- Sí, mamá. - Puse los ojos en blanco. - Te estoy diciendo que lo haré.Llevaba como una hora con el teléfono en mi oreja, ya se me había cansado el brazo. Pasé los productos por la caja y empecé a guardar las cosas en las bolsas.
- Probablemente muera si cruzo la calle y sigues distrayendome. - Tras pagarle a la chica de la caja, le dediqué una sonrisa amigable la cual me devolvió al instante.
Vi que Víctor pasaba al frente del supermercado y me llamó la atención la concentración que llevaba encima.
- Escucha, te amo, debo colgar. Me abrigaré, me portaré bien, te amo, mami, adiós. - Colgué y sujeté las cuatro bolsas mientras me puse a buscar al pelinegro por la calle.
Una vez que lo ubiqué comencé a seguirlo, por alguna razón no se me pasó por la cabeza llamarlo y simplemente saludarlo.
Pasó por un pasillo bastante angosto que daba entrada a una zona bastante solitaria.
Sentí que unas manos taparon mis ojos y me inmovilice por unos segundos.
- ¿Me estás siguiendo?. - Sacó sus manos de mis ojos.
Me di media vuelta y me quedé petrificado, pensando en alguna excusa, pero nada se me pasaba por la cabeza.
- N-no... - Agaché la cabeza en cuanto comenzó a reírse.
- Por dios, Noah. - Siguió carcajeando. - No puedes disimular ni un poco, ¿verdad?.
- No sé de qué me hablas. - Fruncí el ceño.
- Tú y yo sabemos bien de lo que hablo. - Se acercó unos pasos y por alguna razón, no me moví. - Sé que estás enamorado de mí, pero no por eso debes seguirme a todos lados como un acosador.
- Tienes serios problemas de demencia, Víctor. - Ironicé.
- Que me llames por mi nombre en ese tono, es algo que me irrita. - Entrecerró los ojos.
- Gracias, ahora tengo como molestarte. - Sonreí maliciosamente.
Deseaba con todas mis fuerzas que no volviera al inicio de la conversación, ya que todavía no se me ocurría una buena excusa.
- Como sea, ¿qué haces aquí?.
Mierda..
- ¿Y bien?. - Su voz gruesa me devolvió a la realidad.
- Yo... - Desvié mi mirada. - Sólo te vi y quise ver cómo estabas.
- ¿Acaso te preocupo?. - Arqueó una ceja con una sonrisa formándose en su rostro.
- Cállate. - Le clavé una mirada fulminante. - Es que la otra noche te noté raro.
- Tal vez estaba cansado, no era nada. - Elevó sus hombros con indiferencia. - Pero pudiste haberme llamado o haberme mandado un mensaje.
- No tengo tu número, genio.
Se acercó a mí y sacó mi teléfono de mi bolsillo sin titubear, para luego mostrármelo.
- ¿Puedes?. - Me clavó una mirada neutral y desbloqueé el teléfono en el que agendó su número. - Listo.
Esbozó una sonrisa alegre, como si fuera un niño al que le acababan de dar un dulce.
- Ahora puedes llamarme cuando quieras, a la hora que quieras. - Me guiñó un ojo y sonrió al ver que yo me sonrojaba por su acción anterior.
- No será necesario. - Agarré mi celular y volví a guardarlo.
- De repente te vuelves muy seco y eso me confunde. - Dramatizó.
- Soy difícil de entender. - Le aseguré con un tono de broma.
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En otra sintonía
RomanceEN CORRECCIÓN. Un año de descanso lejos de los estudios y los conflictos familiares antes de ingresar a la universidad puede venirte bien, sobre todo cuando esas vacaciones incluyen al chico de tus sueños. Noah Lombardi tendrá las mejores experienci...