Parado frente a la casa del pelinegro, con las piernas temblando, las palabras dando vueltas por mi cabeza y con una pizca de valentía escondida entre un montón de cobardía. Pasaron tres días desde que nos peleamos, así que probablemente me mande a la mierda por no haberle hablado antes, de todas formas, él no me mandó ningún mensaje desde esa noche. Sin pensarlo demasiado, toqué la puerta y tomé una bocanada de aire al ver cómo la puerta se abría rechinando como si fuese una película de terror.
- ¿Qué necesitas?. - Enarcó una ceja y noté su ceño levemente fruncido.
- Yo también me alegro de verte. - Murmuré algo nervioso. - Quiero hablar contigo.
Hizo silencio un momento, me analizó de arriba abajo y tensó vagamente su mandíbula.
- ¿Piensas huir como siempre?. - Espetó.
- No. - Ahogué un suspiro y mantuve mi figura firmemente.
- Adelante. - Se hizo a un lado para dejarme el paso libre.
Al entrar sentí su aroma instantáneamente, como si el olor a él estuviese impregnado en toda la casa. El pelinegro se apoyó de espaldas contra el borde de la mesada de la cocina, con sus brazos cruzados y con su mirada clavada en mí.
- ¿Y bien?. - Su mirada fue neutral y su tono de voz fue frío.
- Quería pedirte perdón por mi actitud de aquella noche. - Agaché la cabeza mientras jugaba con mis dedos. - No sólo de ese día, también por otros momentos en los que tuve actitudes...
- De mierda. - Completó con su ceño fruncido.
- Sí. - Elevé lentamente mi mirada hasta centrarme en su ropa, un pantalón a cuadros blancos y negros con una camiseta gris lisa.
- Está bien, te perdono. - Elevó su brazos con indiferencia, pero aún seguía con la misma expresión en su cara.
- ¿En serio?. - Enarqué una ceja, sorprendido.
- Sí, en serio. - Apretó sus labios.
- Pero pareces enojado todavía. - Agregué con mis ojos centrados en los suyos.
- Porque lo estoy. - Dijo indiferente. - Te perdono pero sigo molesto por tus actitudes.
- Lo siento. - Bajé mi mirada nuevamente.
- No importa cuántas veces pidas perdón, Noah. - Ahogó un suspiro y volvió a posicionarse de la misma forma tras pasar una mano por su alborotado cabello. - Podrás hacerlo cuanto quieras, pero si no cambias tú actitud o aclaras tus sentimientos, esto seguirá igual.
- ¿Cómo puedo demostrar que de verdad cambié?. - Fruncí levemente mi ceño.
- Sólo quiero que me digas qué es lo que sientes por mí, sinceramente. - Centró sus ojos en mis manos.
- Me gusta estar contigo. - Tomé una bocanada de aire con dificultad. - Me siento cómodo a tu lado, pero cómodo de manera diferente a los demás. Siento que podría mostrarte cada parte de mí sin titubear porque confío plenamente en ti, y no sé si eso está bien o mal, pero me gusta.
Sus mejillas se enrojecieron un poco y desvió su mirada la cual, anteriormente, había centrado en mis ojos. Sin siquiera pensarlo dos veces, me acerqué al pelinegro e hice un ademán de besarlo, pero me centré en sus ojos esperando a que me diera el permiso para hacerlo. Apoyó su cabeza en la mía y cerró sus ojos mientras me acercaba a sus labios hasta sentir el tacto de estos, pasó una de sus manos por mi nuca entrelazando sus dedos en mi cabello mientras que su otra mano se deslizaba con delicadeza por mi cintura, yo por otro lado, dejé reposar mis brazos alrededor de su cuello.
ESTÁS LEYENDO
En otra sintonía
Roman d'amourEN CORRECCIÓN. Un año de descanso lejos de los estudios y los conflictos familiares antes de ingresar a la universidad puede venirte bien, sobre todo cuando esas vacaciones incluyen al chico de tus sueños. Noah Lombardi tendrá las mejores experienci...