Vicky
22 de octubre del 2014
Hoy he vuelto a no dormir, pero esta vez no ha sido por nada de Edric. La verdad es que podría haberme quedado en casa otra vez, he preferido salir porque no soportaré ver a mi madre devastada durante todo el día.
***
Sin ninguna duda acaba de llegar el momento que he estado intentando retrasar todo lo posible, pero dudo que lo pueda esquivar ahora.
Estamos en la hora del descanso y estoy en la cola de la cafetería que tenemos frente al instituto, esa a la que vamos la mayoría de personas que les da algo de pereza prepararse el almuerzo o no hemos tenido tiempo, como es mi caso. ¿Puedes adivinar a quién tengo justo detrás de mí? Efectivamente está Edric. Y, me cago en la hostia, está tan cerca que casi puedo notar su aliento en mi nuca y sólo con eso se me eriza la piel por completo, menos mal que llevo manga larga y no puede verlo. No me apetece parecer tan susceptible delante de él.
—Creo que deberíamos hablar de ello —dice rompiendo el hielo de la forma más directa posible y colocándose justo a mi lado, casi susurrando.
—¿Sobre qué? —pregunto sin mirarle, aparentando que estoy tranquila decidiendo que comprar del expositor.
—Eres muy lista, Vicky, creo que te haces a la idea —responde susurrando y detecto una sonrisa en su voz. En su tono no hay enfado, no hay miedo ni vergüenza, parece como si fuéramos a hablar del tiempo que hace —. Un café largo de leche con azúcar —se gira a mirarme todavía sonriendo —, ¿y tú?
—Nada —sé que tras esto en clase se oirán mis tripas, pero no quiero arriesgarme a vomitar de los nervios como siga esta conversación.
—¿Segura? —vuelve a preguntar. Únicamente asiento y vuelve su mirada a la chica que nos atiende para pagarle.
Nos quedamos en silencio mientras esperamos a que le preparen su café y se revuelve el pelo algo inquieto, supongo que en el fondo él también está nervioso porque creo ver cómo se muerde por dentro el labio. Me fijo en su ropa y lleva una sudadera blanca con letras negras y un pantalón de chándal gris, también gris. Joder, putos pantalones de chándal. Son los mismos que llevaba el viernes y mi mente está dejando que mis recuerdos vuelen libres por mi cabeza.
Coge el café en cuanto la chica lo deja en la barra y vuelve a sonreírle como agradecimiento. Le sigo hasta afuera y, por alguna extraña razón que no entiendo, seguimos en silencio mientras ponemos rumbo a uno de los bancos que hay por la avenida.
—La verdad —dice mientras se sienta para romper el silencio en un leve suspiro —, no sé cómo cojones tratar esta situación porque nunca he hecho nada parecido.
—Creo que no hace falta que diga que yo tampoco —respondo imitándole y me siento a su derecha, se me escapa un bostezo por el cansancio y me tapo la boca —. Perdona.
¿Recalcar que nunca lo ha hecho es para que no me sienta mal, para que me sienta mal o para él sentirse menos culpable y excusarse en que fue un pequeño desliz?
—No le he dicho nada a nadie, obviamente a Sandra menos —asiento cuando me mira y él le da un sorbo a su café —. Creo que no es necesario decir que esto jamás debería haber ocurrido y que deberíamos hacer como que no ha pasado nada —su mirada se queda clavada en el vaso amarillo de cartón y le da vueltas con el palito ese de plástico que ponen.
—¿El qué? ¿Ha pasado algo? Yo no recuerdo nada —contesto con ironía, intento que parezca que nada de esto me importa, que para mí también ha sido un simple desliz. Me devuelve la mirada y supongo que ya no queda nada más que decir—. Voy a irme con Joan antes de que tus amigos comiencen a pensar que les dejas tirados por una tía.
—Tranquila —vuelve a sonreír. Joder, que deje de hacer eso ya —, saben que nos llevamos bien desde hace unos meses, no tienen por qué mal pensar. Además —añade apartando la mirada —, que saben de sobra que estoy con Sandra.
Supongo que decir eso conmigo delante cuando hace unos días me metía la lengua hasta la campanilla no deja buen sabor de boca.
—Yo también —digo intentando mantener un tono neutro mientras me levanto —, y mira lo que ha pasado —finjo una leve sonrisa al terminar, para que no parezca un ataque.
—¿Ha pasado algo? —pregunta con una sonrisa pícara, haciendo ver que de verdad va a ser como si no hubiera ocurrido nada. Vuelvo a bostezar, no sirve de nada disimularlo.
—¿Estás bien? Parece cansada —pregunta cambiando de tema drásticamente.
—Estoy bien, estoy algo cansada por movidas en casa, pero nada grave —si tú supieras...
Le sonrío como respuesta, esta vez una de verdad, y no digo nada más.
Me pongo de pie y me marcho dejándole solo en el banco con su café, y estoy segura que sus colegas estarán a punto de llegar, en menos de quince minutos termina el descanso y es como su ritual, o algo así cuenta Irene cuando pasa el descanso con Edric. Sobra decir que es su mejor amiga.
Me permito ponerme a temblar ahora que me voy acercando a Joan y al resto del grupo. Es el único que lo sabe y sé que si hace falta se lo llevará con él a la tumba. Sonrío al llegar hasta donde están para evitar la pregunta de si me pasa algo.
—¿No ibas a comprarte almuerzo? —pregunta Irene al ver que he vuelto con las manos vacías y más tarde de lo habitual.
—No tenían nada que me apeteciese, la verdad —mejor no decir que Edric, la misma persona que es su mejor amigo, ha hecho que se me cierre el estómago —. Lo que de verdad necesito ahora es una cama donde pasarme durmiendo 30 horas como mínimo.
—Se te nota —responde Joan antes de darle un bocado a su almuerzo.
—Gracias —le contesto con tono irónico.
—Cielo, tú lo has dicho y yo sólo he confirmado una realidad —me mira de arriba abajo —. ¿Te apetece un poco de esto? —pregunta ofreciéndome su bocadillo de tortilla y asiento.
Sobra decir que Irene no conoce lo que pasó, es mejor que no esté en medo, aunque no dudo que Edric se lo llegue a contar en algún momento.
Ahora que estamos en confianza en mi mente debo confesar que sí me apetece comer. Concretamente comerme a Edric, sus besos dejan un buen sabor de boca y para ya de recordar, Vicky, que vas a entrar en clase y no llevas otras bragas. Olvídate, está con Sandra y tú has sido solo un error, uno de esos que no se cuentan pero de los que no se vuelven a repetir.
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HILO ROJO
Novela JuvenilTodos tenemos un hilo rojo. O eso es lo que cuenta la leyenda. Vicky comienza a pensar que el destino es demasiado caprichoso... siempre la cruza con la misma persona, pero duda que él sea su hilo rojo. Ella no cree en esas cosas. Edric, por su part...