Capítulo 11: "Un templo desconocido".

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Aún no podía creer que Lía estaba en mi casa, bueno, en casa de mi tía. Cuando la vi en el comedor supe instantáneamente porqué no me respondía los mensajes, admito que me tomó por sorpresa. Al instante en el que la vi me lancé sobre ella para abrazarla y la pelicastaña se puso a llorar mientras mencionaba cuánto me extrañó.

- Es increíble que te hayan dejado venir. - Dije, aún con una sonrisa de oreja a oreja plasmada en mi rostro.

- Sólo tuve que ser un poquito insistente. - Me dedicó una sonrisa. - Hay tanto que debo contarte.

- Yo también, no tienes idea. - Sostuve sus manos mientras nuestras sonrisas se ampliaban cada vez más.

- Debemos ponernos al día.

Beatrice y Jean nos dejaron un momento a solas para hablar, aún teníamos plasmadas esas caras de emoción. Para no ocupar espacio ni hacer demasiado ruido, nos dirigimos a mi habitación.

- ¿Dónde te quedarás?. - Espeté.

- Estaba por alquilar un hotel, pero tu madre y tu tía se pusieron de acuerdo para que me dejen quedarme aquí. - Esbozó una sonrisa.

- ¿¡En esta casa!?. - Añadí emocionado.

- Si, tonto. ¿En cuál más?. - Carcajeó. - Bueno, dejemos de hablar de esto.

- ¿Tienes chisme para mí?. - Enarqué una ceja.

- ¿Recuerdas al profesor George?.

- ¿Rasputín?. - Espeté con una mueca de desagrado.

George Ivanov fue mi profesor de física, siempre supe que tenía algún tipo de odio hacia mí, se esforzaba en encontrar fallas en mis trabajos y siempre que podía me castigaba mandándome a la dirección porque según él yo era una mala influencia para mis compañeros. El apodo Rasputín se lo pusimos porque tenía un gran parecido a Grigori Yefímovich Rasputín, además él era ruso, al igual que Grigori.

- Imposible no recordarlo. - Agregué.

- Lo echaron de la institución.

- ¿De verdad?. - Enarqué una ceja, sorprendido. - ¿Qué hizo que lo echaran?.

- Digamos que lo encontraron consumiendo sustancias ilegales dentro del salón de clase mientras nadie veía. - Esbozó una sonrisa divertida tras recordar la situación. - Siento un poco de pena de todas formas, pobre hombre, deberá ser un calvario ser dependiente de esa mierda y estar sin trabajo.

- Yo no estoy ni un poco afectado, era un asco de profesor. - Resentido, como siempre. - Me hizo la vida imposible, se merece perder ese trabajo que en primer lugar, no debieron dárselo.

- Resentido. - Sonrió y volcó los ojos.

- ¿Cómo te enteraste de esta noticia si ni siquiera eres alumna de esa institución ya?. - Enarqué una ceja.

- Tengo mis contactos. - Me guiñó un ojo.

- Qué misteriosa. - Rodé los ojos, divertido.

- Está bien, ¿tú tienes algo que contarme?. - Una sonrisa pícara se plasmó en su rostro.

No le había contado nada sobre lo que pasó en la fiesta, ni mucho menos un día después de eso, la tenía totalmente desactualizada, ya me imagino su rostro al contarle todo esto. No perdí más el tiempo y solté todo lo que le había estado ocultando, tal vez lo hice porque sabía cuál sería su reacción o sus palabras.

A medida que iba contándole más detalles, la pelicastaña abría más sus ojos, sorprendida.

- ¿Es todo?. - Espetó al notar que yo ya había terminado de contar.

En otra sintoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora