Cap. 8 | Noches de verano

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Edric

Madrid, 17 de agosto del 2019

Es mi tercer verano en Madrid y, aunque mi madre y padre me han llamado más de una vez para que vuelva a casa en estas fechas, he podido esquivarlo gracias al trabajo de estos años. No es gran cosa pero con eso tiro los primeros meses de año sin ayuda de mis padres, y también hasta que cobre la beca de la universidad para pagar la habitación del piso que comparto. Lo he tenido todo pensado desde que me mudé.

Es verdad que he vuelto algún fin de semana suelto a mi pueblo, pero muchas menos veces a Valencia, todavía se me hace complicado pensar que podría cruzarme con alguien a quien hice algún daño en el pasado. Aunque antes no me diera cuenta, ahora mismo se me caería la cara de vergüenza sólo de ver sus ojos.

—Buenos días —dice una voz femenina detrás de mí mientras me abraza por la espalda —, pensaba que ibas a querer repetir lo de anoche —no me acordaba de lo de anoche hasta que la he visto tumbada en mi cama.

Me giro y doy gracias que todos mis compañeros de piso se han ido a sus ciudades porque ha salido de mi habitación únicamente en bragas. Miro alrededor y la verdad es que el resto de ropa está sobre el sofá y junto a la puerta de entrada, parece que anoche llegamos con bastante emoción en el cuerpo.

—Buenos días —digo mirándole a los ojos y dándole vueltas a la cuchara —¿quieres un café? —pregunto ignorando su comentario con media sonrisa, aunque ahora que la he visto prácticamente desnuda no me importaría que me refrescara la memoria.

—No —responde con un tono risueño mientras va hacia el sofá a recoger su ropa —, me tomaré uno de vuelta a mi casa —ha entendido que nuestro encuentro ha terminado aquí y razón no le falta.

—¿Segura? —pregunto nuevamente porque me parece que la situación está siendo más fría de la que debería ser —, hay de sobra. Llevo varios días sin pasar por el súper pero seguro que hay algo para acompañarlo.

—Estoy segura, cielo —responde colocándose el vestido que llevaba anoche —, prefiero tomarme el café de las mañanas con mis amigas comentando que tal la noche —sigo mirando cómo se viste sin decir nada más —. Además —añade con una sonrisa —, seguro que no recuerdas ni cómo me llamo —y al decirlo se coloca el pelo para que no parezca tan despeinado. Estoy perdido en su acento andaluz y en ese pelo cobrizo. Mierda, quiero repetir lo de anoche.

—La verdad es que no. Soy Edric —estiro la mano para dársela guardando las ganas de volver a la cama con ella —, encantado —y le enseño mi mejor sonrisa.

—Alba, un placer —responde dándome la mano —. Nos vemos, Edric, me ha encantado tu nombre además de otras cosas —se despide con dos besos y se marcha cogiendo su pequeño bolso del sofá.

Cuando se va me echo sobre el sofá y me viene un poco el recuerdo de cómo comenzó la noche. Después de trabajar me fui con ese grupo que me estuvo contando todas su aventuras de Madrid, venían de otra ciudad de España pero ni si quiera recuerdo cuál era.

¿A qué hora sales? pregunta la chica morena que no me quita la vista de encima, su acento me tiene encandilado desde que lo he escuchado. Todo su grupo se queda en silencio pendiente de la respuesta A lo mejor te apetece enseñarnos la fiesta madrileña y decirnos que en nuestra ciudad no tenemos ni idea.

Con mucho gusto os acompaño a pesar de que yo tampoco soy de Madrid y mientras respondo sonrío y recojo las copas vacías que tienen sobre la mesa , pero si quieres saber a qué hora salgo vas a tener que decirme tu nombre.

Soy Alba ¿y tú? dice sonriendo.

Edric, un placer contesto devolviendo la sonrisa.

Me froto la cara y cojo el móvil que está sobre la pequeña mesa del centro del salón. Tengo dos llamadas perdidas de Irene y eso debe de ser por algo importante, ella nunca llama sin motivo, sin contar todos los mensajes que tengo que ni si quiera me paro a leer antes de marcar su número.

—¿Ya estabas con otra chica? Comienzo a ponerme celosa —dice nada más descolgar.

—Sí, aunque anoche salí de tranquis —respondo —¿y tú qué? Es raro que me llames tan temprano.

—Son las dos de la tarde, capullo, dime que al menos usaste condón y, por cierto, sólo llamaba para avisarte de que estoy de camino a tu casa.

—¿Qué dices? ¿Vas borracha? Y claro que usé preservativo —pregunto dando un bote del sofá a la vez que me río. No me lo creo, debe de estar de broma.

—Ayer me despedí del curro, era una mierda que me quitaba la vida y que mejor forma de recuperarla que viniendo a ver a mi mejor amigo. A ver —se queda en silencio y suena el timbre —, creo que he acertado. Ábreme la puerta, capullo —cuelga.

Me levanto para abrir la puerta mientras reviso el resto de notificaciones y leo un par de mensajes de Jorge donde me pregunta qué tal estoy y si no he quemado todavía la casa.

—Tranquilo —comienzo a decir apretando el botón de audio —, la casa sigue intacta. Déjate el móvil y disfruta del tiempo en familia. Por cierto, ¿Qué tal Miriam con los suegros? ¿Ya ha soltado alguna de las suyas? —pregunto mientras me río y tras eso dejo que el mensaje de voz se envíe.

Miriam y Jorge llevan apenas seis meses saliendo de forma oficial, pero llevan bastante más sin ser nada, para mí todavía sería algo pasajero y sin afianzar pero para ellos no. Para ellos va la relación viento en popa y a toda vela, así que sé que este fin de semana Miriam se iba a conocer a los padres de Jorge y me habría encantado estar presente. Ellos dos son la familia que he encontrado en Madrid y no puedo estar más contento de su felicidad.

—No sabes las ganas que tenía de verte —dice Irene nada más entrar por la puerta, suelta todo de golpe y se lanza a mí para dejarme sin respiración en un abrazo.

Respondo al abrazo apretándola fuerte entre mis brazos, ella tampoco se imagina las ganas que tenía de volver a verla. Hablamos mucho por teléfono, video-llamadas y por WhatsApp, a pesar de que estuvo en mitad del conflicto con Vicky.

Sinceramente una de las cosas maduras que hicimos fue no poner a Irene entre la espada y la pared.

HILO ROJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora