme estas historias pero no podía perderme el único examen que me quedaba. Menos mal que es el último día hasta después de navidades, aunque para nada van a ser divertidas y alegres, más bien todo lo contrario.
—¡Oye! —exclama esa puñetera voz que sería capaz de reconocer en cualquier situación —¡Espera! —oigo como sus pasos aceleran para alcanzarme.
—Tengo bastante prisa, Edric —digo girándome sin parar el paso —, tengo que llegar cuanto antes a casa.
—Te acompaño —dice justo cuando llega hasta donde estoy, tiene la respiración algo agitada de haber acelerado el paso.
—Edric —digo lanzando una mirada que roza el asesinato —, no tengo tiempo para tus juegos de mierda, ¿lo entiendes?
—Lo sé —suspira —, Irene me lo ha contado por encima. ¿Por qué no me dijiste nada?
No respondo. No tengo respuesta. Bueno, en verdad sí. ¿Quién le cuenta sus penas a la persona con la que sólo echa un par de polvos? Creo que nadie. Además, me siento culpable porque mientras estaba en su casa, mi madre me estaba llamando para decirme que volviera, que era urgente pero no estaba prestando atención al móvil. No tengo ganas de hablar con él y de contarle nada porque me nubla el juicio, hace que pierda la noción del tiempo, hace que olvide que el cáncer de mi padre existe y eso me hace sentir como una mierda.
—Mira —suspiro antes de decir nada mientras seguimos andando —, no pensé que te fuera a importar y, como espero que entiendas, no es algo muy agradable de decir el que mi padre se está muriendo.
—Escucha —dice agarrándome del brazo para que paremos en seco —, puedes confiar en mí si necesitas cualquier cosa —me suelta el brazo cuando miro su mano.
—Agradezco tu preocupación pero estoy bien —suspiro —, no es la primera vez que ocurre y bueno, con suerte en unos meses estará todo otra vez bien —le miento a él y a mí misma —. No te lo conté porque no hablamos de estas cosas, nuestra vida personas está fuera de todo este rollo nuestro —devuelvo la mirada a los ojos porque si vuelvo a mirarle a los labios no respondo de mis actos, le besaría aquí mismo pero sé que no debo. Vuelvo a suspirar por la irónica que me resulta esta situación —. No entiendo que me digas que puedo contarte lo que sea cuando ni si quiera me habías explicado cómo es posible que tu madre no sea realmente tu madre, sino la mujer de tu padre únicamente —me mira de arriba abajo pero no dice nada —. Tengo algo de prisa —digo para romper el silencio que se ha hecho entre nosotros —, perdona.
—Tranquila —responde con su media sonrisa —, llámame si necesitas algo.
ESTÁS LEYENDO
HILO ROJO
Teen FictionTodos tenemos un hilo rojo. O eso es lo que cuenta la leyenda. Vicky comienza a pensar que el destino es demasiado caprichoso... siempre la cruza con la misma persona, pero duda que él sea su hilo rojo. Ella no cree en esas cosas. Edric, por su part...