Edric
Madrid, 14 de mayo de 2020
No recuerdo la última vez que pude dormir sin despertarme en mitad de la noche, y sin ninguna puta pesadilla que me joda el sueño o sin realidades que no salen de mi cerebro. Soy incapaz de mantener la concentración, se me funden las ideas por el camino y la vida cada día se hace más y más pesada. Joder.
Miro desde el sillón de un lado a otro, estoy sólo en el piso. Las habitaciones se quedaron vacías en marzo, cuando se anunció que nos tendríamos que quedar encerrados durante quince días en casa. Quince días que han terminado siendo muchos más como ya se preveía desde el hospital. Han sido tantos que ni he querido seguir la cuenta de los amaneceres. Mis turnos en el hospital se han hecho más intensos, más que estar de prácticas parece que estemos contratados a jornada completa, pero sin cobrar.
Aunque es más correcto decir que estamos allí todo el tiempo que nos dé el cuerpo, aunque el mío ya no da para más desde hace bastante rato...
Mi cabeza no deja de recordarme que una de esas putas habitaciones se quedó vacía pero con millones de historias que no se van a poder escribir, sus trastos siguen aquí y yo soy incapaz de abrir esa puerta sin derrumbarme. Ni he intentado cruzar el umbral porque sólo de pensarlo me pongo a temblar. Creo que debería mudarme, estoy seguro que debería hacerlo pero no puedo.
Sus padres tampoco fueron capaces de venir a por sus cosas, hacerse 400 km por la muerte de su hijo una vez ya fue suficiente, cuando tenga fuerzas le enviaré todo lo que pueda. Supongo que Miriam querrá estar presente cuando recoja, algo se querrá quedar. Hay ya unas cuantas cajas hechas, estaba a punto de mudarse con ella a vivir así que parte del trabajo ya está hecho. Menuda mierda.
Miriam..., debería llamarle. No sé de ella desde hace un mes y medio. Sólo sé lo que me cuenta alguna compañera en el hospital. Cambia todos los turnos en los que coincide conmigo, pero nadie me dice la razón aunque la conozco de sobra. Supongo que le recuerdo a Jorge. No puedo culparle, yo tampoco sé si sería capaz de ver su cara sin echarme a llorar.
La vibración del móvil me saca de mis pensamientos y doy gracias de que sea así.
—¿Sí? —pregunto por no haber leído el nombre de quien llama mientras me seco la lágrima que me queda en la mejilla.
—¡Edric! —la ilusión que tiene ahora mismo se puede percibir incluso a través del teléfono —¿Sabes qué? —jodida Irene, sonrío sin saber ni por qué pero seguro que debe de ser algo muy bueno, aunque ahora mismo soy incapaz de pensar alguna de las posibilidades de lo que me va a decir.
—Creo que no, te va a tocar contarme —digo tratando de parecer menos borde de lo que sería con cualquier otra persona que me molestara mientras estoy así.
No puedo evitar pensar en cómo le pase algo a ella también, el siguiente que no sobrevivirá a esta vida de mierda seré yo.
—¡¡Me han llamado de la entrevista del otro día y me han cogido!! —grita al otro lado de la línea y me toca apartarme un poco el móvil de la oreja para no quedarme sordo, aunque sonrío levemente porque es imposible que Irene no te dé buenas vibras cuando hablas con ella.
–Cuanto me alegro, reina –respondo. Aunque mi tono de voz no acompaña es algo totalmente cierto.
–¿Te he pillado en mal momento? —pregunta con inocencia y ese miedo a molestar que siempre le acompaña.
–No, nunca me pillas en mal momento –suspiro y me coloca sentado en el sofá – y no digas que te miento porque no es cierto. Estaba dándole vueltas a lo de siempre, pero no quiero aburrirte otra vez y mucho menos amargarte una buena noticia.
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HILO ROJO
Teen FictionTodos tenemos un hilo rojo. O eso es lo que cuenta la leyenda. Vicky comienza a pensar que el destino es demasiado caprichoso... siempre la cruza con la misma persona, pero duda que él sea su hilo rojo. Ella no cree en esas cosas. Edric, por su part...