Vicky
Sarria, 17 de agosto del 2019
Hace apenas unas dos horas que hemos llegado hasta el primer albergue que hemos encontrado con un hueco para dormir. Llevamos todo el día caminando y siento que se me van a caer los pies, únicamente me ha aliviado un poco la breve ducha de agua caliente que me he dado nada más dejar la mochila junto a la cama.
—No sé, Joan —digo retomando la conversación que hemos tenido en los últimos metros antes de llegar a nuestra parada —, me da bastante miedo por si vuelve alguno de esos fantasmas —suspiro —¿Y si realmente todavía no he superado nada? ¿Y si no consigo superarlo nunca? —confieso en una pregunta que me carcome por dentro.
Ni si quiera soy capaz de hacer la pregunta mirándole a la cara. Estamos sentados en un porche trasero en el que hay un pequeño columpio donde, supongo, en algún momento juegan los más pequeños. Ahora que desde el cielo alumbran la luna y las estrellas, es turno de que las personas adultas ocupemos su lugar.
La verdad es que apenas pienso en Edric, ni si quiera he tenido curiosidad por buscarle en redes sociales. Hace ya dos años que nos vimos por última vez y, joder, aunque me lo pasé genial con él para mí fue el gran cierre de nuestra historia. Ahora pienso en Andrea y en todas esas mierdas que no quiero repetir con ella, no quiero hacerle nada parecido a lo que viví yo pero me da miedo no poder evitarlo. Aunque nuestra historia no se parece en lo más mínimo.
—Victoria, han pasado casi dos años desde que os visteis por última vez —comienza y hace una breve pausa para encender el cigarro —, tuviste los ovarios de hablar con él mientras seguías en bragas en su cocina —añade y le da la segunda calada.
—Es que —digo dudando y suspiro —, no le odio y no lo entiendo —mi mirada sigue fija en las estrellas que nos acompañan en silencio esta noche.
—A ver —le da otra calada y se acerca un poco más —, no tienes por qué odiarlo. La cosa se terminó, fue lo que fue y estuvo mal pero no tienes por qué odiarlo —por primera vez en la conversación le devuelvo la mirada —. Tanto tú como Edric la cagasteis y puedes creerme cuando te digo que odiar no significa superar —suspira y sé que esa frase no la dice por mí, sino por él. Durante mucho tiempo ha estado odiando a alguien y después de volver a verle se le ha caído el mundo al suelo —. No tener ningún sentimiento hacia él es la verdadera superación.
Cada vez que hablo con Joan no hace falta que especifique qué cosas tengo en la cabeza, sabe identificar todo lo que quiero decir. Parece mi traductor persona creo que, junto a Irene, es la persona que mejor saben entenderme. Hacer el camino de Santiago con él ha sido un verdadero acierto, aunque nos hubiera encantado hacerlo con nuestra amiga pero su trabajo lo ha impedido.
Sabemos cuándo hablar, cuando callar, cuando reír y cuando la otra persona necesita llorar. Y aunque hacer en solitario seguro que también da paz, a veces la compañía es lo que realmente te ayuda a crecer y a entender el porqué de ciertas cosas.
—Mira —vuelve a hablar y, esta vez, poniéndose serio —, estás acojonada y punto. Siempre, para temas sentimentales, te escudas en Edric. Te asusta volver a estar confiando toda tu vida a una persona. Te acojona que te vuelvan a joder. No tiene nada que ver él aquí, cielo. Ese es un cadáver del pasado que seguramente no resucite, así que creo que debes empezar a dejarlo ahí. Hacía mucho que no te veía tan feliz, tan contenta y con tantísima ilusión. Te vi por los suelos con Edric pero, mi vida —le da una calada al cigarro y me mira tras soltar el humo en dirección contraria —, estuviste jodida desde el principio. Nunca hubo futuro y lo sabíais los dos pero ahora es diferente. Comenzáis con todo lleno de sinceridad, siendo amigas y demostrando todo por la otra. Lánzate a la piscina porque seguro que hay agua de sobra para nadar en ella.
—Por esto te quiero tanto —respondo sin apartarle la mirada —, siempre tienes las palabras adecuadas y dices las cosas claras —suspiro.
—Sólo digo verdades —dice sonriendo y abrazándome por los hombros.
—Ya, pero si estuviera hablando esto con otra persona seguro que pensaría que todo este drama es porque Andrea es una mujer.
—Oh, venga ya, ni que hubiera sido la única mujer que ha pasado por tu cama —responde antes de echarnos a reír.
No puedo quitarle razón a todo lo que ha dicho porque es todo cierto, empezando por la parte de que no ha sido la primera chica. Desde que Edric se marchó de Valencia ha habido más personas en mi vida, pero nada formal o que haya durado más de tres meses. Todo me volvía siempre a él o era yo sola la que se empeñaba en que era imposible que saliera bien. Desde nuestra despedida en Madrid la historia fue distinta, mi cabeza ya no giraba en torno a él ni en torno a lo que vivimos, únicamente estaba yo y me decidí a seguir. No podía girar todo alrededor de una persona que no fuera yo.
Luego apareció Andrea e hizo que mi corazón sufriera un vuelco para querer compartir mi vida y sueños con ella.
—Me arrepiento de haber hecho mal a otras personas y no quiero hacer lo mismo con Andrea —confieso, suspirando al final como si no hubiera aire suficiente en la tierra —. No quiero que me de otro venazo de los míos, ir a Madrid y buscarle para yo qué sé —antes de que diga algo más sigo hablando —. Es lo que pasó la última vez que se ponía la cosa seria con alguien. Parecía que iba a ir bien con Sergio pero no, decidí irme a Madrid a un concierto y le busqué sin saber muy bien por qué.
—Reina, te dejaron en un camino lleno de cadáveres emocionales y nadie te ha dicho como gestionarlo pero mira, no eres la misma que cuando lo conociste ni de hace dos años cuando hiciste eso —suspira —. No sé cómo será ahora, pero ya sabemos que el Edric adolescente fue un cabronazo con más de una persona.
—Y luego no tuvo la decencia de pagarnos la consulta psicológica —respondo antes de echarnos a reír nuevamente.
Es cierto que de adolescente a veces no piensas lo que haces, te guías por impulsos y las consecuencias las piensas cuando las tienes justo en las narices. Al final mi etapa vital adolescente también se vio nublada por tantas cosas que acabé más de una vez al borde de un coma etílico porque creí que eso era lo que me hacía libre. Ay, Vicky, que equivocada estabas.
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HILO ROJO
Teen FictionTodos tenemos un hilo rojo. O eso es lo que cuenta la leyenda. Vicky comienza a pensar que el destino es demasiado caprichoso... siempre la cruza con la misma persona, pero duda que él sea su hilo rojo. Ella no cree en esas cosas. Edric, por su part...