Cap. 18 | Noches

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Edric

Madrid, 11 de febrero del 2016

No tengo ni idea de cómo he acabado en este antro, acabo de beberme tres chupitos de vete a saber qué cosa pero voy a por el cuarto. Todo esto ha sido idea de Jorge, poco le ha faltado para obligarme a salir. La verdad es que creo que verme hecho un trapo en el sofá ha sido su verdadera motivación.

Es la primera vez que salimos de fiesta juntos, yo todavía no conocía lo que era la noche en Madrid y ahora la estoy conociendo gracias a él.

—Va a ser verdad que a ti el alcohol no te afecta mucho —grita cerca de mi oído para que le escuche por encima de la música.

Únicamente encojo los hombros como respuesta y brindamos los vasos del cuarto chupito que tomamos en la barra. Nos miramos y sin decir nada decidimos que es el último. Aunque hablemos lo justo parece que nos entendemos bastante bien.

—¿Salimos a fumar? —pregunto.

—Pero si tú no fumas —me responde extrañado, tiene razón, el tabaco nunca me ha llamado la atención y dudo que hoy sea distinto.

—Pero tú sí y yo necesito un poco de aire.

Sin decir nada más, ponemos rumbo a la salida pero mientras estamos de camino a Jorge le para una chica que, inmediatamente, me devuelve la mirada tras decirle un par de palabras al oído a mi compañero de piso.

—Oye —me dice él —, esta chica de aquí ¿Ana? —asiente ella —me pregunta que si estamos interesados en conocerla a ella y su amiga.

Miro a la chica de arriba abajo. Es morena, lleva el pelo suelto y la frente algo sudorosa por el calor que hace en la sala, va con una falda corta negra y un top blanco, lleva un cubata en la mano a medio terminar y la verdad es que es bastante guapa para mi gusto.

Sin responder a mi amigo me acerco a ella y le doy dos besos. Ni si quiera miro a su amiga, ya he escogido la ficha de este juego.

—Encantado, me llamo Edric —le digo con una sonrisa que deja muy clara mis intenciones de la noche.

***

Nos quedamos hablando unos minutos, cuando queremos darnos cuenta, nuestros amigos han desaparecido y, con solo una mirada, sabemos que los siguientes en marchar vamos a ser nosotros.

—Vivo a un par de calles de aquí —dice ella ¿cómo me ha dicho que se llamaba? —, ¿quieres venirte?

Y sin mediar una palabra más ponemos rumbo a la salida. Con sólo abrir la puerta el frío se cuela en mis huesos y me deja casi paralizado en mitad de la calle. Miro a la chica que no deja de hablar, no sé si por los nervios y porque los tres cubatas le habrán hecho soltar la lengua, pero vuelvo a recordar que ayer fue el cumpleaños de Sandra.

—Aquí es —dice al llegar al que es su portal, no sé qué me ha estado contando durante este trayecto, acabo de aterrizar en la realidad y no sé si quiera si le he contestado a algo.

Ahora que estoy aquí me arrepiento de haber venido, quiero irme a casa. Y lo sé en el momento en el que ella mete la llave y yo no quiero seguirle.

—Creo que me voy a ir, perdona por haberte hecho perder el tiempo —suelto sin más —. Eres muy guapa, de verdad, pero yo no estoy listo para despertarme mañana al lado de una persona que no reconoceré.

—Tranquilo —contesta, no parece enfadada —, agradezco la sinceridad y que me hayas acompañado a casa al menos —se acerca y me da un beso en la mejilla.

De camino a casa y sin saber por qué acabo por escribirle, le mando un par de audios y le cuento qué acaba de pasar, lo mucho que le echo de menos y las ganas que he tenido que fuera ella la chica de la discoteca.

***

Vicky

Valencia, 12 de febrero del 2016

Ha vuelto a escribirme Edric, no entiendo por qué lo hace si habíamos quedado en que no volveríamos a hablar. En que nuestra historia se había terminado. Pero ha vuelto a escribirme solo para contarme que anoche no se acostó con una chica ¿quiere un premio por ello? No le he contestado, no he tenido ganas de hacerlo pero ha vuelto a insistir... ahora pregunta que cómo estoy y que cómo me está yendo todo. Yo solo quiero que me deje en paz, que me ayude a olvidarlo.

Habla como si le importase, cada tres o cuatro semanas hace acto de presencia, me cuenta que tal le van sus historias de una noche y algunas de una semana y ya está, cuando le digo que me va bien y que estoy conociendo a alguien se marcha. Es la excusa rápida, aunque no es la verdad. Ojalá fuera verdad y así sacarlo de aquí, pero todo el mundo sabe que un clavo no va a sacar a otro clavo, y menos después de todo lo que fue Edric.

La verdad es que sigo pensando en él, en que muchas veces le echo de menos y que me hable le encanta a mi corazón pero mi cabeza es más inteligente y no deja de recordarme como fue la historia con Edric, como hemos acabado y que tengo cosas más importantes que hacer ahora mismo.

***

Edric

Madrid, 12 de febrero de 2016

—¿Cómo te fue anoche? —me pregunta Jorge cuando salgo de mi habitación para hacer acto de presencia en el mundo, concretamente, en nuestra cocina.

—Bien —respondo y dudo —. En verdad me volví directo a casa.

—¿Pero no te fuiste con esa chica? ¿Ana? —me pregunta el nombre y creo recordar ahora que lo menciona que sí se llamaba así, joder, fui tan imbécil.

—Sí, pero cuando llegamos a su portal me di media vuelta. No fui capaz, tenía ganas de acostarme con ella pero no fui capaz de tener que afrontar la mañana siguiente sin reconocer quien era —confieso.

Lo digo tranquilo aunque por dentro estoy temblado, me sirvo un café aunque no tengo pensado presentarme a las clases de hoy. Aunque no me fuera con ella, no quita que llegara tarde a casa y que conciliar el sueño no me resultara tarea fácil. Son las nueve de la mañana, debería entrar a las diez pero ya he avisado a Miriam de que hoy no me recoja, no tengo ganas de salir de casa.

—¿Me quieres explicar algo? —pregunta mi compañero, sentándose frente a la mesa que tenemos en la cocina, él también lleva una taza de café en la mano y ha dejado sobre la mesa una caja de cereales.

—Es una larga historia, tío —suspiro.

—No tengo pensado ir a clase —dice, mueve una silla desde su posición para invitarme a que tome asiento —, tengo todo el tiempo del mundo para escucharte.

Aunque todavía no le conozca bien, Jorge es esa clase de tío que parece leal, que se preocupa por la gente de su alrededor y si necesitas algo será el primero en tenderte su mano. Desde que llegué a Madrid me costó relacionarme con cualquier persona, incluso con él, es mi compañero de piso y apenas sé cosas sobre su vida pero aun así se comporta como un amigo. La verdad es que también he sido un imbécil con él.

Me siento y le miro, se merece saber que me ha traído a Madrid así que comienzo a contarle toda la historia, le cuento quien es Sandra, quien es Vicky, qué pasó en Valencia y porque la capital se ha transformado en un pequeño refugio para mí. Le cuento prácticamente toda mi vida y él me escucha atento, sin quitar la atención ni un segundo y, poco a poco, voy quitando las murallas que me hacían reacio a confiar en otra persona.

—Edric —dice cuando termino de contarle mi historia —, necesitas sanar y saber que la gente a la que hiciste daño también ha sanado.

—No me merezco sanar, fui un gilipollas.

—Todos nos merecemos que, cuando reconocemos nuestros errores, nos dejen sanar las heridas que nos hicimos a nosotros mismos y así poder avanzar, madurar y crecer. 

HILO ROJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora