Capítulo 29: "La prueba".

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Otra semana pasó, otra semana en la que Víctor sigue dentro de ese horrible hospital, Emma ya había hablado con su hermano, no se lo tomó muy bien, lloró desconsoladamente por una hora, pero logró entenderlo, yo seguía fingiendo que lo entendía para no hacerle cargar al pelinegro con eso.

El hospital está casi vacío, es un domingo al mediodía, comenzó a hacer demasiado frío, pero aún no nevaba. Había hablado con los chicos hace unas horas para decirles que yo iría a visitarlo el día de hoy, no traje a Emma conmigo porque ella dormía, no quería despertarla. Lía decidió acompañarme.

- ¿Entrarás ahora?. - Espetó la pelicastaña.

- Sí, pero no he encontrado al doctor por ninguna parte. - Mencioné con mi ceño medio fruncido.

- Ya aparecerá. - Elevó la comisura de sus labios y bostezó abiertamente. - Yo iré por un café.

- De acuerdo. - Ahogué un suspiro y entré a la habitación del pelinegro.

Al no encontrarlo en su camilla mi corazón empezó a latir con rapidez, salí de la habitación y me acerqué a una enfermera.

- Disculpe, ¿Qué sucedió con el paciente de la habitación veintitrés?. - Espeté con mi voz agitada.

- Espera un momento. - Empezó a buscar en su computadora, entre los archivos de los pacientes, supongo. - ¿Víctor Dubois?.

- Sí. - Espeté casi al instante en que escuché su nombre.

- ¿Tú eres Noah Lombardi?. - Enarcó una ceja.

- Sí, ¿por qué?. - Fruncí mi ceño y sentí el nudo en mi garganta. - ¿Qué pasó con él?.

- Te dejó esto antes de que lo transfirieran a emergencias en la madrugada. - Extendió su brazo y me dió una carta.

- ¿A emergencias?. - Mi respiración comenzó a agitarse aún más, metí la carta en mi bolsillo sin titubear.

- Tuvo un paro cardíaco y lo reanimaron, está en estado crítico pero está consciente. - Espetó mientras leía la información del paciente en la pantalla. - ¿Te digo el número de la habitación?.

Mis manos empezaron a temblar, no sentía las fuerzas como para hablar, por lo que asentí con la cabeza y la enfermera me dijo el número.

- Pero no puede recibir visitas, está demasiado débil. - Me dedicó una mirada de empatía.

- Por favor, debe de haber alguna forma en la que pueda verlo. - Mis ojos se cristalizaron, mi voz comenzó a quebrarse. - Por favor, te lo suplico.

Lo pensó un momento, ahogó un suspiro y se acercó hacia mí.

- Debe entender que puede ser muy peligroso para el paciente. - Clavó su mirada en la mía. - No puedo permitirle entrar.

- Por favor, sólo quiero verlo. - Las lágrimas se deslizaron por mi rostro. - No sé qué haré si no logro despedirme.

- Puede que algo pueda hacer. - Espetó mientras bajaba el tono de su voz. - Pero sólo puedo dejarlo pasar diez minutos, ni más, ni menos.

- Gracias, de verdad gracias. - Mencioné entre sollozos.

La mujer me guió hasta la habitación y corroboró que nadie estuviera viendo, me miró significativamente para que me apurara, al entrar, cerré la puerta a mis espaldas mientras la enfermera esperaba del lado del pasillo.

Lo vi otra vez entre cables, pero esta vez era diferente, lleva una máscara por la que le pasan oxígeno. Me acerqué al pelinegro y tomé su mano, estaba fría, como de costumbre.

En otra sintoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora