Capítulo 25: "Aquí estoy".

10 3 1
                                    

Estuve toda la tarde viendo películas de Marvel con Jean y Lía, mi madre y mi tía habían salido, Antonella quería conocer la ciudad. Mi cuerpo se había adherido al sofá, la comodidad está en otro nivel.

- Nunca creí que me dolería tanto la muerte de un vengador. - Espetó la pelicastaña mientras se secaba las lágrimas. - Tendré que ir a terapia.

- A mí me dolió pero por Peter. - Agregué. - ¿A ti qué te pareció, Jean?.

- No estuvo mal, pero la anterior estuvo mejor. - Respondió. - Quiero ver la de Tom Holland.

- No estoy lista para llorar otra vez. - Mencionó Lía tras levantarse del sofá.

- Yo estoy preparado. - Admití. - ¿La vemos, Jean?.

- Sí. - Ladeó su cabeza y esbozó una sonrisa antes de acomodarse en el sofá.

Nos vimos toda la cronología de Spiderman, eso incluía unas cuántas películas de los vengadores, podría pasar mi vida entera repitiendo las películas de el hombre araña. Mientras la película avanzaba, yo repetía algunos de los diálogos, me los sabía de memoria, luego sostuve mi teléfono un minuto, revisé las notificaciones, sorprendentemente no tenía mensajes de Víctor, no hablamos en todo el día, empecé a extrañarlo.

Esa hermosa sensación en la que sientes que tu vida tiene sentido, a la vez me da terror que así sea. Que una persona pueda entrar en mi vida y ser la razón de la misma, me molesta, siento que dependo de ese alguien, pero con Víctor es diferente, me da la seguridad de que quiere lo mismo que yo. Algo que estuve pensando es el nombre de la gatita que Víctor me regaló, la madre de Charlie y Rose llegó al mediodía con ella en una caja, me enamoré en cuanto la vi, mi madre lo dudó mucho, pero al instante mi tía la convenció. Tiene unas manchas blancas y negras, unos ojos verdes preciosos que me recuerdan al pelinegro, sus patitas rosas y esa nariz del mismo color tan hermosa que me debilita con tan solo verla. Decidieron dármela antes de tiempo, no estoy seguro de por qué, pero estoy feliz de que así sea, la pequeña bola de pelo cabe en la palma de mi mano

Su cuerpo yacía en el sofá de la sala, la estuve acariciando por horas, no se despegaba de mí, hasta que, sin darme cuenta, me quedé dormido.

Al despertarme caminé unos pasos hacia el comedor y me senté junto a Jean, todos estaban cenando, al parecer las ganas de cocinar no se le dió ni a Antonella, habían ordenado pizza.

- Dormiste como un bebé. - Espetó Beatrice antes de darle una mordida a su porción de muzzarella.

No le respondí, sólo le dediqué una sonrisa amigable y le di un mordisco a una porción de pizza. Mi madre se encontraba pensativa, no le dió ni un bocado a la cena.

- ¿Estás bien, mamá?. - Enarqué una ceja al notar sus muecas de desagrado.

- No entiendo como pueden comer eso. - Mencionó asqueada. - Tiene demasiada grasa.

- Es exquisita. - Respondió Jean con su rostro repleto de salsa de tomate y un hilo de queso de la pizza que sostenía en sus manos.

Ver las muecas de desagrado de mi madre mientras que Jean la provocaba, fue lo más relevante del día de hoy, Lía no dejaba de reír y Beatrice intentaba ocultar su risa con ceños fruncidos y sermones para el pequeño.

- Jean, deja a tu tía en paz. - Le advirtió nuevamente. - Y límpiate la cara.

- Está bien, mamá. - Rodó los ojos antes de hacerle una última mueca chistosa a Antonella.

- Por dios. - Esbozó la rubia en un suspiro. - Yo iré a recostarme.

- Buenas noches, Antonella. - Espetó Beatrice mientras su hermana salía de la habitación. - Jean, cuando termines ve a lavarte los dientes.

En otra sintoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora