Capítulo 30: "Sólo recuerdos".

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Volví a casa en taxi, mis manos seguían temblando, mi cabeza analizando y mi corazón se comprimía mientras las palabras de Víctor se repetían en mi cabeza. ¿Qué le diré a Emma ahora?, ¿Cómo le explicaré que su hermano se fue?, ¿Qué haré con los chicos?. Al entrar, Beatrice y Antonella quisieron saludarme, pasé de largo y me encerré en mi habitación, dejé caer mi cuerpo en mi cama, rompí en llanto nuevamente, sentí que ese nudo en mi garganta por fin se estaba deshaciendo, pero dolía, dolía tanto.

Al cabo de una hora, me quedé dormido entre lágrimas, pero al despertarme, vi a mi tía entrar por la puerta y sentarse a mi lado, me senté en la cama junto a ella y la miré con mis ojos cristalizados y mi corazón roto en mis manos.

- Se fué. - Espeté con un hilo de voz.

- Lo sé, Lía me contó. - Me miró significativamente, esperando a que rompa en llanto para darme un abrazo.

- No le digan a Emma. - Negué repetidas veces con la cabeza.

- No pienses en eso ahora. - Frunció levemente su ceño. - Luego veremos qué decirle.

- Ya no está... - Mis manos comenzaron a temblar nuevamente y rompí en llanto. - Se fué frente a mis ojos.

- Lo siento tanto, cariño. - Me abrazó firmemente transmitiendo una dulzura que necesitaba demasiado en ese momento.

- Duele demasiado, se supone que lo sabía, no debería doler tanto. - Espeté entre sollozos.

- No importa qué tan fuerte seamos, todos necesitamos un abrazo. - Mencionó. - Sabías que se iría, pero eso no quiere decir que te dolerá menos.

- Ya lo extraño. - Escondí mi rostro en su pecho y me aferré a ella.

- Lo sé, cariño. - Apoyó su mentón en mi cabeza. - Lo sé.

- No creo poder decírselo. - Me separé unos centímetros y negué con la cabeza repetidas veces. - No podré.

- Está bien, yo hablaré con ella. - Agregó mientras tomaba una bocanada de aire. - ¿Quieres que te deje sólo?.

Asentí y Beatrice besó mi cabeza para luego salir de la habitación cerrando la puerta a sus espaldas. Minutos después, Zaz se acercó y la ayudé a subirse a la cama para luego acariciarla mientras dejaba que las lágrimas salieran, escuché el llanto de Emma, me destrozó oírla.

No cené, todos dormían mientras yo lloraba en mi balcón, mirando las estrellas, preguntándome si él también las estará viendo desde donde sea que esté.

Todavía recuerdo la primera vez que llegó a mi balcón por pura casualidad, me miró con esos ojos verdes tan hipnotizantes, llevaba unos jeans negros, su cabello se movía por el viento, pero aún así se veía atractivo. Su sonrisa nunca faltó, lo hacía ver tan tierno, esa perfecta sonrisa me llenaba tanto, todavía siento el calor de su mano aferrada a la mía. Nuestro tiempo se acabó, tus ojos están cerrados. No te pude decir... Necesitaba que supieras tantas cosas, está oscuro, la luz de la luna no se muestra. Y todo mi amor, nunca pudo llevarte a casa, no hay estrellas más deslumbrantes que tu sonrisa, estoy muy cansado y me encantaría dejarte ir, me encantaría dejarte ir por fin, eres todo lo que tengo en mi mente. Lo intento, de verdad lo intento, intento decir adiós pero me aferré demasiado a un “por y para siempre” que jamás existirá... Tengo que dejarte ir pero te amo más de lo que podrías saber.

Debería haber dicho adiós, solo esperaba haber tenido más tiempo, sólo un poco más.

El ruido de mi puerta rechinando se hizo presente, al darme media vuelta vi a Emma asomándose, le hice señas para que entrara y se puso a mi lado.

- ¿No puedes dormir?. - Espetó la pelinegra sin dirigirme la mirada y apoyando sus codos en el borde del balcón.

- No. - Respondí con la voz rota. - ¿Tú tampoco?.

En otra sintoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora